No ha sido, en todo caso, un buen modelo para éste grupo de países el que los crecimientos y modernizaciones de países como Grecia, Irlanda, Portugal o España les fueran presentados como la mejor muestra de hacia dónde podían llevarles las políticas de convergencia y cohesión de la UE. Al fin y al cabo, todos estos países hemos sido colocados en el conocido grupo de los PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y Portugal), siendo los países que más fondos estructurales y de cohesión han recibido de la UE desde su creación.
De un tiempo a ésta parte, antes del advenimiento de la crisis, Alemania quiso hacer girar la “banana” de las inversiones europeas en el entorno meridional –desde Irlanda hasta Grecia-, llevándolas hacia la zona geográfica donde había puesto todos sus renovados y ambiciosos intereses económicos: los países de Europa Central y Oriental procedentes de la caída del CAME.
El anhelado proyecto del eje Berlín-Poznan-Varsovia, de casi 600 kilómetros, que podía incorporar vías de alta velocidad y transporte por nuevas autovías, colocaría a Alemania como un puntal hacia el Este en pocas horas, con un dominio absoluto sobre el resto de socios europeos.
No parece que en estos escenarios haya beneficiado nada el Brexit británico, que otorga alas a los euroescépticos entre los que no aparecen solo los grupos ultraderechistas que suelen alimentar las primeras planas de los periódicos. El euroescepticismo ha ganado adeptos entre los que dudan de la sinceridad de una Alemania poco humilde que quiere ser la novia y a la vez el novio en todas las bodas. Tal es el caso del Reino Unido, pero también de los países del Centro de Europa donde, digámoslo con sinceridad, Alemania trae aún recuerdos imborrables de los que parece que todavía no se ha arrepentido tanto como los ciudadanos checos, polacos o húngaros hubieran deseado.
Pero hay otros muchos elementos que han propiciado un cauteloso distanciamiento entre países como los que integran Visegrado y la UE. Algunos de ellos deben ser considerados claves, como son la crisis de los refugiados y la manera en que esta crisis fue conducida por los burócratas de la UE, poniendo en riesgo las fronteras de países debilitados aún política y socialmente como puedan ser Hungría y casi todos los de los Balcanes. La política de sanciones contra Rusia, socio querido y añorado por muchos de éstos países, no ha sido tampoco bien encajada ni política ni socialmente. Y cualquiera puede constatar en la calle que las simpatías hacia los rusos han crecido desde la aplicación de las sanciones.
Tampoco cae bien entre los socios de Alemania el objetivo marcado por los germanos de incrementar sus necesidades de inmigrantes como mano de obra, un tipo de política que rehúyen casi todos los países europeos. Solo para 2016, Alemania espera 300.000 refugiados –inmigrantes legales a parte-, y Alemania no se está ganando las simpatías de sus socios de Europa Central y Oriental. Merkel se ha topado recientemente el Praga con pancartas que amenazaban con el “Czexit”, salida checa de la UE, e incluso carteles que la mostraban con el bigote de Adolfo Hitler, en un escenario donde hace solo un año contaba con el 70% de adhesiones. Hoy, ni tan siquiera el 15% de los checos confían en la canciller alemana y los políticos ni hablan de ella.
Como consecuencia de la escasa delicadeza que la mayor parte de los países del bloque Occidental ha tenido con sus nuevos socios del Centro y Este europeo, tenemos que de los cuatro países que integran el bloque de Visegrado, tan solo Eslovaquia cuenta con el Euro como moneda circulante. Ni Hungría, ni República Checa la tienen, y Polonia aplazó su incorporación desde el advenimiento de la crisis, sin que tampoco le hayan sido exigidas más explicaciones.
Mientras que Merkel ha llegado recientemente a reconocer, que el Brexit podría suponer un “punto de ruptura” para la UE, los países del grupo de Visegrado, con los que Merkel se entrevistó a finales de agosto en Varsovia, han pedido reformas profundas para adaptar la Unión Europea a los retos de los nuevos tiempos.
Polonia debería haber adoptado el euro en 2012, sin embargo, ha dejado correr el tiempo. Y no le ha ido mal, creció casi un 16% en el instante que los demás padecían la crisis, siendo dueña de su dinero.
El Foro Económico de Krynica, donde tomaremos parte en una mesa redonda sobre la importancia de los medios digitales en el mundo financiero y económico, va a ser una atalaya privilegiada para conocer de qué se habla en las economías del Este europeo, cuál puede llegar a ser la verdadera presencia alemana en Europa y si hay alternativa al liderazgo de una UE que muestra ya signos de decadencia. Un Foro que se adelanta a la reunión informal que la UE mantendrá el 16 de septiembre en Bratislava para abordar el futuro de la UE, poco antes también de que Hungría celebre, el 2 de octubre, su referéndum sobre el sistema de cuotas de la UE.