La política actual española está corrupta, es decir, no sirve como herramienta para su fin primordial. Los partidos políticos, además de “concurrir a la formación y manifestación de la voluntad popular”, deben estar orientados a cumplir la misión la Constitución establece en su preámbulo: hacer realidad “la voluntad de la Nación española de garantizar la convivencia democrática”. Sin ello su existencia pierde todo su valor y se terminan transformando en “castas” parásitas, que viven, ellas y sus entornos, del erario público, que aportan escaso valor a la sociedad y que llevarán a España al desastre.
El jueves 24 de mayo, el Congreso aprobó los Presupuestos Generales del Estado. La ceremonia fue, una vez más, un ejemplo muy poco edificante de compra, a un precio muy caro, de un puñado de votos para alcanzar la mayoría absoluta. El PSOE y el PP, no supieron, cuando las mayorías absolutas de González se acabaron, consensuar un acuerdo que permitiera gobernar y aprobar los Presupuestos del partido más votado, inclusive exigiendo que tuviera un mínimo número de escaños. Al no hacerlo tuvo España que pagar un precio muy alto para que González gobernara, con mayoría simple en 1993 y, más alto aún, para que lo hiciera Aznar en 1996. A partir de esas fechas, los partidos nacionalistas catalán y vasco fueron los cobradores, en detrimento de los demás territorios españoles. La situación ha seguido así hasta hoy, dando una penosa imagen de chalaneo para alcanzar el poder.
Sin embargo, en esta ocasión, la situación es esperpéntica. Justo al día siguiente de la aprobación a los Presupuestos, con el apoyo de Nueva Canarias, socio electoral del PSOE, Pedro Sánchez, el 25 de mayo, presentaba una moción de censura contra el presidente Rajoy. Tomaba como argumento la primera sentencia de la Audiencia Nacional, hecha pública el 24 de mayo, sobre la trama Gürtel de financiación ilegal del PP. El calificativo de situación esperpéntica está claramente justificado. Los casos de corrupción por la financiación del PP llevan ya bastantes años en los medios de comunicación. Fueron esgrimidos por el propio Pedro Sánchez en el otoño del año pasado con su famoso “No es no” al Sr. Rajoy. Hay otras siete causas abiertas sobre este caso, así como los procesos Púnica, Lezo y Brugal. Por tanto, el problema del PP y la corrupción es un tema ya muy conocido. Por otro lado, el PSOE está a la espera de sentencia ante el Audiencia de Sevilla por el caso de los ERE, del cual Pedro Sánchez nunca ha querido saber nada, y eso que fue elegido Secretario General del PSOE en julio de 2014. Además, este partido tiene procesos en marcha por el tema de los cursos de formación, la contratación de enchufados y la Gürtel socialista valenciana, entre otros. En suma, Pedro Sánchez ha esgrimido sorpresivamente la excusa ya gastada de la corrupción del PP y ha olvidado la viga en su propio partido. Si a esto se añade que el PSOE sólo tiene 85 diputados de los 350 del hemiciclo, la realidad deformada y grotesca del esperpento está servida.
El gran problema inmediato está siendo el impacto dañino que la moción de censura está teniendo en la economía española y que se refleja intensamente en la caída de la Bolsa y en la subida de la prima de riesgo. A ello se añade la peligrosa crisis del separatismo catalán, ya que las cuentas no le salen a Pedro Sánchez para llegar a la Presidencia. Necesita no sólo el voto del comunismo radical de Podemos sino también con los de los separatistas catalanes y vascos, los cuales no le darían su apoyo más que si liberara a los “presos políticos”, cosa que no está en manos del Ejecutivo, o si accede a sus ansias separatistas. La crisis económica y el separatismo son los dos grandes riesgos. Las motivaciones de los actores son la clave para entender en qué medida estos riesgos pueden agravarse más aún.
En el caso de Pedro Sánchez parece que la motivación de su decisión, impensada y poco realista, se basa en su ambición personal. Es obvio que el “No a Rajoy” no es ni puede ser en absoluto el eje de una política de Estado. El gran problema es que el candidato ya metió la pata el año pasado y no triunfar ahora lo echaría de la política, aunque siempre le quede su doctorado.
En el caso de Podemos su motivación de apoyar a Pedro Sánchez se fundamenta en su marxismo revolucionario, en su creencia en la lucha de clases y en su voluntaria ceguera ante el camino dictatorial y policial que ha seguido la Venezuela asesorada por ellos. Su motivación es pura fe ciega y por tanto dará su apoyo a Pedro sin exigirle demasiadas contrapartidas.
En el caso de los separatistas catalanes su motivación es obvia. Todo lo que debilite al Gobierno de la Nación, todo lo que suprima el 155, todo lo que les permita reabrir sus “embajadas” y seguir apoyando el “procés” estará bien. Por ello, apoyar a Pedro, aun a regañadientes, les parecerá lo más conveniente.
En el caso del PNV y de los partidos vascos, su motivación principal será también la de apoyar a un Gobierno central débil, lo que les facilitará obtener concesiones económicas y avanzar hacia una Euskadi confederada con España. Por tanto, su apoyo a Pedro Sánchez es también muy probable.
En el caso de Rivera, su motivación principal es lograr que se convoquen unas futuras elecciones. En ellas espera obtener una mayoría suficiente para poder gobernar, posiblemente con el apoyo del PP, o incluso del PSOE. Seguramente, estará arrepentido de no haber dicho no a los Presupuestos, lo que habría llevado a Rajoy a una convocatoria de elecciones. Rivera no va a aceptar que esa convocatoria, que hoy por hoy le favorece frente al PP y al PSOE, se aleje en el tiempo.
En el caso de Rajoy, su motivación principal parece ser la de seguir gobernando, sin importarle los temas de corrupción pues, dirá que “los tienen todos”, ni tampoco el hundimiento de su partido pues observa que dentro no tiene oposición ninguna. Basa su política en que la economía siga mejorando y es ciego a cualquier otro tipo de valor. No ha sido capaz de reconocer y pedir disculpas por lo evidente y tampoco de dar un paso atrás. Puede llevar a España a una situación catastrófica. Su ceguera, la misma que le permitió decir que no hubo referéndum el 1.O ni Declaración Unilateral de Independencia, le impide ver que el conjunto de motivaciones de los grupos políticos nos lleva, salvo una reacción muy inteligente, rápida y generosa, a una tormenta muy oscura porque la aritmética parlamentaria lo permite.
Hasta aquí el gravísimo riesgo al que los políticos han llevado a España. Pero detrás de todo riesgo siempre hay alguna oportunidad.