Sesión de Constitución del Congreso de los Diputados. Entre empujones de electos antes de empezar, Grupos Parlamentarios sin definir postura. Mira-techos y atisba-suelos contentos de haberse conocido, cada uno a lo suyo. Fórmulas que acatan la Constitución sin acatarla. Búsqueda de puestos en La Mesa y cabildeos para impedir accesos a ella. Pendientes de que el Rey decida la Investidura del Presidente de Gobierno, Pedro Sánchez se auto-erige candidato sin encargo. No se sabe cómo organizar la Legislatura que empieza. Y, muy significativo, errores garrafales del Presidente de la Mesa de edad de la Cámara que evocan el dicho “Lo que mal empieza puede acabar de cualquier forma”.
Unos errores que como cuestión menor definen al diputado de más edad, Agustín Zamarrón Moreno, que presidió la Mesa de Edad según establece el Reglamento del Congreso de los Diputados (Título Preliminar, DE LA SESIÓN CONSTITUTIVA DEL CONGRESO), en su artículo 2; y que tiene como únicas actividades las definidas en el art. 3: El Presidente declarará abierta la sesión y por uno de los Secretarios se dará lectura al Real Decreto de convocatoria, a la relación de Diputados electos y a los recursos contencioso-electorales interpuestos, con indicación de los Diputados electos que pudieran quedar afectados por la resolución de los mismos. Se procederá seguidamente a la elección de la Mesa del Congreso, de acuerdo con el procedimiento previsto en el artículo 37 de este Reglamento.
Es lo legislado, pero Zamarrón, en lugar de atenerse a ello, como Presidente de Mesa de Edad, decidió ampliar actividad cometiendo dos errores:
Primero.- Llamar la atención a la secretaria de la Mesa de Edad que, en vez de leer la relación de los Diputados electos, que debía hacer, aprovechó momento, lugar y situación para, sin consideración al puesto ni respeto al Congreso de los Diputados y lo que representa, acordarse de unos políticos que están presos. Como Presidente de Mesa de Edad, Zamarrón podría haber evitado el hecho corrigiendo e impidiendo la acción al producirse, pero no lo hizo.
Segundo.- Incurriendo él mismo en el desmán, puede que abuso, de dirigirse al pueblo español con unas frases tan absurdas como extemporáneas: “Pido perdón al pueblo español, soberano único por el incumplimiento en la XIII Legislatura del trascendente mandato constitucional de otorgar Gobierno a la nación”
Errores importantes. Por el lugar en que ocurrieron, el Congreso de los Diputados, sede de la soberanía del pueblo al que se ofendió. Por el oprobio que representa la imposición de la lectura de la secretaria. Y, más rotundo, por el uso que Zamarrón hizo de su puesto en el Congreso y del mismo Congreso para unos de actos concatenados que conviene separar: Pedir perdón al pueblo español por algo ocurrido en la Legislatura pasada sin especificar si tenía capacidad para hacerlo, quién le había comisionado, si lo hacía en su nombre, en el del partido o grupo del que forma parte; o si, al margen de lo legislado y la razón, lo hacía en nombre del Congreso de los Diputados que en su Reglamento no otorga capacidad para tal menester al presidente de la Mesa de Edad.
Los errores, ambos, son muy graves. Pero, además, en el momento y marco políticos que han ocurrido hay una connotación añadida que hace que el comportamiento de Zamarrón no pueda quedar en las simples interpretaciones anteriores. Y es que atañe a algo del ámbito partidista en contra de todos; que afecta la armonía institucional, y social, del Estado de Derecho; que lesiona el equilibrio y la equidad en las instituciones; y que, sibilino, condiciona la actividad política nacional, y de todos, en beneficio de una parte de la sociedad y de la clase política (Los que prefieren un Gobierno Nacional inmediato, presidido por Sánchez, propugnando y forzando comportamientos, votos y abstenciones sin contar con el electorado) en contra del resto (Los que rehúsan la alternativa Sánchez, los que no ceden su voto a interpretación ajena y prefieren mantener el poder de decisión sin restricciones; y los que, sin prefigurar nada, prefieren repetir elecciones cuantas veces sean necesarias para configurar un gobierno que respete la voluntad de todos y las normas).
La Legislatura XIV actual ha empezado mal, muy mal. Por lo conocido por todos, por lo visto y urdido por algunos, por lo apuntado aquí, y por lo que puede derivar si no se enmiendan errores. Los de Zamarrón y la Mesa de Edad. Los que pueden aparecer si las reclamaciones hechas en la Sesión Constitutiva del Congreso tienen atención, o no, en el Tribunal Constitucional y en los órganos nacionales que velan por la limpieza electoral. Y los que pueden derivarse de la muy peculiar interpretación del mandato constitucional que cita Zamarrón cuando entiende que en la XIII Legislatura hubo un incumplimiento (por parte del Congreso de los Diputados, se supone) del (¿?) trascendente mandato constitucional de otorgar Gobierno a la nación.
La Legislatura ha empezado mal. Pero no se ha celebrado la solemne sesión de apertura de la legislatura prevista en el Art. 5 del Reglamento del Congreso. Aún hay tiempo. Dice el refrán que “lo que mal empieza puede acabar de cualquier forma”. No si se enmiendan los errores que se iniciaron con Zamarrón presidiendo la Mesa de Edad.