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Bitcoin y la tecnología Blockchain: ¿transformarán el sistema financiero tradicional?

Bitcoin y la tecnología Blockchain: ¿transformarán el sistema financiero tradicional?
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· ¿Bitcoin y Blockchain representan innovaciones tecnológicas que alterarán para siempre la forma en que realizamos las transacciones financieras, o son simplemente una exageración alimentada por ciertos intereses?

By Pablo Sanz Bayón
sábado 02 de septiembre de 2023, 08:58h
El dinero es posiblemente lo único que todos los seres humanos tenemos hoy por hoy en común, en todo el planeta, sin importar nacionalidad, género, religión y origen. Usar dinero, ahorrarlo, gastarlo, es una necesidad. Hace avanzar nuestras vidas, la sociedad y el mundo. Todos nos esforzamos por ganar y atesorar dinero para comprar los bienes y servicios que necesitamos y deseamos. Sin embargo, en los últimos años, Bitcoin -la primera criptomoneda y la más célebre- ha cobrado impulso y creado muchas comunidades financieras y tecnológicas. Muchos dieron por muerto a Bitcoin en varias ocasiones, pero tras el criptoinvierno o criptocrash del año pasado, lo cierto es que sigue muy vivo como instrumento de inversión, sobre todo especulativo, aunque también ha sido capaz de proteger valor en lugares donde existe hiperinflación y control de capitales y canalizado ciertos tipos de transacciones como las remesas.

Bitcoin fue creado en 2009 por un individuo o grupo de personas desconocido (con el seudónimo de Satoshi Nakamoto). Fue concebido como un medio para que las personas se pudieran liberar de la dependencia de los sistemas bancarios y financieros modernos, en el marco de una narrativa cripto-utópica y ciber-ácrata ya en boga desde los años 90. Bitcoin se pensó por sus programadores como una nueva forma de moneda completamente independiente que no está controlada por ningún gobierno, banco central o institución financiera. Nadie posee Bitcoin, pero es propiedad de todos los que lo usan. Su desarrollo responde por tanto a una alternativa al actual sistema bancario y a la política monetaria oficial.

La idea que motiva Bitcoin y al resto de comunidades criptomonetarias es que las personas tengan un mayor control de sus fondos y puedan usarlo a menor coste según quantum prime profit. Carece de una representación física y todos los saldos individuales se contabilizan en un libro mayor descentralizado y abierto con acceso universal. Todas las transacciones se completan entre pares, lo que elimina la necesidad de una “autoridad”, y se almacenan a la vista del público, pero anónimamente en una cadena de bloques (blockchain), una hoja de cálculo digital interminable que está protegida por un cifrado irrompible. Este sistema revolucionario convierte la moneda en un activo digital (token) que tiene la capacidad de transformar sustancialmente la forma en que se plantean y realizan los intercambios, como la ejecutabilidad y automatización de las transacciones (vía algoritmos o contratos inteligentes -smart contracts-). En un contexto de tecnologías disruptivas, emergentes y convergentes (inteligencia artificial, big data, robótica, agentes autónomos), el aspecto neofinanciero será sin duda clave.

En medio de las cacofonías y disonancias que se producen entre los “evangelistas” de la nueva era monetaria de un lado y los detractores de las criptomonedas por el otro, puede resultar difícil para un profano o “laico” en estas lides descifrar algunas cuestiones de fondo.

El primer lugar, el debate en torno al Bitcoin y las redes Blockchain hay que situarlo en sus justos términos, centrándolo en lo que de verdad importa: si el sistema financiero se puede mejorar con tecnología criptográfica avanzada que facilite una mayor eficiencia de muchos servicios e intercambios tanto para las entidades como, y, sobre todo, para los usuarios o clientes. En otras palabras, si la computación avanzada -regulada adecuadamente- puede contribuir a desintermediar o descentralizar de forma segura las finanzas y mejorar los procesos en beneficio del mercado. Y si de todo ello surge o puede surgir un sistema financiero más equitativo y participativo, donde los usuarios y ahorradores tengan más soberanía y control de sus fondos y de sus datos.

Sobre este punto nos remitimos a un trabajo donde se examinan pormenorizadamente estas cuestiones (Sanz Bayón, P., “Criptomonedas: naturaleza jurídica y regulación europea de los proveedores de servicios de cambio y de custodia de monederos electrónicos”, Los mercados financieros ante la disrupción de las nuevas tecnologías digitales, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2021, pp. 331-389).

La red Bitcoin representa algo completamente disruptivo por lo que los usuarios tienen todas las razones para sentirse desorientados. Además, desde una parte del lobby bancario se pretende perpetuar esa sensación de desconcierto, ahondando en una orientación negativa de su concepto y aplicaciones, como se puede observar atendiendo al tratamiento mediático que se le ha dado en muchas ocasiones. Con frecuencia se asocia el mundo “Crypto” a una jerga confusa y “friki” para mantener en la sombra el potencial de sus capacidades, al mismo tiempo que los arcanos del sistema bancario tradicional y de la política monetaria permanecen ocultados al gran público.

En segundo lugar, hay que mencionar que al igual que con la mayoría de herramientas, Blockchain o la cadena de bloques se puede usar con cualquier intención, porque es solamente un instrumento, una infraestructura. Asociar con total ligereza el Bitcoin con la Dark Web y el crimen organizado es injusto a poco que se conozca la arquitectura institucional y las pasarelas existentes entre la banca tradicional y los paraísos fiscales, o los circuitos dentro de las propias instituciones y países por donde se produce el lavado de capitales a nivel internacional.

Lo mismo puede decirse con el supuesto impacto antiecológico de la minería de criptomonedas, como si por el contrario el consumo eléctrico de los servidores informáticos de la banca tradicional a nivel mundial fuera liviano o inapreciable. Lo cierto es que las redes criptográficas se pueden utilizar para dotar de poder a los usuarios y reequilibrar su relación con las instituciones que gobiernan el dinero y el crédito. Las criptomonedas, sus ecosistemas y programabilidad permiten la transferencia de valor sin tener que lidiar con regulaciones innecesariamente intrusivas y abusivas. En todo caso, si llegamos a comprender Bitcoin y Blockchain y todas las capacidades que ofrecen, podremos comenzar a combatir también su potencial uso indebido.

Asimismo, en un mundo como el actual inexplicable sin Internet, Bitcoin tiene el potencial de ofrecer a miles de millones de personas no bancarizadas formas de acumular y transferir valor sin pasar por el peaje de las comisiones y tarifas de los bancos tradicionales o de entidades como Western Union. Esto es clave para cientos de millones de emigrantes que desean repatriar sus fondos mediante remesas. Esto lo vio claramente Bukele cuando promovió desde el gobierno de El Salvador la adopción del Bitcoin como moneda de curso legal en el país, una apuesta sin duda arriesgada, como comentamos en un trabajo (Sanz Bayón, P., “El Salvador paga con bitcóin”, Revista Cambio16, Nº 2281, 2021, pp. 5-9).

La red Blockchain, la tecnología de cifrado en que se fundamenta Bitcoin, podría marcar el comienzo de una nueva era cibernética más inclusiva. Actualmente, más del 60% de la población mundial funciona sin ninguna conexión con la industria de servicios financieros. Blockchain y el mundo emergente de las finanzas descentralizadas (DeFi) abre la puerta para la participación financiera de una demografía global masiva, joven y cada vez más pujante.

Tampoco se puede perder de vista que los países con inseguridad monetaria están utilizando Bitcoin para evitar tratar con gobiernos corruptos y sistemas bancarios centrales y comerciales infestados de codicia y mala praxis. Muchas de las regiones más ricas del mundo dudan en participar en transacciones financieras con países que presentan un alto riesgo de fraude con tarjetas de crédito y proveedores de pago. Bitcoin elimina este riesgo y, por lo tanto, abre un nuevo ámbito de desarrollo para este tipo de países.

Blockchain también se puede utilizar para mejorar los estándares de privacidad y ayudar a registrar y custodiar derechos de propiedad. Bitcoin y la tecnología Blockchain han forzado a las autoridades monetarias, bancarias y administrativas a modernizarse, como se observa con los proyectos de algunos bancos centrales que buscan la digitalización del efectivo, un cash digital con potencial para su programabilidad (tema que hemos tratado en otros trabajos: Sanz Bayón, P., “Euro Digital y Yuan Digital: análisis y desarrollo regulatorio de ambos proyectos de Moneda Digital de Banco Central (CBDC)”, Dinero Digital y Gobernanza TIC en la UE: nuevos estándares jurídicos y tecnológicos, Thomson-Reuters Aranzadi, Cizur Menor, 2022, pp. 351-396).

Lo mismo puede decirse de los proyectos en curso para emitir dinero bancario electrónico tokenizado y stablecoins, como ya se recoge en el Reglamento Europeo relativo a los Mercados de Criptoactivos (MICA), aprobado por las instituciones europeas y que hemos analizado en otro estudio (Sanz Bayón, P., “Tokens referenciados a activos, monedas digitales de banco central y stablecoins: naturaleza y riesgos regulatorios a la luz de la propuesta de Reglamento europeo”, Token Law and Markets, Editorial Reus, Madrid, 2021, pp. 135-148).

¿Continuará el mundo con la configuración financiera actual? Parece difícil porque la tecnología financiera es imparable y permite de facto descentralizar y desintermediar muchos procesos, optimizándolos y quizá democratizándolos. ¿Serán Bitcoin y las redes Blockchain la disrupción definitiva que transformará el sistema financiero tradicional? Sólo el tiempo dirá.

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