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EL ACUERDO SIGUE EN PIE, SIN EMBARGO

El fracaso del plebiscito en Colombia

· José E. Mosquera (Twitter: @j15mosquera)

By José E. Mosquera
miércoles 12 de octubre de 2016, 13:01h
José E. Mosquera
José E. Mosquera
La frase célebre de Woody Allen: “La vocación de un político de carrera es hacer de cada solución un problema”, sirve para explicar lo que paso con la votación del plebiscito para refrendar el acuerdo de paz en Colombia. Triunfo el no con el 50,21% de los votos, equivalentes a 6.431.376 sufragios. En contra de sí que obtuvo el 49, 78% de los votos, que representan 6.377.482 sufragios, una diferencia mínima de 53.894 votos.



Una elecciones donde solo votaron el 37,43%, 13.066.047 de los ciudadanos habitados para votar que era de 34.899.945. Indudablemente que perdió el gobierno del presidente Santos y el proceso de paz entro en un limbo jurídico. Pero más allá de la incertidumbre que se encuentra el proceso de paz, el triunfo del no, obedeció en parte a una poderosa campaña de manipulación de la política del odio con Las Fuerzas Revolucionaria de Colombia (FARC) y del miedo que el país cayera en el Castro chavismo, que difundieron los líderes del no, para oponerse a las reformas que se plantean en el acuerdo de paz.

Las reformas que se plantean en el acuerdo de paz, son las mismas que se vienen pidiendo desde la primera década del siglo XX, las mismas que por no hacerse, originaron los 52 años de guerra con las Farc. El acuerdo de paz que no modifica ni el sistema económico, ni el régimen de propiedad en Colombia.

Pudo más el miedo y el odio, que el perdón y la reconciliación. En los que votaron por él no, no hubo sindéresis a la hora de decidir entre la paz y la guerra. De hecho, gano el odio y la sed de venganza, perdió el perdón y la reconciliación. Se demostró otra vez que la manipulación de la población pobre y de la clase media ha sido un instrumento político eficaz de la oligarquía colombiana para conservar su poder y sus privilegios de clase dominante.

En las desavenencias entre el presidente Juan Manuel Santos y el ex presidente Álvaro Uribe, lo que se esconde el enfrentamiento entre dos sectores de la oligarquía colombiana. El proceso de paz ha puesto en contexto sus diferencias por las reformas que demanda la sociedad colombiana desde los albores del siglo XX, y que han sido la medula dorsal del conflicto colombiano.

Es claro que el sector de la oligarquía, que representa Santos, más progresista impulsa reformas como la agraria y la apertura política para los sectores insurgentes y las minorías étnicas. En cambio, el sector que representa Uribe, asociado a los latifundistas y a los dogmas religiosos, impulsador del paramilitarismo, no quieren en el fondo reformas como la agraria, la restitución de tierras, a la propuesta de justicia, verdad y reparación y otras reformas que afecten su poder económico, sus privilegios y su hegemonía de clase.

Postura que se matiza con una manipulación que la gente no alcanza a comprender y que le ha servido al Centro Democrático del expresidente Uribe, para mantener su electorado cautivo. Detrás del CD se esconde una poderosa fuerza de la oligarquía que se ha opuesto a las reformas más liberales que demanda la sociedad colombiana. Fuerza que desplegó todo su poder económico y político para determinar los resultados en la región andina, la más rica y poblada del país.

El mapa de las votaciones del plebiscito refleja una clara radiografía sobre el poder que ejercen las élites andinas, que impusieron con su voto los resultados. Frente a las regiones de la periferia donde son mayores los destres de la guerra: Las costa Atlántica y Pacífica; la Orinoquía y la amazonia, donde se concentran los más altos índices de pobreza y desigualdades del país. Regiones pobres que votaron a favor de la paz. Esa hegemonía andina y el papel de la oligarquía latifundistas que demuestran los resultados del plebiscito son los que no han permitido cambios estructurales en el desarrollo y en la democratización del poder en el país.

Santos y Uribe simbolizan dos sectores de la oligarquía con marcadas diferencias sobre la conducción el Estado dentro del establecimiento. Producto de sus luchas, Las Farc ha quedado en el centro del péndulo de la política nacional. Los que votaron por él no han jugado en papel decisivo para que Las Farc obtengan un posicionamiento político más rápido que lo que se esperaba y estén otra vez, en el centro de los acuerdos y desacuerdos de la política nacional.

Los desacuerdos por las reformas liberales entre los sectores progresistas y la ultraderecha de la oligarquía colombiana no son nuevos, los vivimos en los siglos XIX y XX. En los años 30 del siglo XX, cuando Alfonso López Pumarejo (1934-1938, 1942-1945), impulso las reformas para adecuar la estructura del Estado a los nuevos cambios que demandaba la sociedad, entre ella la reforma agraria, el sector de terratenientes, que representa actualmente Uribe se opuso. La reforma Agraria que se plantea en el acuerdo de paz es idéntica a la que no dejaron hacer los terratenientes a López Pumarejo y a Carlos Lleras Restrepo (1966-1970).

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