Estos son textos de las intervenciones de ambos:
Rufián: “Señor Borrell, si viniera a los plenos se enteraría de lo que estamos hablando, cada vez que el grupo parlamentario de Ciudadanos nos llame golpistas, le recordaremos los tiros que hay en el techo y les diremos fascistas. Dicho esto, dicho esto, señor Borrell, la verdad es que llevo tiempo queriendo decirle esto. Usted, y míreme bien, usted es el ministro más indigno, usted es el ministro más indigno de la historia de la democracia española; y los ha habido muy indignos. Usted, señor Borrell, no es un ministro, usted es un hooligan, usted es un militante de Sociedad Civil Catalana, una vergüenza para su grupo parlamentario, más que nada porque es una organización de extrema derecha...Tres cosas, señor Borrell. La primera, vergüenza. Le debería dar vergüenza decir que compite con nosotros cuando maneja un presupuesto de 1.500 millones de euros respecto a 60. La diferencia entre usted y un ministro de exteriores se llama Raúl Romeva. Dos, vergüenza que usted se mofe de mi compañero Oriol Junqueras mientras se pudría en una cárcel de Madrid y usted se estaba mofando en un mitín del PSC. Le pido que dimita. Muchas gracias.”
Borrell: “Yo creía que iba a tener la ocasión de intercambiar con usted argumentos sólidos sobre política exterior, pero ya veo que no se trata de eso. Una vez más, señor Rufián, ha vertido usted sobre el hemiciclo esa mezcla de serrín y estiércol que es lo único que es usted capaz de producir... Yo creo que el hemiciclo es el lugar en el que se argumenta con la palabra, no el lugar donde se escupe a los diputados como acaba de ocurrir”.
Esos textos tienen poco de improvisados: Rufián sabía qué iba a decir. Borrel, con el cambio de tono tras su primera frase, también demostró que su respuesta es consecuencia de una táctica preparada.
Además de sus intervenciones, contando con ellos mismos y sus grupos parlamentarios (ERC, PSOE), o sin ellos, hay alrededor de lo ocurrido algunas circunstancias, unas ajenas y otras propias, que merecen ser tenidas en cuenta.
Entre las primeras, está un ambiente previo a la Sesión en el que, entre el fragor político de unos PGE sin aprobar y el olor a Elecciones Generales, aparecía la última ocurrencia del PP a cuenta de la sustitución de los miembros del CGPJ. Pablo Casado y García Egea en entredicho. Ignacio Cosidó en la picota por su metedura de pata en un WhatsApp. Rafael Catalá censurado y en boca de todos (hasta de él mismo). Javier Arenas citado por su segundo apellido (Bocanegra) junto al ‘mor-bo’, candidato popular a las Elecciones Andaluzas (Moreno Bonilla). Y la vuelta de los “viejos clanes” que reaparecen y vuelven a jugar, cada uno a lo suyo.
Entre las propias, las sobrevenidas previsibles: Expulsión de Rufián. Aplauso común de PP, PSOE y Ciudadanos a la expulsión. Reacción de ERC. Y hasta las intervenciones, programadas, de los populares Suárez Lamata y Hernando Fraile con sus preguntas a la ministra de justicia. Y las imprevisibles: Ausencias de Presidente y Vicepresidenta del Gobierno del Hemiciclo (acaso calculado). Protesta de Borrell por un escupitajo supuesto, o no, de Jordi Salvador. Reacción de ERC. El lastre oratorio de Adriana Lastra, suavizando la ofensa del escupitajo a Borrell y poniendo a sus compañeros ante la duda de si pretendía salvar algo con ERC o si, como intentó afear alguien, “una vez más, no se entera y anda a pájaros”.
Todo ello compone una especie de embrollo que sirve para enredar situaciones y juicios; y para ocultar las pretensiones que hay tras la “Operación Serrín y estiércol”. Y es que, en la situación política nacional, la acción iniciada por Rufián y secundada por Borrell compromete el equilibrio de fuerzas políticas (en el que es imprescindible ERC) que sostienen al gobierno de Pedro Sánchez. Con ello, el rifirrafe de hoy se convierte en el principio de una maniobra política iniciada por ERC, secundada por el PSOE y en la que el resto de grupos políticos, si no lo perciben y evitan, pueden convertirse en meros comparsas: El PP asentando liderazgos y con sus ocurrencias. Podemos a la greña interna, tratando de compaginar intereses propios y aspiraciones de mareas y confluencias con socios potenciales. Ciudadanos obligado a buscar sitio tras alterarse los supuestos electorales; y decidiendo a quien conviene convertir en enemigo. Y los independentistas, catalanes y vascos, en el atolladero que entre todos han preparado, unos como actores y sabiéndolo (ERC y PSOE) y otros como bojiganga.
La “Operación serrín y estiércol” ha empezado en el Congreso de los Diputados. Es una jugada política en la que se pueden prever las intenciones de quienes la han iniciado: ERC conseguir la supremacía del independentismo en Cataluña. PSOE lograr una situación que propicie la prorroga o reedición de un gobierno socialista. Falta por conocer los efectos, unos efectos que, inexorablemente, van a ir unidos a las urnas.