Desde los principios del siglo XXI, el sector de la abogacía de empresa y de bufete se ha dotado de herramientas informáticas que permiten a los juristas ser más eficientes y eficaces, aunque los abogados estaban a menudo a la zaga de los financieros y comerciales en las empresas. La crisis financiera de 2008 y, sobre todo, la crisis sanitaria de 2020 han catapultado al mundo jurídico en una frenesís de reducción de costes, protección de datos, seguridad de los intercambios y teletrabajo que están hoy, y seguirán mañana, revolucionando la práctica y la naturaleza del derecho en general y de las consultas y dictámenes jurídicos en particular.
La “commoditization” y la mutación del jurídico desde un servicio hacia un producto
Víctimas de la crisis de los años 2010 y preocupadas por la reducción de los costes jurídicos externos -esencialmente de los bufetes de abogados- las Asesorías Jurídicas de las empresas redujeron drásticamente su presupuesto. Esto ha tenido una doble consecuencia: por una parte, se ha desarrollado internamente toda una serie de tareas jurídicas consideradas demasiado costosas en el exterior -tal y como la gestión de los contratos, la due diligence y algunos contenciosos- y, por otra parte, esto ha favorecido la aparición de numerosos asesores jurídicos especializados en la ejecución de dichas tareas -y otras más- que podían hacerse según la ley del trabajo en línea de producción en cadena, inventada y tan querida por Henry Ford.
En efecto, el hecho de poder ejecutar una tarea -ya sea jurídica o de otro tipo- de manera sistemática y similar -o incluso idéntica- hace que esta tarea se convierta en «commodity », es decir, en un producto que se puede fabricar en cadena o en serie. Este fue el caso del Ford Model T, de la Coca-Cola, del Jean 501 y del iPhone de Apple. De ahí a considerar que ciertos servicios legales ya no eran un servicio sino un producto, no había más que un paso.
Esta evolución de algunas tareas jurídicas de una naturaleza de servicio a la de producto no tiene por qué ser negativa. Ciertamente, el campo del Derecho se reduce, dejando de lado las tareas, labores y trabajos menos «nobles», para concentrarse en los asuntos, estudios y misiones más intelectuales, complejos y sofisticados. De hecho, cada uno puede aprovechar y encontrar su cuenta, tanto el asesor que realiza bien su trabajo, como el cliente que está satisfecho con la relación calidad-precio.
El Jurídico Operativo ha facilitado que la Asesoría Jurídica pase desde el “back-office” hacia el “front-office”
Tras esta evolución, el Jurídico Operativo -o “Legal Operations” según la terminología anglosajona- nació de la necesidad de «gestionar» mejor lo jurídico, y por «mejor» se entiende de manera más eficaz y eficiente, maximizando algunos aspectos y minimizando otros: maximizar el personal, las consultas y la tecnología; minimizar los riesgos, los presupuestos y los proveedores.
Se trata de ver y concebir el Derecho de otra manera. El Jurídico Operativo participa plenamente en este esfuerzo de transformación del Derecho en la medida en que se hace hincapié en la gestión óptima. Gestión significa eficiencia y eficacia. El derecho se está adaptando cada día más al mundo de los negocios, incluida la tecnología. El derecho ha pasado desde el back office hacia el front office.
Es impensable hoy en día que una Asesoría Jurídica de empresa funcione sin ordenadores, sistemas de gestión de contratos, formación en línea y “e-billing” para los abogados externos. Para el día de mañana, los abogados irán aún más lejos y llegarán a ser gestores de la estrategia, del corporativo, de su “staff” jurídico, de los riesgos y del teletrabajo.
La revolución desde el “savoir-faire” hacia el “faire-savoir”
La crisis sanitaria de la Covid19 y su revolución del teletrabajo y del riesgo sanitario han hecho estallar los paradigmas preexistentes en el ámbito del derecho empresarial. No siempre nos damos cuenta de hasta qué punto se ha transformado la vida jurídica en las empresas y cuánto tiempo durará. Las consultas jurídicas internas y externas son sólo un ejemplo entre tantos.
Ya se trate de la gestión de los equipos, la confidencialidad de los datos, los accidentes laborales, la protección de los demás, la vida privada y profesional, la responsabilidad civil, el cumplimiento de las normas o la indemnización por infracción, los abogados se enfrentan hoy en día a toda una serie de nuevas problemáticas sociales, fiscales, empresariales y, por supuesto, jurídicas. Sus conocimientos técnicos y “savoir-faire” ya están -o se verán en breve- sometidos a una dura prueba. Los abogados tendrán que desarrollar todo su “faire-savoir” para comunicar interna y externamente.
Una cuestión importante sigue siendo si el mundo jurídico está listo para enfrentar estos nuevos desafíos. Es cierto que el derecho es una materia en continua evolución y los abogados tanto en las empresas como en los bufetes han sabido adaptarse globalmente para prestar, día tras día, un servicio de calidad. Sin embargo, ¿podrán abrazar la evolución que se propaga en el horizonte y convertirse en vendedores de la ley como si estuvieran vendiendo la Coca-Cola? Con 1.800 millones de productos Coca-Cola fabricados al día, es decir 20.833 por segundo, hay mucho que soñar... o tener pesadillas.
* ©2020 Eric Gardner de Béville, reclutador, consultor, miembro del Círculo Montesquieu en Francia, fundador de FIDADE en España, y cofundador del ILD Club en Suiza.