Sin duda una de las noticias internacionales más relevantes de los últimos días de septiembre ha sido la puesta en marcha del proceso de destitución o impeachement lanzado contra el Presidente Donald Trump por la mayoría demócrata de la Cámara de Representantes norteamericana. Nancy Pelosi, portavoz de la Cámara baja y tercera autoridad de país, se había estado resistiendo apoyándose en la división interna del partido sobre la conveniencia o no de adoptar una decisión de este calado, pero la filtración de una transcripción telefónica entre Donald Trump y el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky le ha hecho cambiar de opinión y, finalmente, ha cedido a las presiones.
El detonante
El contenido de la transcripción deja entrever cómo Trump solicita al líder ucraniano que investigue los negocios gasísticos del hijo de Joe Biden, Hunter Biden en la empresa de gas ucraniana Burisma Holdings desde 2014. Por su parte, Zelinsky agradece, en la conversación del 25 de julio, el enorme apoyo recibido en materia de defensa por parte de Washington e incluso menciona la intención de comprar un determinado material militar anti-tanque. Apenas una semana antes Estados Unidos había suspendido los 250 millones de dólares que el Congreso había autorizado en ayuda militar para Ucrania. Por si esto fuera poco, también se menciona la existencia de un servidor con sede en Ucrania que podría haber sido el utilizado para hackear las cuentas del servidor de correo del Partido Demócrata. El objetivo de Trump, en este caso, era intentar recabar información de un rival político para desacreditarlo, utilizando a una fuerza extranjera para ello. Un acto que podría ser tachado de “traición a su cargo”. Y aunque todo parece sacado de una serie de Netflix, en realidad, está pasando.
Por su parte, en el Partido Demócrata ya se venía pergeñando la posibilidad de lanzar un procedimiento de esta naturaleza contra Trump por otras causas, pero existían muchas dudas sobre la probabilidad de éxito de este a apenas un año vista de las elecciones presidenciales de 2020, en las que los sondeos auguraban un buen resultado para Biden en detrimento de Trump. De ahí parte de las dudas.
¿Cómo funciona?
El proceso de destitución o impeachment es un mecanismo que se pone en marcha desde la Cámara de Representantes, que actúa como fiscal, para encausar a algún alto cargo del gobierno federal por “mala conducta”. Por tanto, cualquier cargo federal, no sólo los presidentes, sino también jueces federales, senadores, etc puede ser objeto de una apertura de procedimiento de investigación. De hecho, en este momento existen 19 procesos abiertos, 15 de los cuales son contra jueces federales.
A pesar de que este proceso sólo ha sido utilizado en cuatro ocasiones en toda la historia constitucional norteamericana contra presidentes (Johnson, Nixon, Clinton y ahora Trump), sin embargo, siempre se ha asociado el impeachemnt como la vía para destituir a un presidente de su cargo. Según la Constitución norteamericana el presidente puede ser investigado y destituido por cargos como “traición, soborno, y otros crímenes o delitos menores”.
El procedimiento para ponerlo en marcha requiere de la mayoría simple en la Cámara de Representantes y de una mayoría de dos tercios en el Senado para culpabilizar y destituir. Sin embargo, tal y como explica la Prof. Yolanda Casado autora del libro El Sistema Político de Estados Unidos, lo más relevante es el control que tiene el líder de la mayoría en el Senado a la hora de marcar los plazos y la agenda en el proceso de investigación. Una vez la causa se sitúe en el Senado, éste decidirá sobre los cargos expuestos por la Cámara de Representantes, todo ello bajo la batuta del Presidente del Tribunal Supremo, juez John Roberts y que será el encargado de juzgar las evidencias.
¿Y ahora entonces?
Una vez que Nancy Pelosi ha decidido poner en marcha el proceso de destitución, lo primero que va hacerse es poner en marcha los comités de investigación de la Cámara de Representantes para ver cuáles serían los cargos a juzgar. Es muy relevante el comité al que se eleve la causa, puesto que si es el de Justicia eso querría decir que la cosa va muy en serio y que los demócratas están dispuestos a dar la batalla. Si fuera otro, entonces el nivel político del proceso disminuiría considerablemente.
Si el proceso sigue su curso y llega al Senado, sería ahí donde más temor existe en las filas demócratas, puesto que estaría en manos de los republicanos y de su líder, Mitch McConnell, que, sin duda, intentará dilatar los plazos de la investigación hasta hacerlos coincidir con la campaña de las presidenciales del próximo año.
En estas circunstancias habrá que ver si la decisión del Partido Demócrata consigue los resultados deseados. A priori, no parece que esta estrategia sea la ganadora por dos razones. La primera, el impeachment deja prácticamente fuera de juego a Biden puesto que su nombre quedará vinculado a un caso de nepotismo, cuando no de corrupción, esto deja el campo abierto a la otra candidata demócrata, Elizabeth Warren, que si bien no representa el ala más socialista del partido, sí que se encuentra a la izquierda de Biden. La segunda, es que a medida que avance el impeachment y se dilaten los tiempos la popularidad de Trump puede elevarse, lo que le garantizaría la reelección en las Presidenciales de 2020.