De todos. Respeto de la prensa, de los ciudadanos y del gobierno. También, y muy especialmente, del Presidente del Gobierno. Porque sino, la amenaza está ahí, esto se puede ir al traste y convertir la actividad política en motivo de jarana; o, lo que es peor, en un auténtico desmadre. Tras la charla dominical de la periodista Ana Pastor con el Presidente del Gobierno en La Sexta, entrevista para unos y Sesión de masaje y maquillaje para otros, se anunciaba a bombo, platillo y cornetín la presencia de Pedro Sánchez en la Casa de América. Será a las 12 de la mañana y le acompañará todo el Gobierno, se decía, con las ausencias de las ministras María Margarita Robles, de Defensa; y Teresa Ribera, de Transición Ecológica.
Acceso e identificación. AVANZAMOS como eslogan de bienvenida. Y asistentes: Cristina Narbona, Padre Ángel, Sacristán, José Luis Rodríguez, Pedrojota, Fernando Jaúregui, Colmenero, Sanz, García Abadillo, cámaras, fotógrafos y más prensa, Juan Rosell, Hilario Alfaro, Florentino Pérez, más empresarios y no empresarios. Desfile de ministros y ministras, menos las ausentes. Los Javis. Y dos bromas de mal gusto: La primera en forma de pregunta ¿Es la ministra de Sanidad o José Mota disfrazado de ídem?. La Segunda a costa del director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, Iván Redondo: Jugando con nombre y apellido, mentaron a Ivanhoe, la británica figura de Wilfred de Ivanhoe, para insinuar críticas a Redondo y componer un apodo estúpido y sin gracia: Iván Jode.
Antes de empezar, mientras se esperaba la llegada del Presidente del Gobierno, con la noticia importante que se había anunciado como motivo para la convocatoria, se desataron las especulaciones: ‘Va a anunciar Elecciones Generales’, dijo una voz bronca. ‘La ministra de Defensa está harta y se puede largar. Sería la tercera’, le contestaron. ‘Busca motivo para alargar el inquilinato en Moncloa y, con lo de Franco y el Valle de los Caídos usado, puede aparecer cualquier cosa, hasta la exhumación de Onésimo Redondo o la restauración de su monumento en Labajos’, remató un tercero.
Ninguna de las tres. “El contexto elige por nosotros”, dijo Pedro Sánchez al llegar, tras aplauso de la concurrencia. Para lanzarse a tratar de explicar el “Avanzamos” y las acciones de su gobierno en sus 100 primeros días: “El país no podía aguantar más, por eso di un paso al frente. El país necesita encontrarse con lo mejor de sí mismo. España necesita estabilidad, acuerdo y política”. Éxito que nos une. Europa, libertad, igualdad, fraternidad. Europa no está en riesgo. “Estuve en América Latina”. Emoción en Chile porque una señora dio las gracias por exhumar a Franco. Gobierno para impulsar cambio. ¿Año 2030? Década por ganar. España sufrió crisis económica y social. La recuperación no ha sido justa. La razón de la Moción de Censura es que supuso una posibilidad. En contexto de corrupción. España es reformable.
Iban doce minutos de discurso y se esperaba algo más. El algo que saltó a los 13: El Gobierno va a proponer una reforma de la Constitución para suprimir aforamientos. Si hay acuerdo en el Congreso, la reforma se puede hacer en 60 días. El anuncio del Presidente de Gobierno, desde la Presidencia del Gobierno y a pesar de las alharacas en la convocatoria, sólo es tomar una propuesta electoral de Ciudadanos.
Las plumas y tabletas, sin noticia importante, empezaron a aquietarse. Y a copiar: Nos hemos puesto a trabajar. En tres meses más propuestas que (Rajoy) en siete años. Justicia Laboral. Educación Pública. Becas. Compromiso Social. Pensiones. Desafíos. Solidaridad. Merkel y Macron. Etapa negra en RTVE. Impulso para lograr los PGE de 2019. Patrimonio Cívico. Cómo queremos que sea España. Justicia Social. Vivienda Pública. Fondos buitre...
Por casualidad o hecho adrede, en la fila séptima sonó la llamada de un móvil con el soniquete de una canción de ‘Alaska y los Pegamoides’: “Bailando. Me paso el día bailando. Y los vecinos mientras tanto, no paran de molestar. Bebiendo. Me paso el día bebiendo. La cocktelera agitando. Llena de Soda y Vermut.”
A partir de ahí, estupefacción. Y pasmo. El discurso de Pedro Sánchez se asoció a la cocktelera de la canción. Aparte quedaron los motivos para hacerla: ¿Tratar de colocar a Rivera frente a su propuesta? ¿Poner en un brete al PP de Casado? ¿Enseñar a Iglesias y a Podemos la zanahoria de una Reforma Constitucional sin considerar, o considerando, palos escondidos? ¿O burlar con capote reformista la táctica andaluza sociosusanita?
También las formas y consecuencias, que aparecerían después y llenarían la tarde: Cómo reformar la Constitución. Porcentajes necesarios para que la Reforma agitada por el Presidente pueda tener éxito en la Cámara. Qué harán los que han de votarla. Qué exigencias habrá que conceder a ‘los socios de censura’.
“¡Pobre hombre!”, dijo alguién mirando a Pedro Sánchez ante el atril. “Pobres nosotros. Un respeto”, le respondieron. Y es que la Presidencia del Gobierno merece respeto. De todos. Respeto de la prensa, de los ciudadanos y del gobierno. También, y muy especialmente, del Presidente del Gobierno. Porque sino, la amenaza está ahí, esto se puede ir al traste convirtiendo la actividad política en motivo de jarana; o, lo que es peor, en un auténtico desmadre.