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PSICOLOGÍA

Cómo superar el síndrome del nido vacío

Cómo superar el síndrome del nido vacío
By Beatriz Jiménez (@beathecoolplan)
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beatrizjsqcommunicationcom/8/8/24
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lunes 07 de junio de 2021, 13:18h

El síndrome del “nido vacío” viene caracterizado por un conjunto de emociones y sentimientos como consecuencia del momento en que los hijos comienzan a dejar de vivir en el núcleo familiar. La psicóloga Pilar Guerra Escudero (www.pilarguerra.es) nos desgrana el maremoto de sensaciones encontradas que se suceden en esta situación y los tips para conseguir superar esta afección tan común en la mujer.

De hecho, según Guerra, estudios recientes indican que este síndrome es más frecuente que lo sufran las madres, como un símbolo relacionado con que el cordón umbilical tardase en cortarse, y se viviese esta situación como un desgarro del vínculo afectivo. Parece que puede ser consecuencia de la nostalgia, tristeza, o melancolía que produce la fase de la independencia de los hijos.

Incluso la psicóloga apunta a estudios psicológicos que inciden en que los síntomas del nido vacío están relacionados con cierto grado de insatisfacción con respecto a la pareja. Es decir, parece ser que se dan tres períodos claramente diferenciados:

-Cuando la pareja se conoce y solo es pareja.

-Cuando la pareja se convierte en familia porque hay hijos.

-Cuando la pareja vuelve encontrarse a solas tras la marcha de los hijos.

En el período en que son una familia, se dan a su vez dos posibilidades:

· Que la pareja sea más pareja que padres, situación en la que ambos tienen la prioridad de permanecer manteniendo un vínculo privado de relación sentimental.
· Que los dos miembros de la pareja sean más padres que pareja, situación que hace que se diluyan los vínculos de amor romántico y se conviertan en meros gestores de la familia.

En este caso, concluye Pilar Guerra, puede darse en la mujer un vacío importante, al chocarse con la realidad de que la pareja como tal ya no existe, cosa que se evidencia cuando la casa se queda vacía sin hijos, y por lo tanto, ausente de vínculos afectivos.


¿Cuáles son los síntomas del Síndrome del Nido vacío?

-Generalmente tiene que ver con el SENTIMIENTO DE SOLEDAD. En la etapa de crianza de los hijos suele producirse mucha energía para la “gestión” de los asuntos cotidianos: cuidados constantes por la corta edad de los hijos, colegios, actividades extra escolares, amigos, pediatras... y un día a día agotador en el que a veces no tomamos consciencia de nuestras emociones. Cuando el hijo sale de casa, se produce un momento de “pausa” en el que nos damos cuenta de que el tiempo ha pasado y se nos ha ido de las manos muchos momentos en los que nos hubiese gustado disfrutarlos más y mejor.
-Esta sensación se mezcla con el SENTIMIENTO DE CULPA. Un hijo sale del hogar y comenzamos a replantearnos lo que hemos hecho bien y lo que no hemos hecho tan bien. En definitiva, podemos entrar en una espiral de círculo vicioso de pensamientos distorsionados porque el vacío que sentimos, ligados a la tristeza, puede hacernos replantearnos nuestras funciones de manera tóxica para con nosotros mismos como padres.
-El SENTIMIENTO DE VACÍO EMOCIONAL es otra sensación que el nido vacío nos “regala”, pudiéndose mezclar con el “hueco” físico que dejan cuando se van.
Dejamos de ser objetivos, ya que nuestros hijos, en condiciones normales, y dentro de una familia funcional, se cambian de lugar, no dejan de querernos. Sin embargo, hay muchos padres que lo viven como una pérdida de su propia identidad; “sin mi hijo, no voy a poder vivir”, idea que está directamente relacionada con el nivel de sobreprotección que han dado a su prole.
-EL SENTIMIENTO DE DEPENDENCIA juega otro papel importante en este síndrome. Podemos llegar a vivir la marcha de un hijo con la angustia y ansiedad que producen las relaciones excedidas de apego emocional, y sentirlo como un duelo, con todas y cada una de sus fases:

· Fase de shock, en la que tardamos en ser conscientes de su marcha y puede llegar a producirnos un bloqueo emocional e intelectual durante un tiempo, Fase de negación, durante la que nos convertimos en verdaderos expertos en evitar hacernos cargo de la situación y hablar de ella y auto conversar con nosotros mismos.
· Fase de depresión, donde nos conectamos de manera extrema con lo que hemos considerado una “pérdida” más que una etapa de transición.
· Fase de aceptación, en la que de casi de manera autómata, este tipo de padres dependientes emocionales no tienen otra opción de aceptar. Si es que lo aceptan.

¿Se puede prevenir? ¿Qué pautas debemos seguir para no trasladar nuestra frustación a los hijos?

1.- El llamado “pesimismo defensivo” puede ser una herramienta. El anticiparse y prepararse para estos momentos, actúa como mecanismo de defensa y previene todos los síntomas de tristeza, vacío, soledad....

2.- Aprender a gestionar el miedo. En muchas ocasiones, los padres no quieren ni tan siquiera pensar que ese “trágico” momento vaya a suceder. Puede darse el temor moderado, porque no es una situación fácil, pero hemos de saber parar para que no se convierta en terror.

3.- Aprender a dar libertad a los hijos desde pequeños. Está comprobado que unos hijos educados en la independencia y autonomía tienen un mejor desarrollo emocional e intelectual. Bajo este paradigma, los padres normalizarán este momento como una situación de distancia física y no de despedida definitiva.

4.- Aprender y ser conscientes de que los hijos son individuos únicos, y no una proyección de nosotros como padres. Si desde pequeños les educamos y nos educamos desde esta perspectiva, estaremos preparados para darles el valor de la autonomía.

5.-Como padres, tenemos la obligación de priorizarles y no tenemos ningún derecho a acapararles. Es una distinción que marca la diferencia entre unos padres que viven la marcha de un hijo como un regalo, con serenidad, frente q otros que lo exceden y lo interpretan como un drama o castigo.

6.- Ser muy conscientes de que son vidas diferentes, que se están dando ciclos distintos, y que tan solo se está cumpliendo el curso natural de la vida, de la naturaleza animal y de necesidades sociales lógicas, ya que estamos “programados” para cumplir unas etapas que vienen dadas desde generaciones anteriores.

7.- Gestionar nuestra propia independencia e identidad. Además de padres, somos personas. Muchos padres pierden sus referencias con los hijos: abandonan su propia vida por la de ellos, generando relaciones de dependencia, donde los hijos se convierten en una adicción. En este caso, la marcha de estos, se asemeja al síndrome de abstinencia que provoca la ausencia de las drogas.

8.- Reforzar nuestro papel de adultos es otra herramienta. Un hijo es siempre merecedor del sentido común de unos padres que eternamente tiene la obligación de ser un punto de referencia sano y saludable. No es el hijo el que tiene que “cuidar” el cómo un padre va a

¿En qué consiste la terapia que utiliza Pilar Guerra?

La terapia estás basada en un modelo de intervención terapéutica denominado Modelo cognitivo conductual, siendo una intervención de conocimiento profundo para el paciente a la vez de abreviado.
No es necesario que las intervenciones psicológicas se alarguen en el tiempo. En estos momentos actuales, la base del individuo, ya está dañada por todo lo acontecido durante esta pandemia, tan nueva y desconocida para la humanidad, por lo que los síntomas psicológicos de todos los trastornos que han existido, han de ser tratados de manera más rápida para alcanzar la eficacia y la recuperación en el menor tiempo posible.
La intervención es un abordaje de 360 grados, para trabajar de manera holística; las emociones, los pensamientos y las conductas de las personas que padecen este síndrome del nido vacío. De manera online o presencial, se trabajan cuatro conceptos fundamentales repartidos en cuatro bloques de intervención.
En el primer bloque se analizan los síntomas que están padeciendo ambos progenitores, y se toma consciencia del dolor emocional constante al que están sometidos. Se estudia la intensidad de este cuadro en cada uno de ellos, con el fin de detectar si están en el mismo nivel, o uno de los dos tiene los síntomas con más frecuencia, intensidad y duración.
En el segundo bloque se trabajan sentimientos más específicos, como la tristeza, la soledad, y sobre todo, los motivos por los cuales se llega a manifestar en la persona una incapacidad total para experimentar bienestar con las situaciones que en el pasado le promocionaban confort, comodidad y felicidad y que en el presente se convierten en anodinas, llegando a poder desembocar en episodios de depresión severos con aislamiento social. La metodología consiste en trabajar las creencias irracionales que subyacen a estas emociones, que tiene que ver con la dependencia emocional extrema.
El tercer bloque está orientado a cambios de conducta que sirvan de alternativa a las respuestas inadecuadas que se están dando ante esta situación de nido vacío. Se estudia a cada progenitor por separado como persona para observar su estilo de comportamiento, así como a la pareja, con el fin de detallar en qué situación se encuentran con respecto a su relación.
El último bloque de intervención trabaja finalmente el cambio transformacional de los progenitores, con respecto a la aceptación de la idea de independencia de los hijos así como la propia identidad e independencia de los padres. En esta fase, se habrá podido fijar, determinar y redefinir un nuevo diseño para entender un modelo nuevo de familia, que es distinto, pero en ningún caso ha de ser peor que el que antes tenían.

Cuatro bloques, cuatro herramientas y una solución.

Pilar Guerra
Psicóloga clínica
www.pilarguerra.es

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