Tal y como ocurría con aquel inolvidable y estremecedor “¡silencio!” con el que Bernarda Alba cerraba la obra cumbre de la tragedia lorquiana, el portazo y abandono del hogar con el que Nora ponía colofón a la Casa de muñecas de Henrik Ibsen ha sido también todo un referente de final rotundo para el teatro contemporáneo, pero dejaba en el aire la tentación de que alguien se atreviera, no sin riesgos, a volver a abrir la puerta y a hacer regresar al personaje que a finales del XIX fue ya todo un símbolo del feminismo.
Ha sido el dramaturgo estadounidense Lucas Hnath, casi siglo y medio después, quien se ha atrevido a correr tal riesgo y ha escrito La vuelta de Nora (Casa de muñecas 2), una valiente propuesta de segunda parte para una de las obras cumbre de un Ibsen que, muy adelantado a su época, nos hablaba ya muy claramente por entonces de la necesidad de liberación de la mujer.
Con el riesgo del alto listón que había dejado el clásico de Ibsen, y manteniendo como telón de fondo los grandes asuntos ya propuestos en el original, Andrés Lima dirige ahora una versión de esta segunda parte en el Teatro Bellas Artes de Madrid, en la que propone darle una vuelta de tuerca más a los conflictos de una mujer convencida de sus ideales de liberación. Y nos muestra que, trascurrido el tiempo y pese a los sacrificios realizados y el alto precio pagado, esta nueva Nora que nos regala una muy convincente Aitana Sánchez-Gijón, que vuelve a casa segura de sí misma y convertida en escritora de éxito, va a tener que seguir plantando cara a los mismos o similares problemas que en su día la empujaron a abandonar su hogar, su familia y su vida acomodada en aras de la ansiada libertad frente al sometimiento masculino.
Y en el mismo nivel de convicción de su compañera de reparto se sitúa Roberto Enríquez, un Torvald más moderno sin duda que aquel de Ibsen, sí, pero que superado por los acontecimientos trata de desenvolverse entre las exigencias de su ex mujer, sus propios y confusos sentimientos y sus dudas, y que se defiende como gato panza arriba para que la fuerza de su antagonista femenina no se lo acabe llevando por delante.
Dicho ello, al potencial espectador de La vuelta de Nora le surgirá la duda de si resulta necesario conocer el original para entender lo que aquí ahora se plantea, pero ahí la propuesta del texto de Lucas Hnath se muestra hábil, aportando los suficientes datos como para que quien desconozca la historia logre entender qué está sucediendo, sin dejar de proponer también nuevas reflexiones con las que embaucar a los ya conocedores de la trama.
Y son curiosamente sus dos personajes secundarios los que más novedades aportan al argumento, ofreciendo nuevos puntos de vista como alternativa al conflicto matrimonial: el de la criada, que habiendo tenido que cuidar de los hijos de Nora no puede evitar reprocharle su actitud (una María Isabel Díaz Lago tan creíble como en ella es costumbre) y el de una hija que resulta tener ideales muy diferentes de los de su madre (una Elena Rivera que muestra una sorprendente madurez sobre el escenario).
Un gran acierto del montaje de Andrés Lima consiste en recurrir a una apariencia escenográfica intemporal, que abre con habilidad la reflexión sobre qué ha cambiado con el paso del tiempo no solo a la perspectiva de los quince años pasados desde la marcha de Nora, sino también al siglo y medio transcurrido desde la propuesta de Ibsen, llevando el conflicto de la reivindicación femenina a ojos del espectador a la época más actual, en pleno auge del #MeToo. Recordándonos así que - como el propio Andrés Lima comenta sobre la obra emulando a Gardel - quince años son nada…, y siglo y medio puede que tampoco.
La Vuela de Nora
Del 25 de abril al 23 de junio
Teatro Bellas Artes de Madrid
Reparto: Aitana Sánchez-Gijón, Roberto Enríquez, María Isabel Díaz Lago, Elena Rivera
Autor: Lucas Hnath
Director: Andrés Lima