Su renta per cápita no alcanza los 7.000 dólares al año y su puesto en el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas es el 161, de 189 países, lo que la convierte en uno de los países más pobres del mundo. Su economía pasó de ser agrícola y de pastoreo a industrial, después de descubrirse petróleo y gas natural, justo después de la independencia. Nigeria forma parte de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), siendo el número 12 en producción petrolífera mundial.
En el contexto africano, Nigeria es el país más poblado, ya que uno de cada seis africanos es nigeriano, siendo el séptimo país con mayor población del mundo. Con la explosión indicada al inicio, Nigeria pasará a ocupar el cuarto lugar mundial y dos de cada seis africanos será nigeriano.
Conviven más de doscientos grupos étnicos, siendo los más importantes los Ausa-Fulani en el norte, de mayoría musulmana, y en el sur los Yoruba, de mayoría cristiana. Muchos de los Yoruba fueron esclavizados y vendidos a las colonias españolas y a Estados Unidos.
A pesar de las riquezas en hidrocarburos, Nigeria vive con altísimos índices de pobreza, siendo la superpoblación uno de los principales problemas y esa pobreza aumentará de forma descontrolada al tiempo que crece exponencialmente la población. Esta situación tendrá una repercusión grave, fundamentalmente en dos aspectos: el primero, la acumulación de personas en torno a las megaciudades, creando grandísimos bolsones de miseria alrededor de ellas y, segundo, una fuerte tendencia a la migración para salir de la extrema pobreza, migración que estará orientada fundamente hacia Europa.
A nivel de estabilidad política, Nigeria tiene que profundizar en elementos claves como la descentralización y desconcentración del poder y de la economía pública, pues se muestran grandes diferencias según los estados. Los conflictos podrían acrecentarse por el aumento desmesurado de la pobreza y puede cobrar relevancia la presión norte/sur o de creencias musulmana/cristiana. No debemos olvidar el conflicto de Biafra que aún rememora los más de un millón de personas que perecieron, en su mayoría por hambre y enfermedades y que se saldó con el triunfo de la unión contra la secesión en los años setenta.
Es ahora cuando los gobernantes nacionales, africanos y de la comunidad internacional, tienen que pensar en cómo afrontar la realidad económica y social de un país que ya es el gigante africano.