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REFLEXIÓN POST ELECTORAL

El techo de Fraga... perdón, de Feijóo

· Por Miguel Córdoba, economista

lunes 10 de junio de 2024, 18:46h
Corría el año 1986 cuando después de varios intentos, Manuel Fraga decidió dejar de intentar ser presidente del Gobierno y aceptó retirarse a su Baviera gallega, donde consiguió ser su presidente durante cuatro convocatorias electorales, ganándolas por mayoría absoluta. Y allí, jugando al dominó en Perbes, creo sinceramente que Don Manuel fue feliz, después de un pasado franquista, un exilio en Londres, la creación del Partido Popular y su general consideración como hombre de estado al margen de las ideologías.
El techo de Fraga... perdón, de Feijóo
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Alberto Núñez Feijóo llegó de Galicia como la gran esperanza blanca de la derecha española, después de una etapa complicada en el Partido Popular. Todo parecía tenerlo a favor, todo, salvo los votos de los españoles. Fraga no acabó nunca de entender por qué no conseguía convencer a los españoles de que le votaran. Era evidente que su pasado franquista y la famosa Ley de Prensa de 1966 le hacían un flaco favor al político reconvertido en demócrata y “padre” de la Constitución. En frente tenía a otro hombre de estado, Felipe González, en sus momentos de mayor popularidad y al que era muy difícil vencer, sobre todo porque en sus dos primeras legislaturas lo hizo bastante bien, modernizando España.

Probablemente, y después de ser incapaz de distanciarse de Pedro Sánchez en las elecciones europeas que se celebraron ayer, Feijóo debería entrar en un período de reflexión. Es cierto que podríamos asumir que, por su experiencia, es un buen gestor y podría ser un buen presidente del Gobierno, mejor que Isabel Díaz Ayuso, que, todo hay que decirlo, ha sido capaz de crear un buen equipo en la Comunidad de Madrid, y la gestión es más que notable, al margen de sus propias cualidades personales. Pero, lo cierto es que Ayuso tiene un gran tirón electoral, y su posición a la derecha de Feijóo, casi próxima a los planteamientos de Vox, la hacen ser la única capaz de quitar a Santiago Abascal, aunque sea temporalmente, una parte de su electorado, justo lo que necesita el Partido Popular para mandar a Pedro Sánchez, como le decían en 1976 a Carlos Arias Navarro, a plantar geranios.

Para un político, aunque vaya a cumplir en septiembre 63 años, debe ser duro tener, al menos virtualmente, tan cerca la presidencia del Gobierno, y tener que plantearse la posible dimisión para dejar que la sangre nueva intente escalar el Olimpo gubernamental, tal y como hizo Fraga cuando dejó el camino libre a José María Aznar, después de un intento fallido (como era de esperar) con Hernández Mancha. Pero ello permitió conseguir algo tan difícil como desalojar a Felipe de la Moncloa.

Al igual que un hombre de estado debe saber cuándo debe retirarse, un hombre de partido, sobre todo cuando es alternativa de gobierno, tiene que pensar en lo mejor para sus correligionarios, evitando situaciones infantiles como la que ocurrió con Albert Rivera en Ciudadanos, traicionado por su ego, y cuya decisión de no formar gobierno de coalición con el PSOE en 2019, ha marcado el curso político en los últimos cinco años, haciendo que otra persona, con un ego similar, pero más listo, se haya echado en brazos de nacionalistas, independentistas y activistas de extrema izquierda, lo cual no ha sido precisamente bueno para nuestro país.

España necesita en estos momentos un gobierno estable, que se lograría con un pacto a la alemana, como el que protagonizaron la CDU y el SPD en dos ocasiones, pero ello supondría que los dos partidos estuvieran en manos de hombres de estado, y eso, al menos por una de las partes no es así, por lo que PSOE y PP seguirán siendo agua y aceite, y el pueblo español seguirá siendo rehén de pequeños partidos que sólo buscan objetivos particulares al margen del bien común de la globalidad de los ciudadanos españoles.

Asumido que lo anterior no va a ocurrir y que lo único que le importa a Pedro Sánchez es conservar su sillón, cartas aparte, la única opción que le queda al Partido Popular es seleccionar el candidato adecuado para conseguir superar el techo de Feijóo que, acabamos de ver que, como las meigas, no existe, pero haberlo haylo.

Alberto Núñez Feijóo es un político notable, con experiencia de gestión, y no lo ha hecho mal en Galicia, pero en las “Grandes Ligas”, no es lo mismo que en “Regional” y, desgraciadamente, en los finales de campaña ha cometido errores dialécticos que le han restado muchos votos a su partido, y eso es incompatible con poder ganar las elecciones de “calle”, especialmente si tienes una mochila neofranquista y semiteocrática muy pesada en la espalda que se llama Vox, y que te quita muchos votos, y por dos vías, los que no le votan por que no quieren ver a la extrema derecha el gobierno, y los que piensan que votando a Vox conseguirán que la potencial línea de gobierno futura, si ganaran las elecciones, se desplazaría hacia lo que la gente de izquierdas llama la “derechona”.

Así que, Don Alberto, aunque personalmente considere que Vd. lo haría mejor que Doña Isabel rigiendo los destinos de nuestro país, por el bien de todos, pienso que debería dejar paso a esta última, para que pequeños grupúsculos de personas radicales dejen de imponer su criterio e intereses a la totalidad de los españoles que, como se decía en la Transición, en una de las frases (hoy en día impronunciable por sexista) de la canción “Libertad sin Ira” del grupo Jarcha, sólo quieren “su pan, su hembra y la fiesta en paz”.

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