Una desaceleración necesaria para garantizar de inmediato la entrada de ayuda humanitaria desde Egipto, el gobierno de El Sisi debería haber sido más receptivo, y disuadir a Teherán y las organizaciones terroristas que patrocina directamente como la Yihad Islámica o Hezbolá. Los dos portaaviones amarrados en el Mediterráneo se utilizaron como medida disuasoria hacia cualquier movimiento desestabilizador.
Pero el ataque fortuito o involuntario al hospital Al Ahli, que provocó centenares de muertos, desarboló el engranaje diplomático trazado por Washington. Tanto Israel como el Movimiento de Resistencia Islámica han seguido culpándose mutuamente a través de redes sociales, presuntos análisis balísticos, interceptaciones telefónicas y videos propagandísticos necesarios para alimentar la batalla del relato y justificar el refuerzo armamentístico. La imposibilidad de una investigación super partes obstaculiza el esclarecimiento de una tragedia que ha vuelto a perturbar el frágil equilibrio de Oriente Medio.
La anulación de la cumbre de Ammán entre EE.UU., Jordania, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y Egipto debilita considerablemente la acción diplomática de Washington. La inexistencia de fotografías entre Biden, Abu Mazen, el monarca Abdalá II y el citado El Sisi refuerzan la propaganda capciosa de movimientos y organizaciones antisemitas. La única instantánea publicada ha sido la que retrae al mandatario estadounidense y el cuestionado presidente de Israel. Tampoco ayudaron las discrepancias entre Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y el comisario Josep Borrell. Las autoridades comunitarias han perdido la enésima ocasión para reforzar el estatus internacional de una Europa desprestigiada a actor secundario.
Como indicado, el ataque al centro sanitario potencia la narrativa radical de Hamás y de su benefactor directo, Irán. La unión operativa entre chiíes y sunitas es sin lugar a duda la peor de las noticias para EE.UU. Su aterrizaje a Tel Aviv alimentó concentraciones multitudinarias en las principales capitales europeas, ateneos y centros universitarios de reconocido prestigio en suelo americano y en aquellos territorios palestinos dónde la autoridad de la ANP es más que cuestionada. Una imagen desalentadora y que refuerza la preocupación de una posible simbiosis entre movimientos que parecían antagónicos. Coge tristemente fuerza la hipótesis de una escalada a nivel regional.
Mientras Blinken visitaba algunas capitales árabes, el ministro de AA.EE. de Irán, Hossein Amir-Abdollahian, se desplazaba a Bagdad, Damasco y Beirut. O sea las capitales del denominado “eje de resistencia” contra Israel y por ende EE.UU. Movimientos que refuerzas la teoría de que el conflicto local entre Hamás y Tel Aviv estaría convirtiéndose en un partido de ajedrez entre potencias nucleares.
Cabe precisar que el régimen de los ayatolás no tiene el mínimo interés en una escalada bélica. Según el analista Andrea Plebani, una de las voces más autorizadas sobre Oriente Medio, Teherán “dispone de importante recursos marítimos y puede contar con el servicio militar obligatorio, pero su defensa aérea es más bien deficitaria”. Ebrahim Rasi es consciente de la imposibilidad de triunfar en una guerra convencional. Por esta razón apuesta por financiar una red de actores no estatales operativos en diferentes escenarios. Fue el general Qassem Soleimani, asesinado en Irak en 2020, quién optó por incrementar la financiación a organizaciones terroristas como Hamás, la Yihad Islámica, las milicias chiíes pro Assad y por supuesto Hezbolá.
El principal objetivo de Irán consiste en mantener el conflicto alejado de sus fronteras nacionales. De tal manera gana influencia en los países limítrofes. Los servicios de inteligencia sionistas y estadounidenses han documentado el adiestramiento de los Pasdaran de la temida Guardia Revolucionaria Islámica en Libano, Siria e Irak. También es importante recordar el vínculo directo con la minoría hutíes en Yemen. Movimientos fundamentalistas que recurren sistemáticamente a las armas han adquirido peso económico, social y político en sus respectivos países.
La incursión de centenares de milicianos de Hamás el 7 de octubre ha enseñado al mundo la vulnerabilidad de Tel Aviv. Esta percepción, sumada a los estrechos márgenes de maniobra de EE.UU. y el antisemitismo generalizado en países árabes y occidentales, podría favorecer una mayor involucración de Irán en el conflicto a través de los movimientos citados. El ejército israelí (IDF) difícilmente podría hacer frente a un ataque desde el norte, Líbano, este con Cisjordania y sur desde Gaza.
También preocupa la reacción de las monarquías del Golfo. Los acuerdos de Abraham fueron un éxito de la diplomacia estadounidense y Biden abrazó la línea continuista de lo logrado por Trump. Pero tanto Arabia Saudí como los Emiratos o Bahréin estarían legitimando la versión de Hamás sobre los ataques indiscriminados de los militares en Gaza. Un posicionamiento que ha motivado el afán de Blinken para mantener unido el frente “moderado” y facilitar ayuda humanitaria a los civiles palestinos. Sin el apoyo de Riad y Manama el potencial diplomático de Washington en la región es prácticamente inexistente.
Con los pactos firmados en 2020 EE.UU. logró casi normalizar las relaciones entre Israel y Arabia Saudí. La administración Biden estaba centrada en rediseñar el equilibrio regional de Oriente Medio. El objetivo prioritario consistía en marginar a Irán y sus prótesis armadas. Pero después del 7 de octubre, si bien el proyecto no se ha detenido, tal esfuerzo diplomático corre el riesgo de desgarrarse cada vez más.