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¿ES UNA IDEA, UNA IMAGEN O ES REAL?

¿Agoniza Europa?
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¿Agoniza Europa?

· Por Luis Sánchez de Movellán, Doctor en Derecho. Profesor y Escritor

By Luis Sánchez de Movellán
viernes 24 de mayo de 2019, 16:50h

La idea de Europa nace, en primer lugar, en la cultura griega y romana; en segundo lugar, en el mensaje cristiano; y en tercer lugar –sobre todo en la época moderna y especialmente en la contemporánea- a raíz de la gran revolución científico-tecnológica, iniciada en el siglo XVI y desarrollada con extraordinaria velocidad y con apabullantes efectos en los siglos posteriores hasta llegar a la actualidad. Si nos centramos en el primer punto, lo podemos articular en los siguientes cinco apartados: a) La cultura griega arranca de la forma mentis de la cual nace la filosofía y las primeras formas de ciencia o protociencia; b) En la cultura helénica se ha venido en considerar el descubrimiento de la naturaleza del hombre como psiqué, entendida ésta como inteligencia, como capacidad de entender y de querer, y, en consecuencia, con la identificación del cómputo fundamental del hombre en la “cura del alma” (en este sentido, téngase presente que las diversas formas de “ciencia humana” como el psicoanálisis, la psicología, la psicoterapia, serían impensables sin el descubrimiento helénico de la psiqué); c) En Grecia se formó y consolidó la cultura de la escritura; d) De Grecia proviene el concepto de democracia; y e) De la cultura romana proviene el concepto del Derecho y su aplicación posterior al moderno Estado de Derecho.

Sobre el origen de Europa, el filósofo Edmund Husserl reclamó con fuerza la atención, en una célebre conferencia pronunciada en Viena el 7 de Mayo de 1935, en la que afirmaba que la antigua Grecia de los siglos VI y VII a.C. era el lugar de nacimiento de Europa. Husserl proclamaba que “la Europa espiritual tiene un lugar de nacimiento. No hablo de un lugar geográfico, de un país, aunque esto sea legítimo; hablo de un nacimiento espiritual que ha sucedido en una nación o mejor dicho en el medio de hombres singulares, en un singular grupo de hombres de esta nación. Esta nación es la antigua Grecia de los siglos VI y VII a.C. En ella se perfila un nuevo enfoque de algunos hombres en su enfrentamiento con el mundo que les rodea. En lo que pueda sembrar paradojas, en la comprensión de la filosofía entendida en este sentido, yo veo el fenómeno originario de la Europa espiritual”. Y propio de esta forma mentis es el nacimiento de la primera forma de ciencia: la matemática, la medicina y la astronomía.

El segundo apartado lo ha colocado en primer plano Jan Patocka, en su libro Platón y Europa: “La historia de Europa es en gran parte, al menos desde finales del siglo XV, la historia de la tentativa de realizar la “cura del alma”. Europa ha nacido de este motivo, es decir de la propia cura del alma, y está muerta porque la cura del alma se ha abandonado, se ha dejado caer nuevamente en el olvido”. En efecto, este mensaje de fondo fue presentado en primer lugar por Sócrates, y ha constituido una de las bases más sólidas de la formación del pensamiento occidental. Veamos como suena tal mensaje (pronunciado por el filósofo delante de sus jueces en la Apología de Sócrates escrita por Platón): “No hago otra cosa que ir por todos lados para persuadiros, seáis jóvenes o viejos, que lo primero no es el cuidado del cuerpo ni el acumular riquezas, sino que lo primero es el cuidado y mejoramiento del alma; no ceso de repetiros que las riquezas no dan la virtud sino que la virtud es la que da a los hombres las riquezas y los demás bienes, así públicos como privados”.

Contrariamente a lo que muchos creen, la cultura de la escritura no nace en la edad moderna con la invención del arte de la impresión. El invento de la imprenta ha reforzado, desarrollado y difundido tal cultura de modo profuso, pero no la ha creado. Esto es un preciso dato fáctico que en la communis opinio no ha sido bien recibido. Y una gran parte de autores de gran erudición han hecho coincidir el nacimiento de la cultura de la escritura con la invención del arte de la impresión, con el alumbramiento de la imprenta.

Muchos piensan que hasta el descubrimiento de la imprenta, la cultura estaba sobre todo profundamente fundada en la transmisión oral. Pero esto no es verdad. Si pensamos –por poner un ejemplo significativo- en la transmisión del imponente número de escritos del Corpus Platonicum, que ha producido una verdadera y auténtica revolución cultural en su época, o en la del Corpus Aristotelicum, o en el Corpus de los escritos galénicos o hipocráticos, o en el Corpus de los escritos de los historiadores, o en los Elementos de Euclides, o en los escritos científicos de Arquímedes, es como comprenderemos que sólo con la escritura es como este imponente trabajo ha podido ser producido, publicado, recibido y transmitido. El invento de la imprenta no ha creado la cultura de la escritura, pero la ha consolidado y difundido de manera siempre creciente. En consecuencia, la cultura en general se convirtió prácticamente hasta el siglo XX en una “cultura de la escritura” por excelencia, en un sentido global. Hoy quizá podamos hablar de una cultura de la escritura virtual, de una “cultura digital”.

Una de las más grandes herencias de la cultura griega ha sido la creación de la democracia, que hoy triunfa. Pero la democracia no es “autosuficiente”, ya que requiere estructuras y fundamentos bastante complejos. Y como constatamos todos hoy, no es exportable y transplantable allí donde faltan estructuras y fundamentos espirituales. En particular, la convivencia de la “diversidad” en una dinámica democrática resulta ser cualquier otra cosa más que algo fácil. En la dificultad de conciliar la “diversidad” es donde la futura Europa habrá de empeñarse a fondo. Se podrán reconocer y adquirir enseñanzas de la “diversidad” de las varias culturas de modo constructivo, sólo si no se anula y no se pone en cuarentena la propia “identidad”, ya que ésta se ha de revitalizar y reforzar (lo “diverso” no se puede conocer y asimilar de forma constructiva, si falta lo “idéntico”)

Del espíritu concreto y realista de los romanos deriva la imponente concepción del Derecho y del Estado fundado sobre el Derecho. Y, en conexión con esto, también la difusión del concepto del “deber”. Si pensamos en uno de los mayores textos filosóficos de Cicerón que se titula De officiis, veremos la importancia casi divina de los deberes. La romanidad fue determinante no sólo en la creación del concepto de officium y del derecho, sino que en general también se impuso con su realismo y con su ethos.

¿Se salvará todavía Europa? Lo creemos, o –por decirlo más exactamente- lo esperamos. Y concluimos con un magnífico pensamiento de esperanza expresado por María Zambrano, en La agonía de Europa, de un modo perfecto: “Europa no ha muerto, Europa no puede morir del todo, agoniza. Porque Europa es tal vez lo único en la Historia que no puede morir del todo, lo único que puede resucitar. Este principio de resurrección estará antes que el de su vida y el de su transitoria muerte”.

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