Vimos en el billete anterior que en el momento actual de la política española, una dificultad específica a la que se enfrentan las “oposiciones” patrias (C´S, PP y VOX) es la de tener la lucidez de ver que su labor no es tanto ofrecer alternativas de gestión, por ejemplo económicas, sino ir mucho más hondo y combatir el avance del totalitarismo, la desaparición de una vieja Nación y el ataque a valores básicos de una democracia, muy fragilizada. Un caso bastante infrecuente en la UE actual o en las repúblicas o monarquías parlamentarias occidentales.
Curiosamente, la mayor oposición actual, cuantitativamente el PP, ha dado justamente en esta semana un paso muy claro, entre Cuca y Cayetana, indicativo de sus dificultades esenciales. Pero los Cassandra estamos acostumbrados a esas “coincidencias”…
Prometimos someterles hoy lacónicamente tres situaciones, entendemos que objetivas, que condicionan en este punto la labor de las “oposiciones”.
La primera es la total desaparición en España de un centro izquierda de nivel y patriótico desde hace unos quince o veinte años. El actual PSOE, inane, incompetente y “podemizado” no lo es y muchos votantes añoran ese centro izquierda que construyó la democracia post franquista. La tentación es muy fuerte, en la oposición de centro derecha, de ir a por esos votantes. Pero con ello fragilizan sus convicciones más esenciales (que normalmente compartirían con un centro izquierda anti-totalitario, igualitario y patriótico) y desnaturalizan su propio ser, no sólo en las ofertas de gestión, sino en su radicalidad necesaria en la defensa de los valores torales y transversales en peligro.
La segunda se deriva de la Ley electoral española, inadecuada para las necesidades culturales, históricas y sociales de una potencial democracia moderna en España. La mayor catástrofe que ha producido dicha Ley electoral es que, paulatinamente, ha dejado de existir un Parlamento Nacional exclusivamente enfocado hacia el bien común de la mayoría de los españoles, para convertirse en una mala cámara territorial mezquina y destructiva a menudo de ese bien común, al servicio de localismos y fragmentaciones. Hubiera bastado con imponer, como en Alemania, un umbral de nivel de representación nacional, (¿5%?) para que un Partido pretendiera entrar en el Parlamento de la Nación. Y prometiendo la Constitución, que es para lo que ha sido elegido. Pero en la situación actual, formar alianzas de Gobierno obliga a renunciar a valores fundamentales para la supervivencia de la ciudadanía española. Terrible dilema para las “oposiciones” que no quieran ser cómplices del desguace, si el Partido rival decide ceder cada vez más ante apoyos de quienes atentan contra el bien común. (Recuérdense los “Pactos del Majestic”)
En tercer lugar, finalmente, es letal la dificultad que supone el desarrollo disparatado que ha tenido nuestro sistema autonómico hasta llegar a la situación actual. A ningún analista documentado se le escapa que, ya sea por motivos técnicos, ya sea por motivos políticos, el sistema autonómico debe ser revisado y reformado radicalmente, ya que se ha convertido en una máquina desigualitaria atentatoria contra la unidad y prosperidad de los españoles. Eso obliga a cualquier oposición a posicionarse ante la prioridad de la reforma del sistema autonómico si de verdad quiere recuperar, como dijimos al principio, los valores democráticos de una sociedad unida de libres iguales y solidarios. Y ahí, las “oposiciones” pueden encontrar enormes impedimentos para su labor patriótica, si la asumiese, por su pasado, sus incoherencias y su subordinación a caciques confederales apenas disimulados. Lo acabamos de ver.
En un momento de extrema dificultad histórica, por razones propias y extrañas, con un Gobierno excesivamente incompetente y de nula ética patriótica, la inexistencia del centro izquierda y “las oposiciones de derecha” desacreditadas o despistadas o hipotecadas, es el momento de apelar a los milagros. No se crean, no sería la primera vez que el pueblo español obraría alguno.