Poco le ha importado que algunos anunciantes como L’Oreal, General Motors o Audi hayan amenazado con quitar su publicidad. Algo que para el entorno digital no se trata solo de eliminar un valor añadido, sino que supone en gran parte, el apoyo económico necesario e imprescindible para las plataformas digitales.
Por desgracia, no son los únicos ejemplos empresariales que sufren recortes.
Apple está mostrando dificultades productivas fabricando menor cantidad de iPhones que en años anteriores o cubriendo solo puestos prioritarios en algunos de sus departamentos de investigación. Sus intentos por reducir costes, todavía se están definiendo y no se sabe a ciencia cierta hasta dónde pueden llegar.
Amazon, tampoco es ajena a este tipo de situaciones. Ya ha anunciado una serie de medidas, sobre todo en aquellas divisiones o departamentos que no hayan obtenido los resultados esperados. El conocido asistente de voz, “Alexa” y otros dispositivos, podrían sufrir cambios de estrategia además de recortes, al registrar los últimos años, pérdidas operativas de gran cantidad de dinero. Las aperturas de nuevos centros logísticos tendrán que esperar en gran medida por esta situación financiera.
Su momento de esplendor durante la pandemia, convirtió a Amazon en el segundo empleador privado del mundo, pero una vez vuelta la ansiada normalidad y presencialidad, una de las posibles explicaciones ante esta situación, es que quizá se contrató a mucho personal, que ahora ya no resulta tan necesario.
¿Verdad o verdad a medias?
Hasta hace poco, la industria tecnológica era considerada un “filón” de empleo, progreso y desarrollo. Su crecimiento estaba asegurado y nada podía presagiar que las cosas podían cambiar.
Si bien, el tema de los despidos es una realidad en las empresas, cuando lo llevan a cabo organizaciones tan conocidas, su impacto en la sociedad es mucho mayor que si se tratara de empresas desconocidas o pequeñas.
Se habla de números de empleados como si fuera un dato más a contabilizar, pero son personas que han perdido o perderán sus empleos. Un poco más de humanización y de empatía, no vendría mal, aunque fuera solo al hablar de ello.
Seguro que también hay mucho de leyenda en cuánto al procedimiento de despido llevado a cabo. Mensajes masivos de despido por correo electrónico. Condiciones precarias o exceso de indemnizaciones por encima de lo establecido. Movimientos y cambios en los usuarios de los propios empleados, etc.
¿Qué ha sido real y qué inventado para crear expectación?
La pandemia, la inflación, la guerra de Ucrania… todo tendrá su componente para que la situación haya podido ser necesaria, pero ¿de esta forma a tantas personas?
Al fenómeno de “La Gran Renuncia”, donde muchas personas rechazan formar parte de un trabajo donde no se contemple la conciliación, la mejora salarial y emocional del trabajo o el cuidado de las condiciones laborales, se une otro concepto relativamente nuevo el “Quiet Quitting”, que hace referencia a la excesiva tranquilidad de los empleados que no están dispuestos a hacer esfuerzos extraordinarios para satisfacer los objetivos marcados por la empresa. Demasiada comodidad ante la innovación y el cambio, fomentando una actitud pasiva y acomodada que implica el mínimo sacrificio.
Al final hay un cruce de tendencias, los que están dispuestos a renunciar por intentar conseguir algo mejor y los que se acomodan en su posición a esperar la jubilación. Lo que realmente estamos viviendo es que grandes empresas toman decisiones a nivel masivo de un día para otro y cualquier aspiración que tenga el empleado, desaparece de un plumazo.
Cuando Elon Musk llegó a Twitter, lo primero que hizo fue despedir a los tres principales directivos, algo habitual y comprensible en los empresarios que quieren tener en sus equipos a personas de su confianza. Días más tarde lo haría con todo el consejo de administración, para a continuación plantearse despedir a la mitad de los 7500 empleados que forman la empresa.
A través de un correo electrónico a sus trabajadores, explicó la “necesaria reducción de su fuerza laboral”, que sus “oficinas estarán temporalmente cerradas” y que igualmente habría cambios muy relevantes en la filosofía de la empresa, como imponer una cuota económica por la verificación de cuenta para cada usuario.
Algunos de estos trabajadores han interpuesto demandas por la forma en que se ha llevado a cabo el despido, centrándose en la falta de aviso previo para tal comunicación. Si bien Elon Musk mencionaba que los empleados habían recibido tres meses de indemnización, por encima de lo que exige la ley, lo que compensaría de alguna forma, dicho procedimiento.
Meta de la mano de Mark Zuckerberg, despidió a 11.000 empleados atribuyendo la decisión a la pandemia, la disminución de la publicidad y una mayor competencia. También escribió a sus empleados para comunicárselo.
Otras empresas como Netflix, Disney, Intel o Salesforce tan tenido que tomar decisiones similares en cuanto a reducir personal, explicando sus CEO que los motivos eran un descenso de ingresos, poca rentabilidad en acciones tecnológicas concretas o menos ventas en sus productos. No hay más.
Cuando un empresario realiza una inversión como la que ha hecho Elon Musk en el caso de la compra de Twitter por 44 millones, está claro que hará los movimientos necesarios para ajustar y equilibrar el negocio. Querrá tener mayor rentabilidad y reducir las pérdidas que existan. Y aunque muchos expertos consideran excesivo el precio de esta compra, quizá ya preveían que las decisiones posteriores tendrían que ser de la misma magnitud.
La creación de cuotas que se quiere introducir en el sistema, tendrá que contar con usuarios que estén dispuestos a pagarlas, ya que precisamente la gratuidad de este tipo de plataformas, suponía originariamente, uno de los aspectos más atractivos.
Sin embargo, la tendencia que se persigue con estas actuaciones, es que el cliente interactúe para cualquier acción dentro de ella, y si para eso, tiene que pagar, la recompensa será un montón de recursos y servicios, cuya necesidad se ha generado y el cliente ya no puede prescindir, por lo que pagará gustoso esa cuota. Pero, ¿todos los clientes serán así como para aumentar los beneficios a gran escala?
Al final estas decisiones no son solo empresariales, son también sociales, económicas, políticas... Necesitan del público para sobrevivir, crecer y tanto comentarios inapropiados como decisiones equivocadas, pueden hacer que una empresa se eleve a lo más alto o caiga su reputación por completo.
La identidad de marca, lo que hace una empresa y cómo lo hace, tiene su repercusión sobre todo en aspectos tan mediáticos como es la gestión de personal o el dinero que maneja.
Hablamos de cantidades equiparándolo todo, personas, millones, ventas, fábricas… Pero no se trata de las mismas cosas. Hablar de personas debería ser diferente.
Nos estamos deshumanizando…
¿En qué nos hemos convertido al hablar?