Parece lógico que en el Foro Smartcity se hable de ciudades inteligentes y de qué hacer en ellas para que sean plácidas y útiles. Así lo han hecho ya algunos alcaldes sin importar su ideología o las doctrinas políticas con las que comulguen. Desde el alcalde de Turín y exministro comunista de la república italiana, Piero Fassino, hasta Iñigo de la Serna, que es miembro del PP y que lleva la vara de mando en el ayuntamiento de Santander. Sin embargo, hay un tipo de alcaldes que, según un observador, no responden al patrón de alcalde para smartcity y parecen ajenos a que sus ciudades se conviertan en las ciudades inteligentes del futuro. Son los que ese mis-mo observador llama alcaldes de marea. O de cómo a cuenta del nombre del alcalde de A Coruña, don Xulio Ferreiro, surge un absurdo “febreiriño chatarreiro”.
Y para mí tengo que la palabra “marea” la emplea en relación con la octava acepción del diccionario (multitud, masa de gente que invade un lugar) que ha servido para definir las formas de organización ciudadana, denomina-das “mareas”. Aquéllas que nacieron en Madrid en 2012 para defender causas concretas (Marea Verde, de la sanidad pública, y Marea Blanca en favor de la enseñanza pública); y que se han extendido a otros territorios y otros ámbitos hasta desembocar en la constitución de un verdadero partido político: La Marea Atlántica, creada en A Coruña como movimiento ciudadano de izquierdas.
La digresión surgió en la mañana madrileña cuando, en el Ritz y en el Foro Smartcity, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena y el alcalde de A Coruña, Xulio Ferreiro, dejaron apartadas las cuestiones propias de las ciudades inteligentes para trocar su discurso y parlamento en una especie de mitin político con connotaciones personales.
Allí, la alcaldesa de la Villa y Corte se olvidó de la inteligencia que ape-tecen las ciudades, también Madrid, para, además de reconocer el civismo de los madrileños aceptando restricciones circulatorias para combatir la polución, presentar al alcalde coruñés: Una persona a la que, confesó, “conozco poco, pero creo que va a ser un gran alcalde” porque, dijo, es un profesional del derecho que tiene una visión poliédrica para interpretar y es un hombre sencillo que valora la vida doméstica (porque hizo un desayuno a sus hijos mientras atendía a una periodista de la SER).
Después, el alcalde de A Coruña, en el atril, desaliñado y con la camisa fuera de los pantalones, empezó con una corrección a su presentadora (“Co-nocí a Carmena hace 20 años en un curso de Derecho Procesal”) para, a con-tinuación, en lugar de hablar de proyectos para convertir su localidad en ciudad inteligente, ocuparse de otras cosas:
- Justificar su paso a la actividad política “por la situación social de España tras el 15-M”.
- Explicar “las mareas en Galicia” como forma de hacer política.
- Enumerar sus pretensiones “gobernando con gente común”: Cambiar reglas de juego. Participación de la “gente en los Plenos” (municipales). Plan de Empleo municipal. Posponer la actividad del cemento y las grandes inversiones en favor de las “prioridades de la gente”. Crear una renta social municipal para garantizar un nivel social mínimo para que todos los coruñeses tengan casa, comida y necesidades resueltas, pagada por los que más tienen. Abrir debate para decidir si “queremos una ciudad para coches o para personas” y “optar entre una Avenida de acceso a la ciudad o una autopista”. Acabar con el “capitalismo de amiguetes”
- Quejarse de las disposiciones legales que, hechas por el PP y el PSOE, regulan la financiación de los municipios españoles.
- Y aprovechar el momento y la tribuna con vistas a las Elecciones Generales próximas
“Ha pasado de la ciudad inteligente y nos ha endilgado un mitin” – dijo alguien en la mesa de la prensa al terminar, mientras alguno, aún confiado, intentaba matizar una de las propuestas con una pregunta ajena al mitin, a las mareas y a las cuestiones personales del alcalde.
Don Xulio había hablado de garantizar que los vecinos de A Coruña tengan atendidas sus necesidades personales a cuenta de las arcas municipales. Tras una consulta a Google, la ciudad, que según el Instituto Nacional de Estadística tiene con una población de 244.810 habitantes, se sitúa con un riesgo de pobreza del 16,01 %.
Parecía procedente, pues, preguntar por lo previsto para atender a los 39.194 habitantes en riesgo de pobreza (16,01 % de 244.810 habitantes). Es lo que hizo el periodista. La respuesta hizo que todos nos quedáramos perplejos. Y es que el alcalde coruñés, hombre de derecho y con visión poliédrica para interpretar, según Carmena; y gobernando con y para la gente común, según él mismo, había dado un dato insólito: Lo previsto para garantizar una renta social municipal con la que conseguir que todos los habitantes de la ciudad tengan casa, comida y sus necesidades resueltas ascendía a la cifra de Tres millones de euros.
“Divido tres millones de euros entre 39.194 habitantes y a cada uno le corresponden 76 euros y 54 céntimos” anuales - dijo el que había intentado precisar.
“Pues, apaga y vámonos” – contestó un compañero.Sin retórica, los que tomaban notas cerraron libretas, guardaron bolígrafos y sustituyeron la atención por la jarana a cuenta del nombre del alcalde.
Primero a alguien le dio por bajar de mes cinco escalones. Y así se pasó de Xulio (o julio) a febrero, pasando por junio, mayo, abril y marzo. Después, otro trató de trocar el oficio de herrero, o “ferreiro”, por otros. Y allí aparecieron herradores, fundidores, quincalleros, fundidores y… hasta llegar a “chatarrero”.
¡Febreiriño chatarreiro! – surgió la traducción chistosa que resultó sarcástica.
Chatarreiro – la voz sonó cruel. Y tuvo efecto. Nadie pensó en A Coruña como ciudad inteligente. Sí en lo que había dicho un alcalde, acaso de marea; y en la consideración de Chatarreiro: “Persoa que se dedica a recoller, comprar ou vender chatarra”