Prefería a ser un cumpleañero más y en una sola ocasión al año, ser un raro “cumplediadero” durante trescientas sesenta y cinco ocasiones sin solución de continuidad durante un periodo anual. La tarta y el regalo del cumpleaños está más que esperado, lo que para mí lo devaluaba como ocurre con el valor en la Bolsa por estar ya descontado al llegar la fecha de la transacción, siempre he preferido la sorpresa diaria, esa que más de una vez no admite porciones ni repartos, y hay que tragarla entera, aunque al hacerlo hiera la garganta.
Y este año, sin abandonar la ya inveterada costumbre de celebrar cada día, cuando se aproxima tal acontecimiento [mi aniversario] experimento, supongo por la cifra que acumulo, una forma diferente de verlo. La explicación creo encontrarla cuando me digo que la suma de pequeñeces cuenta, a la vez que observo una mueca de nostálgico pathos al contemplar mi semblante actual en el espejo.
Con el tiempo he aprendido lo cierto de; primero, que todo hombre tiene en él una cantidad determinada de peleas; segundo, que ser munificente en el gasto de energía es privilegio de la juventud; tercero, que con esta se paga la compra de la sabiduría; y cuarto, que en esta última está la puerta a la practica de la parsimonia que permite comprender por fin la intrincada alquimia, en cuanto a la maravillosa transmutación, que habita en la mujer. Con el cesto que resulta de tales mimbres ¡Cómo no voy a celebrar también el cumpleaños!
Hay que festejar por fin lo que significa entender en toda su extensión la expresión antes de tener hijos, tenía seis infalibles teorías de cómo se debe educar a un hijo y ahora que tengo seis hijos ya no me queda ninguna teoría que sea válida.
Hay que celebrar el descubrimiento de que la frase aportas o te apartas, es prepotente y equivocada; más de un hombre exitoso encuentra su particular triunfo en una vocación despreciada. Cuando los nudillos están despellejados un hombro es tan eficaz como un puñetazo en cuando el daño que puede causar y conlleva mucho menos coste de energía.
Así que este año, el que viene ya se verá, obviamente introduzco un cambio y lo voy a celebrar de manera tranquila y silente, pero con orgullo, porque llegados hasta aquí como dijo alguien al terminar el combate “He aguantado la paliza y me he llevado el mendrugo”.