A lo que desde invertida idéntica postura este le devolvió la mirada y desde la calma con humildad respondió, sencillo alumno en nuestro personal caso eso es totalmente imposible. Si cumplo bien y de manera completa mi labor formadora y tú cumples bien y de manera completa tu labor como discípulo, nada impedirá que superes mis límites y seas mejor que yo; pero si alguno incumple, aunque sea muy levemente el compromiso con su particular tarea, no se podrá evitar que seas peor. Como puedes ver, todo depende ineludiblemente de los dos por igual.
Así en primer lugar, nunca olvides que mientras falles en lo que no deberías hacerlo solo existe una razón y conclusión válida que lo explique, sencillamente en el momento del error, y mientras no lo corrijas, no vales para tal propósito; sencillamente eres malo y lo mejor que puedes hacer es no buscar justificaciones y aceptarlo.
En segundo lugar, aunque para alcanzar el punto de inflexión donde comienza el declive antes se debe crecer [y cuanto más mejor], durante todo el trayecto de algún modo no se abandona nunca la condición de permanente principiante; pero jamás por tal causa, tras evaluar la desproporción existente entre esfuerzo aportado y resultado obtenido, te debes permitir la mediocridad incurriendo en caconomías -predilección por las recompensas de baja calidad-.
En tercer lugar, explora, investiga, experimenta y sobre todo sacrifica el confort en la persecución del aprendizaje del concepto y recuerda que para encontrarlo se parte de la noción de la búsqueda de abstracciones que estén llenas de pleno sentido propio y sean de aplicación general; lo que implica practicar sin descanso la revisión persistente y constante de todo lo que se cree sabido. Solo se incrementa la inteligencia aumentando el patrimonio de los modelos conceptuales que están a nuestra disposición; y siempre y cuando a mayores nos obliguemos a usarlos con puridad aún en el caso de que nos incomode lo que implican.
En cuarto lugar, la pregunta no es necesariamente pertinente y buena solo porque a ti se te escape la respuesta sobre el tema; por ese camino te inscribirán sin necesidad de pagar la cuota de acceso como miembro en el club de los fatuos donde todos y cada uno de los socios de manera individual al ser preguntado por separado, ufano responde que está absolutamente convencido de que su inteligencia es superior a la inteligencia media del grupo.
En quinto lugar, no dejes sin pelear y luchar que el tiempo por ti pase, no permitas que sea el minuto o el segundo los que se vayan de tu vida para dejar sin más el hueco libre a sus semejantes inmediatos siguientes que seguidamente vienen sin solución de continuidad; voltea el planteamiento y para llevarlo a término comprométete con la regla de oro de ser tú el que abandona ese minuto o ese segundo tras haberlo exprimido a fondo en su totalidad, que seas tú quien los dejas a ellos, quien los superas para pasar a ocupar el hueco libre que te ofrece su semejante inmediato siguiente, para también aprovecharlo de igual manera. Obviamente sin demorarte demasiado pues es el tiempo quien realmente fija la única regla universal de este juego, aquella que imperativamente establece que solo se te concede un minuto o un segundo para lograrlo.
Y así al separarse del espejo el aprendiz, tras desaparecer la persona real y la imagen invertida, este habrá sido participativo testigo del construirse un poco más el nunca del todo maestro, título que se le otorga desde el principio por enseñar al siempre alumno, ese que todos no debemos nunca dejar de ser. Y por ello: nunca, siempre maestro; ni siempre, nunca alumno.