En la mesa, en un búcaro ancho y enano, la planta estaba sobre un lecho oscuro, pero debajo, a través del cristal, se veía algo. Levanté el florero para verlo.
«Arenas», dijo una mujer. «Arenas para sostenerlo».
Después Aznar, que estaba en los periódicos. Algunos lo asociaban a un jarrón, de la modalidad ‘jarrón chino’ que da nombre a la ocupación-situación de los Presidentes de Gobierno que dejan el cargo y se ven abocados a otra actividad. Una actividad en la que confluyen hábitos y euforias del pasado con egos menguantes, acaso amargos. Y en la que el devenido a otra condición ha de soportar que su figura antigua sea sustituida por otra anodina, quieta y silenciosa. En ese estado, puede que el menor movimiento produzca vértigo, desequilibrios, e incluso miedo al ostracismo. Como salida a la situación de los ‘jarrones chinos’ (no ex-presidentes de Gobierno), sólo aparecen tres: Romperlos. Exhibirlos. O usarlos como tiestos para plantas que en Navidad pueden ser flores de Pascua.
Tras lo anterior, la noticia: Aznar era motivo de atención por su renuncia a la Presidencia Honoraria del PP. La cuestión en sí no tenía más importancia que la simple renuncia. Como las brácteas en la Flor de Pascua llaman la atención suplantando una misión que no les corresponde (no son flores, ni órganos engendradores, sino simples adornos), Aznar hoy no tiene otro interés que lo llamativo de sus acciones. Esta acción, como otras pasadas, ha llegado a ser noticia sólo por su condición de adorno informativo.
No obstante, se pueden buscar otras razones que hoy dan consistencia a las noticias que provoca Aznar:
Recuerdo del pasado y de lo que fue y ya no es.
Un recuerdo que, en beneficio de Aznar, acaso sea mejor dejar tal cual. Porque es cierto que él fue Presidente de Gobierno y que su mandato tuvo importancia para España. Con sus aciertos, que son indudables y merecen respeto: Organizó el PP actual, mejoró la situación de España en el mundo, robusteció el Estado del Bienestar, recondujo el amago de quiebra económica nacional producida por la deriva socialista..., y (sólo para algunos) nombró a Rajoy como sustituto. Y con sus errores, también evidentes y merecedores de censura: Cooperó en la des-estructuración del Estado cediendo ante los independentistas, mostró un belicismo excesivo (Pacto de Las Azores), desaprovechó la mayoría que tuvo para organizar unas reformas nacionales consensuadas en materias diversas (Sanidad, Educación, Fiscal, Laboral Constitución...) que eran convenientes; y (sólo para otros) nombró a Rajoy como sustituto.
Pero también es cierto que su acción pasada, que no puede ser cambiada, merece pasar a la historia sin convertirse en obstáculo.
Por lo que pueda influir en el presente
Que en el ámbito nacional es muy poco, ya que en la situación actual sus posibilidades están lastradas con unos errores de pasado que, aunque sean inferiores a los aciertos (si lo fueran), le impiden conseguir posiciones de dominio. En la esfera internacional, con el presidente Rajoy en la ONU, su influencia, también escasa, se reduce, como mucho, a algún comentario intrascendente salpimentado con alguna opinión adversa sobre un patriotismo que pudiera quedar en entredicho o una animadversión, supuesta, mezclada con celos personales difíciles de disculpar.
Por otra parte, sus adeptos han sido relegados en un cauce político que no mira hacia atrás. En esta situación, los que fueron sus fieles (Cascos, Esperanza Aguirre, Acebes, Astarloa, Cayetana Alvarez de Toledo... y hasta los ‘floridablancas’) se han quedado fuera de la onda del poder; y en algunos casos hasta fuera del PP. Por el momento, de los ‘aznaristas’ sólo sigue colocado Pablo Casado, pero en una posición tan especial como la que tiene (y padece): a la sombra de, y controlado por.
Por lo que pueda hacer en un futuro
Su posición, en ningún caso ambigua y a veces contraria a la propia del PP, en vez de consolidar fuerzas partidistas y ampliar bases electorales para el futuro, como ocurrió en el pasado (tras sustituir a Fraga), conduce a una desestabilización contraria a la consolidación. En este contexto, la aparición de una fuerza ‘aznarista’, dentro del PP o al margen, es una entelequia contraria al interés nacional, al PP, y a la figura política de un ex-presidente que no merece ser enfangado en disidencias por arrebatos personales.
Por eso, en estas fecha en las que Aznar y la Flor de Pascua son motivo de atención, parece oportuno felicitar las fiestas apartando a José María Aznar y a la flor de Pascua del ‘jarrón chino’. Sin «Arenas para sostenerlo». O con «Arenas» de apoyo.
El resultado puede ser, a modo de felicitación, un tarjetón navideño. Con Aznar y la Flor de Pascua (para algunos), o sin ellos.
Además del tarjetón, polvorones, turrón, mazapanes, peladillas.
Y Felices Pascuas.