Se trata de una biografía dura, real, bien contada, impactante, emocional, que nos transporta al siglo XIX y que no olvidarás. El autor, Humberto Pérez-Tomé, lejos de sufrir una especie de demencia por el morbo y las historias true crimen tan de moda, es una persona pacífica, sosegada y que lucha denodadamente por el bien y la paz en el mundo. No es lo primero que escribe, ni tampoco de este género, ya que en el año 2017 se descolgó con Richard Kuklinski, el hombre de hielo, el mayor sicario de la mafia neoyorkina de los años 70.
Escribir biografías narradas tiene a su favor que el guión ya existe, pero el inconveniente de que en casos como este, el autor tiene que meterse en la piel del asesino y eso tiene consecuencias para el escritor. No olvidemos que se trata de vidas espantosas, con una carga emocional muy fuerte, tanto para él como para sus víctimas. Y eso no es indiferente para el que escribe porque si no es capaz de transmitir esa pasión al lector, al final no cuenta la historia que tiene que contar.
Asesinos han existido siempre y la historia en general no es tan bonita ni bucólica como nos puede parecer desde fuera, unos siglos después de los hechos. Traer al mundo de hoy un personaje como Alexander Pearce, nos ayuda a reconocer la naturaleza del ser humano, qué es y qué seguirá siendo. Es un terrible error el buenismo que circula hoy en día por los medios de comunicación como si eso fuese algo del hombre antiguo, como si nosotros fuésemos diferentes. La historia de la humanidad está compuesta de hechos heroicos y crueles, de personas brillantes y perversas. Obviar la parte fea de la historia es dejar la historia coja.
Alexander Pearce, el caníbal irlandés mantienen una trama muy parecida con Papillon porque ambas tienen elementos comunes muy fuertes. Ambas tratan de historias de fuga de prisiones deshumanizadas, de trato brutal. Los dos llegaron allí por injusticias jurídicas, con penas totalmente desproporcionadas. La diferencia entre uno y otro es que Henri Charrière –porque Papillon es una novela autobiográfica-, trata de hacerlo con astucia y valentía pero sin matar. Sin embargo, Alexander Pearce lo hace a pesar de todo y todos, utilizando a otros presos como cosas para su provecho personal.
La historia de Alexander Pearce ha llegado hasta nosotros gracias a las memorias de un sacerdote que también estaba en la misma isla, el reverendo Philip Conolly que también llegó preso hasta la Tierra de Van Diemen, lo que hoy llamamos Tasmania, y que después de cumplir su condena se quedó a vivir allí. Cuando Alexander Pearce huye por segunda vez de la prisión, lo hace en un grupo de ocho presos. La falta de alimento les lleva a ir matándose unos a otros para comerse entre ellos y sobrevivir. Esa fuga es el inicio al canibalismo que le dio a conocer. Curiosamente, el enclenque y bajito Pearce, fue el único que llegó a permanecer pero en unas condiciones desastrosas. Por puro azar, llegó hasta la cabaña de Philip Conolly, que le recoge, le sana y le atiende. Cuando Alexander empieza a contarle su vida, el sacerdote toma nota de todo y escribe así las memorias que conocemos hoy y que Humberto Pérez-Tomé ha sabido trasladarnos como si se tratar de una auténtica aventura que no nos gustaría vivir a ninguno.