No. Ya no asistimos estupefactos al ejercicio del poder por parte de una casta, esencialmente comunista, que se prodiga en acciones absurdas o irracionales, que propala la mentira, que difunde odio, que airea impúdicamente su incultura. Se trata de una banda de auténticos “analfabetos en acción”, al frente de un país como el nuestro, rankeado todavía entre los veinte primeros del mundo (aunque cayendo en picado año tras año).
Hemos pasado, por desgracia con creces, el rubicón de la manipulación y la propaganda, de las falacias con las que justificar distintos atropellos gubernativos y legislativos. Es mucho peor: personas que no han tenido en su vida oficio ni beneficio se encaraman, desde la insensatez y la procacidad y la estulticia, a lo alto de organismos desde los que ejercen el poder con la cabeza vacía.
Esta peligrosísima corriente, abanderada por comunistas que cada día acreditan que no han abierto un libro, más allá de generar crispación, está apenas sirviendo para debilitar los valores democráticos, para deteriorar la convivencia, para desalentar a aquellos españoles que entienden que, a los puestos más altos han de llegar los mejores mediante una cierta selección, y no deberían hacerlo nunca grupos de aficionados, como los que hoy se arremolinan en torno al ‘podemismo’ y otras plataformas moradas análogas.
Pocos actores hay más dañinos que un analfabeto motivado. En España los padecemos como en ninguna otra nación de nuestro entorno, algunos, de sexo femenino en puestos ministeriales y adyacentes. Denunciarlo, alto y claro, sin ambages y sin medias tintas, es simplemente una primera actuación imprescindible para desalojar la mediocridad de las instituciones. De lo contrario, será la prosperidad la desalojada de nuestras tierras, que quedarán sembradas de ruina para las generaciones presentes y futuras. ¿Lo vemos?