La mayoría de hombres y mujeres, aquí no hay distinciones y se cumple rigurosamente lo determinado en el Artículo 14 de la Constitución, apoyados por una intuición de calidad dudosa fomentada por las páginas web y las pantallas de los smartphones dan por hecho que la más frecuente y normal -nunca mejor dicho- y más paradigmática de las distribuciones es la distribución gaussiana conocida como Campana de Gauss, donde cuando es perfectamente simétrica coinciden los valores de las tres medidas de tendencia central: la media, la moda y la mediana.
Cuando contrariamente en realidad lo cierto es que en la naturaleza y también en cualquier sociedad abunda mucho más la distribución de Pareto (identificada también como regla ochenta-veinte, ley de Zipf o ley de potencias); y así la intuición cuando es de alta calidad debe indicar que lo más acertado es apostar por la mayor probabilidad que hay en que se produzca lo que se conoce como los “desequilibrios previsibles” de forma y manera que el elemento situado en la cúspide de un sistema concreto tiene un peso sobre el conjunto de la distribución existente en ese sistema muy superior incluso al que pueda tener el elemento colocado en segunda posición.
Ejemplos de la distribución de Pareto los tenemos en el tamaño de los asteroides, en la popularidad de las canciones, películas y libros, en el coste sanitario por terapias, en la frecuencia de la conectividad en las redes sociales, en el control individual sobre la riqueza, en la intensidad en los terremotos según la escala de Richter, en las voces más empleadas en cualquier lengua, en los índices de volatilidad bursátil, en la habitualidad coital en muchos seres vivos, en la productividad de cualquier input; y así, de querer seguir no terminaríamos de enunciar muestras al respecto.
Visto que tal distribución está muy lejos de ser una anomalía, se debe apuntar a abandonar y superar la sobrevaloración de la sobreabundante media (donde tantos encuentran el placer), sobre la base de que el ingrediente esencial para avanzar en tal abandono es la constante práctica aderezada con más práctica, trabajando para ser un “elemento clave” dentro del grupo donde se convive; un elemento es clave cuando su presencia ejerce en su hábitat un efecto beneficioso más que proporcional a su dimensión, a los recursos que consume y al espacio que ocupa.
El universo carece por igual de maldad y de benevolencia, son las leyes de la naturaleza las que dictan lo que en cada momento ha de suceder, y siempre tal acontecimiento es un producto de la entropía que se da en un entorno que se encuentra muy lejos de lo que el común de las personas entiende por equilibrio.
Si te conformas con pertenecer a la media, recuerda [intuitivo ciudadano festero popular] que si estás solo en una habitación, y de repente en ella entra Bill Gates, distinguido arquetipo de la ley de Pareto, por la ilusa intervención de la sagacidad de baja calidad que recurre simplemente a la estadística partidaria de medidas de tendencia central se produce que mientras ninguno de los dos la abandone ambos ocupantes de esa sala son multimillonarios en promedio.