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NUESTRO NUDO GORDIANO

El presidente y su laberinto

Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno de España.
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Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno de España.

· Por Abel Cádiz, autor de "La Historia del Poder"

lunes 19 de diciembre de 2022, 06:44h

Si no fuera por lo que muestran los antecedentes respecto a su poca relación con la verdad, yo desearía creer al presidente Sánchez cuando declara que, al indultar a los condenados y tras la reforma del delito de sedición y malversación, el problema catalán ha concluido, pero para creerle a él debo dejar de creer a los independentistas que se mantienen en sus trece y olvidar que ellos sí tienen antecedentes con perfecta coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. Para que lo tengamos claro el resto de los españoles, a los que nos quieren privar del derecho a decidir, los independentistas ni siquiera han esperado para contradecir a quien les otorga tantas mercedes, sino que su máximo jefe político, Pere Aragonés, declara al mismo tiempo que el procés no ha concluido y que la hoja de ruta para la independencia sigue vigente. En la ideología de la izquierda que profesan, ellos siguen como verdad evangélica la consigna de Lenin: dar dos pasos adelante y uno atrás.

Así dejo expuesto lo que considero el laberinto, definido por la RAE como una situación enredada o encrucijada artificiosa para confundir. En versión clásica el laberinto se nos muestra con gran diversidad de senderos que ofrece muchas vías que no tienen salida, solo una es la correcta para poder escapar.

No es la primera vez que me ocupo del problema independentista. En mi libro La Historia del Poder recordé cómo en la proclamación de nuestra Constitución de 1812, La Pepa, forjada durante la guerra contra Napoleón, se reivindicaba que España es patrimonio de todos. También recordé que el más grande referente contra un movimiento secesionista, que dio lugar a una cruenta guerra civil, el presidente americano Abraham Lincoln, en su toma de posesión había dejado frases rotundas. Destaco las que siguen:

  • La unión es mucho más antigua que la Constitución; nadie por su propia inclinación puede romper la Unión.
  • La nación y sus instituciones pertenecen a todo el pueblo.
  • El separatismo es la esencia misma de la anarquía.

Recurro a la autoridad del filósofo José A. Marina cuando afirma que el diálogo es imposible si una parte se guía por la pasión y se blinda contra la razón. La historia, maestra de la vida, enseña que todo conflicto en que confronta la pasión solo tiene un camino de salida y es el de resolverlo en clave de poder legítimo.

Pensemos, con espíritu sereno, si se puede convencer a Oriol Junqueras de que él no puede decidir la independencia, por vivir en Cataluña, y de que el resto de los españoles no pueden aceptarlo porque la sienten como parte de la España que hemos heredado. Confieso mi perplejidad al escucharlo como el gran apóstol del independentismo. Me imagino preguntándole ¿por qué se considera con derecho a robarnos? Sé que es nacionalista confeso y eso aun me deja más perplejo porque la historia ha probado, sin ningún atenuante, que el nacionalismo fue el germen de la Gran Guerra de 1914 y el reactivador de la Segunda Guerra mundial.

Miro Wikipedia y leo que Junqueras está doctorado y me pregunto si será un hombre leído, un hombre viajado ¿Acaso su sentimiento nacionalista sea como el de Quim Torra que nos obsequió a los españoles con aquello de bestias carroñeras, hienas con tara en el ADN? Con espíritu sereno, para no dejarme perturbar por la ira, tengo que lamentar qué parte de mis impuestos (cinco meses de cada año de la vida laboral de los españoles son para Hacienda) se destinarán a pagar los cien mil euros anuales que nuestro sistema político otorga a Torra por haber sido un presidente efímero de la Generalidad de Cataluña.

Se atribuye al escritor suizo Friedrich Dürrenmatt esta frase ¡Tristes tiempos en los que hay que luchar por lo evidente! Y henos aquí en el tramo final del primer cuarto del siglo XXI, cuando el mundo global está transformando la vida y la cultura de Europa y el futuro se va a dirimir por grandes bloques de poder económico. Entretanto, nuestro presidente se empeña en poner a España dentro de su laberinto, desde la visión iluminada de satisfacer a un independentismo que es insaciable. Para ello, con sus socios quiere forzar los límites de la Constitución, cuyo texto comienza proclamando la indisoluble unidad de España, patria común e indivisible de todos.

Me sigo preguntando, dentro del laberinto creado por Sánchez, cómo quiere obviar el independentismo que la Constitución (Artículo 8) asigne como misión al ejército la defensa de la integridad territorial de España. Acaso piensan cuantos sueñan en romperla, que ya hay que dar el siguiente paso y reformar la Constitución por mayoría simple en el Congreso. Y para tensionar el debate político que hemos contemplado atónitos, traen el golpismo militar a la memoria, algo así como mentar la soga en casa del ahorcado. Así se constata la ausencia creciente de talento en el Parlamento español.

Una última pregunta nos conduce al papel del Rey en el laberinto, pues la Constitución (Artículo 56) le asigna la misión de arbitrar y moderar el funcionamiento de las instituciones. Aquí queda formulada: ¿está sin manifestarse por propia decisión? O no quiere incomodar a Sánchez, ese hombre que fascina a nuestro excelente escritor y académico, Arturo Pérez Reverte, y también a mí como modesto autor de la historia del poder en la que analizo la vida de cuantos, a toda costa, se dedicaron a conseguirlo.

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