El periodista letraherido siente el anhelo de convertir la noticia en prosa poética, de coquetear con el lector, suscitando en él multitud de respuestas… hasta que el técnico de posicionamiento SEO o SEM decide –a veces– que es mejor cambiar tal o cual titular por necesidades del nuevo algoritmo. Moderada la mesa sobre el columnismo por la profesora Ruth de Frutos, es curioso ver cómo el símbolo del recuerdo vital es la experiencia que marca a cada cual: Eva Díaz Pérez en ABC, Ángeles Caballero en El Confidencial y El País, y quien esto escribe, que opina temerariamente en El Norte de Castilla, El Imparcial o en este mismo digital por el que el lector hoy navega. No fue nunca el columnismo un género dócil, entre literario y transeúnte, entre la taberna, los corrillos y las redacciones. Ahora se trabaja muy bien desde casa, pero la comodidad nunca fue buena consejera del buen periodismo.
En la primera parte se debatió a propuesta de la moderadora sobre el papel que juega la opinión en la prensa actual –todo o bastante, a veces en exceso–, si en un ambiente tan crispado el que vivimos se pueden generar espacios de opinión “seguros” –siempre debería haber un margen editorial para la protección del columnista–, si el firmante puede e incluso debe incomodar a las audiencias o solo generar con sus textos una suerte de caja de resonancia. Después, la mesa redonda se dedicó a las audiencias más jóvenes, y se interesó De Frutos por la cuestión eterna (el recambio generacional) de si las firmas consolidadas estaban dejando sitio a los talentos más jóvenes –hay cada vez más espacios para escribir, sí–, si la fuente de inspiración se encuentra siempre en la actualidad o si cuesta que las técnicas estilísticas de cada uno mantengan un mínimo estándar de calidad.
Eva Díaz Pérez apostó por la defensa del articulismo que representa ya de por sí una firma, una marca de autor, la búsqueda de aquella diferencia para que el lector vaya a leer lo que cada uno escribe. Sigue, pues, el periodismo literario más vivo que nunca y es ese periodismo el que se escribió entonces y del que descendemos todos. Sin duda, y Eva es una apasionada de la historia, para conocer algunas épocas es mejor leer algunos articulistas contemporáneos como nuestros admirados Manuel Chaves Nogales, Gaziel o Ramón J. Sender, que se entregaron a “ese periodismo que consigue trascender la anécdota frente al adanismo y el presentismo, y convertirse en el latido de su época”. Además, la sevillana apostó por algo fundamental: “la excelencia del lenguaje, la buena memoria, el criterio y la mirada, que son los que diferencian el articulismo en medio de tanto ruido”. Cree también que el periodismo es una cura de humildad y que es la curiosidad la que lo mueve.
A Ángeles Caballero le dicen sus amigos que escribe como habla y ella, para hablar de lo profundo –o no tanto– se sirve de lo liviano, lo popular, las metáforas provenientes de la prensa rosa y los realities, e incluso cita a Sara Montiel como argumento de auctoritas. Es la heredera natural –pensamos– de Maruja Torres, que siempre tuvo el magisterio de esa querencia cotidiana de lo vivo doméstico, bordeadas sus columnas de tiendas, semáforos, escaleras mecánicas, carreras para que no se nos cierren las puertas del metro y tropezones permanentes con la realidad, que lo difícil es vivir. Ángeles sabe que en la calle están los escaparates que nos miran, que nos quieren hablar, impidiéndolo a veces la demasiada profundidad de lo sesudo. Ella sabe cómo es de difícil retener el instante, que resbala patinando por el segundero, hecho ya recuerdo desde el mismo instante en que se escribe: y lo hace, ha dicho, venciendo la pereza cada día.
Ya se ve pasar por la ventana de la casa de los periodistas la amenaza del clickbait y la IA. El periodismo de opinión en una década habrá evolucionado, ninguno somos pesimistas del todo y, como dejó caer Eva, tiene todo esto algo del mito de Sísifo y de petición muda de un periodismo que, independientemente de la época explique, la realidad. Algunos pensamos que merece la pena el esfuerzo de tener un estilo propio, convirtiendo noticias en algo digno de ser leído y que tenga vocación de perennidad. Porque el desafío va a estar en los contenidos, el estilo, el lenguaje y la excelencia de lo que se cuenta. Decía el maestro Umbral que una columna debía incluir un soneto, un ensayo y una noticia. Pero también Larra ya escribió que escribir en Madrid es llorar –y quien dice Madrid es este país nuestro todo–. Ya lo apuntó Ruth de Frutos en la post tertulia: sí, todo esto es muy romántico, pero… ¿quién paga las facturas? ¡Otra ronda, Emilio, por don Manuel Alcántara!