En este billete semanal, desde la ingobernabilidad hacia la ingobernabilidad, nos gustaría someter a su consideración una primera idea tramposa, veremos más, que intentan meternos en la cabeza y que es terriblemente “errónea”, a nuestro juicio. En primer lugar, están los desesperados, pero exitosos, esfuerzos dedicados a convencernos de que el problema de España es una opción entre una gestión de “derechas” u otra de “izquierdas”. No solamente es una falacia porque nadie articule ni represente hoy en día el centro izquierda, no digamos el centro izquierda patriótico, ya que el PSOE se ha entregado al “Podemismo” anti-régimen, fracturista y desigualitario, sino porque es una colosal distracción y banalización.
Estamos ante un golpe de Estado, llámenle sedicioso, y ante la necesidad ineluctable, de defender la continuación de la “polis”, la pervivencia de España, como territorio legalmente reconocido y como inmenso y antiguo proyecto común de los españoles, hoy en día entendidos como ciudadanos europeos derecho-habientes a un DNI español. Este problema existencial, se sitúa río arriba de cualquier lucha Partidista “siniestra-diestra”, por puro sentido común. En efecto, es ridículo y suicida porfiar por una sociedad más supuestamente progresista o conservadora antes de haber asegurado la existencia de dicha sociedad. Lo que está en juego son España y su democracia, ya que la desaparición de nuestra patria, por desguace, supondría la hecatombe y el fracaso absoluto de nuestro régimen democrático. El mayor fracaso. La desaparición de naciones, incluso históricas y trascendentes en la Historia, se pueden producir por el enemigo interno o externo. Por eso, al jurar, cualquier nuevo aspirante a la ciudadanía de los EE.UU, se compromete a combatir activamente al enemigo “interior o exterior” de la Constitución Americana, por ejemplo. Y cuando la democracia nacional se ve atacada, como es natural e imperativo, todos los Partidos demócratas, priorizan su defensa. Durante la segunda guerra mundial hubo en la Cámara de los Comunes agrios debates y, de hecho, Churchill no fue elegido para gobernar la paz. Pero durante la guerra los Partidos mayoritarios tenían como prioridad ganar la guerra, y ahí, ninguna duda.
Nosotros nos encontramos ahora con ataques desde el interior. Bastante más feroces y extendidos que la realidad que nos han querido contar. Habrá que contrarrestar, derrotar a los enemigos del bien común y de la unidad, igualdad y solidaridad de la ciudadanía y restablecer la normalidad y legal funcionamiento de nuestra democracia. Y después veremos si nos gusta más de izquierdas o de derechas, según momentos, días y cuitas.
¿Que por qué nos banalizan y blanquean el mal de raíz, nos transforman la política en una película de buenos estalinistas contra odiosos fachosos y hablan de lo accesorio? Por intereses de poder a corto y falta de visión de Estado y de responsabilidad. No hay más. Y eso impide la única solución sensata y democrática ante el abismo. Un Gobierno de concentración Nacional.
Así que la semana que viene, hablaremos del no-Gobierno.