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Soberanía digital: el camino correcto de la Unión Europea

Soberanía digital: el camino correcto de la Unión Europea
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· Por Pablo Sanz Bayón, Profesor de derecho mercantil

By Pablo Sanz Bayón
martes 26 de julio de 2022, 07:47h

El concepto de soberanía está cada vez más presente en la política regulatoria de la Unión Europea. La búsqueda de una autonomía estratégica europea implica articular medidas que permitan a los países miembros asegurar sus economías y su marco político democrático. La Unión Europea se ha dado cuenta en los últimos años de que Internet y el conjunto de tecnologías digitales impactan también en la geopolítica. Por eso Bruselas está pretendiendo fijar unas reglas de actuación dentro de lo que es el mundo online de forma similar a como se hace en el offline. El objetivo no es sólo mantener la soberanía de los Estados como tales, sino proteger igualmente a sus ciudadanos, de modo que tengan los mismos derechos en los dos mundos.

En este sentido, la soberanía política conlleva también un desafío tecnológico. Europa debe poder controlar la tecnología digital y el uso de sus propios datos. Esto es algo que adquiere cada vez más importancia con la evolución de nuestro espacio digital, lleno de prácticas monopolísticas de varios gigantes tecnológicos norteamericanos en nuestro territorio (Alphabet-Google, Meta-Facebook, Amazon, Apple, Microsoft, Twitter). De hecho, los recientes proyectos legislativos de la Unión Europea a este respecto tienen como eje hacer emerger un nuevo modelo de poder tecnológico europeo que sea esencialmente diferente al estatal de China y al laissez faire estadounidense o británico. El modelo que actualmente defiende la UE se acerca a sus valores fundamentales, con una gran protección de los datos personales, reglas de competencia y una integridad de los contenidos en línea.

Esta posición requiere básicamente tres condiciones. En primer lugar, una regulación europea guiada y participada por los ciudadanos, los Estados y la Comisión Europea, con capacidad de supervisar los usos y prácticas digitales en la propia jurisdicción europea. Precisamente, el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) se ha situado a este respecto como un estándar mundial para el resto de legislaciones sobre protección de datos personales. En segundo lugar, la Digital Markets Act (DMA) regulará las grandes plataformas que controlan el acceso al mercado digital. Las obligará a seguir las normas de la competencia, abriendo a los consumidores una mayor gama de servicios. La DMA por tanto asegurará que las reglas de competencia se respeten en los mercados digitales, sobre todo por las grandes empresas, que a veces tienen incluso más poder que los propios Estados. En tercer lugar, la Digital Services Act (DSA) frenará la difusión de contenidos ilegales y productos peligrosos en línea, añadiendo dos salvaguardias contra la publicidad dirigida y la desinformación. La DSA introducirá mecanismos para retirar contenido online de las plataformas y a establecer ciertas obligaciones sobre la transparencia de los parámetros de los algoritmos que moderan contenido.

En lo que se refiere al resto de las propuestas legislativas en curso, como la EU Artificial Intelligence Act, permitirá fomentar la innovación mientras se protegen los derechos fundamentales de los ciudadanos sometidos a decisiones hechas por algoritmos; mientras que la EU Data Governance Act empujará a las organizaciones y ciudadanos europeos a ser soberanos en la gestión y custodia de sus propios datos, tanto a nivel individual como empresarial. A todo ello se unirá próximamente el Reglamento del Mercado de Criptoactivos (MICA), que ofrecerá un marco uniforme para la emisión y negociación de activos criptográficos en el espacio europeo; el Reglamento EIDAS 2, que regulará la identidad digital europea y los servicios de confianza, fundamentales para dotar de seguridad jurídica a las relaciones online; la Directiva sobre Ciberseguridad NIS 2, que armonizará los niveles de seguridad en las redes europeas de los países miembros y el proyecto monetario del Euro Digital por parte del Banco Central Europeo, que introducirá la economía europea en la era del dinero digital programable.

La implementación de esta agenda legislativa promete devolver a Europa el control de la gestión de su espacio digital y la responsabilidad a sus actores, un aspecto trascendental en un horizonte de digitalización exponencial en el marco de la Web 3.0, que va a llevar el Internet a una nueva evolución y cualificación de los intercambios mediante plataformas de Metaversos que harán más necesario que nunca disponer de unas reglas de juego definidas y efectivas para la correcta tutela de los usuarios. Además, frente a la competencia digital estadounidense y china, la política de la Unión Europea va a girar en torno a la innovación, en particular en sectores tecnológicos clave. Esto va a suponer grandes esfuerzos económicos, a la altura de los realizadas por los competidores norteamericanos y chinos. El reto europeo será atraer capital y crear empleo de alto valor añadido a sus países, así como la creación de empresas europeas competitivas en los sectores digitales.

La política regulatoria de la Unión Europea asume una visión a largo plazo en el que la cooperación y lealtad entre los 27 Estados miembros será crucial para conseguir la fuerza que ya poseen otros ecosistemas como el norteamericano o el chino. A ningún país europeo se le debería tolerar por parte de la Comisión actitudes oportunistas que pudieran distorsionar el mercado único digital, como sí ha pasado en materia tributaria. Precisamente sobre este aspecto, para que puedan desarrollarse unas bases sólidas del mercado único digital en Europa será necesario que los estándares tecnológicos que acompañen a las regulaciones sean coherentes entre sí, de modo que cualquier operador que quiera trabajar con datos europeos los acepte. Esto no será posible sin estándares tecnológicos inspirados por la Unión Europea ni tampoco sin el desarrollo de un ecosistema tecnológico que permita crear empresas europeas competitivas, tanto en coste como en servicios prestados, y que puedan vincular a sus socios y ecosistemas no europeos al cumplimiento de la regulación europea.

Para que esta cooperación proporcione sus frutos, la Unión Europea debe avanzar en su integración y armonización, evitando la fragmentación entre los diversos enfoques nacionales. El buen entendimiento de Francia y Alemania será fundamental. La historia de la Unión demuestra que no se puede avanzar sin la conciliación de intereses dentro del eje franco-alemán. Sin embargo, la cohesión no será tan simple en el mundo offline, donde el mercado europeo sí está fragmentado. Esto representa un gran problema estructural, un obstáculo para crecer, porque fuerza a las empresas europeas, cuando lanzan un nuevo servicio, a tratar Estado por Estado su despliegue comercial, lo que las empuja a menudo a privilegiar el salto a Estados Unidos. Reglas online y mercado offline deben, por tanto, armonizarse si la UE quiere alcanzar una verdadera soberanía tecnológica y digital. Una tarea ardua que es, posiblemente, el mayor desafío del continente, aunque no el único.

En este sentido, además de las propuestas legislativas ya comentadas, es preciso incidir en al menos otros dos aspectos fundamentales que deberían desarrollarse en el corto y medio plazo. En primer lugar, la Unión Europea debería construir un mercado liberado (no cautivo) de los monopolios de Internet. Los monopolios son contrarios a la innovación y, a menudo, no respetan a los clientes. A este respecto, la regulación europea debe poner su punto de mira en la construcción de un ecosistema que cristalice en una oferta diversificada, en una capacidad de proponer alternativas viables que creen valor y trabajo. La Unión Europa no debería conformarse con tener empresas subcontratistas de grandes actores extranjeros -la mayoría estadounidenses- a los que sólo aportarán un pequeño valor añadido, sino que tiene que ambicionar un ecosistema abierto que permita apropiarse de su valor añadido, con puestos de trabajo y nuevas oportunidades de crecimiento, creando una soberanía en un mercado abierto y competitivo, no proteccionista, pero equilibrado, donde la relación de las fuerzas permita que Europa siga desarrollándose.

En segundo lugar, la UE debe asegurarse la eficacia del cumplimiento de sus propios principios, como pilares que son del mercado digital europeo, así como por la promoción de modelos de infraestructura soberana de datos alrededor de la cual crezcan los espacios de datos y hubs posteriores. El proyecto Gaia-X muestra el camino de la construcción de un verdadero mercado único digital con una infraestructura que promueva la interoperabilidad y la colaboración público-privada. En este sentido, será necesario potenciar los sistemas de homologación y certificación de los servicios digitales europeos para asegurar el cumplimiento de los principios de transparencia, seguridad y portabilidad, y para que se exija a los proveedores no europeos que sus servicios estén realmente alojados en Europa cuando se ofrezcan a los usuarios europeos.

En definitiva, la UE está caminando en la dirección correcta para sujetar a los mercados digitales a su legislación, y por tanto para que los países miembros y sus empresas no dependan indirectamente de leyes no europeas. Como se ha señalado, la previsión de la política regulatoria en materia de tecnología digital es la de crear un nuevo modelo europeo soberano, al servicio del ciudadano, donde lo digital adquiera un papel preponderante, pero sometido al control democrático y soberano. Una soberanía digital al servicio de la promoción de los valores europeos, con un enfoque basado en crear la propia innovación, con actores europeos competitivos que no dependan ni se subordinen a gigantes tecnológicos extranjeros.


* Este artículo es un resumen de la ponencia online impartida por el autor el 31 de enero de 2022 para el Institute of Comparative Law de la Universidad de Teherán y titulada: “European Policy on Digital Technologies: Principles, Regulatory Development and Challenges”.

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