No se puede ser más torpe. De nuevo aquí, seguramente no por falta de principios sino más bien de luces, el Partido Popular anda más perdido que un pulpo en un garaje. Y así comparece. Tenemos a un gobierno que cierra como si de una rifa o una subasta se tratase el reparto de 4.000 menores indocumentados; tenemos a un gobierno que pone sobre la mesa la reforma del artículo 35 de la Ley de Extranjería; y la respuesta de la oposición no es poner pie en pared ante tal cúmulo de aberraciones sino preguntar de dónde va a salir el capital para “una mejor adaptación en nuestro país” de los menas. ¡Tócate los pies!
O sea, que cuando el debate debería ser si España va a seguir acogiendo a miles y miles de indocumentados, que cruzan ilegalmente nuestra frontera, por qué ha de hacerlo y hasta cuándo… para el Partido Popular lo fundamental es que España no se convierta en un país insolidario que condene a los menas “a estar hacinados en centros sobresaturados” (sic) o que los reparta “de manera asimétrica entre regiones y siguiendo sólo criterios partidistas” (sic).
No es fácil encontrar una deriva ante una política tan de Estado y tan de altura (la de la inmigración) en la que al partido que pretende gobernar España se le encuentre tan desorientado, tan desdibujado, tan flojo y, ante determinados postulados, causando tanta pena por razón de esa flojera.
¿Piensa el Partido Popular, ante una cuestión en la que nos jugamos tanto como nación (para el presente y para las próximas décadas y generaciones), hacer frente común con Vox, de manera compacta y unida? ¿Piensa, por el contrario, que sería un error colosal correr el riesgo de que tachasen a sus dirigentes de racistas, cosa que ya hacen quienes rodean y aplauden a Sánchez? O, ¿tal vez van a tener razón quienes sostienen que, también aquí, las políticas de los socialistas y las de Feijoo son, tristemente, tan parecidas como dos gotas de agua? ¿No es, de veras, para hacérselo mirar?