Todo ha formado parte de una gran mentira que venimos, precisamente desde hace años, sufriendo en España y Europa. Ahora se les dice a esos mismos ciudadanos, nativos, que evidentemente tienen que prolongar su edad de jubilación como mínimo a los 70 años o más, como ha ocurrido en Dinamarca, porque resulta que ni siquiera esa migración masiva (otrora ‘la salvación’) puede pagar por sí misma esos servicios sociales que genéricamente consume.
Sostener que Europa se encuentra en un momento de extrema decadencia, que va cuesta abajo y sin frenos, no es una frase hecha, es la consecuencia de un mínimo análisis estadístico que prueba, a las claras y sin ningún género de dudas, que esa inmigración masiva (especialmente aplaudida por las elites socialistas y comunistas) es una de las causas más directas y palpables de la situación a la que hemos llegado: un continente que embarranca.
Precisamente las elites contrarias, conservadores y liberales, tienen una responsabilidad mayúscula. A riesgo de ser tildadas por los culpables de haber creado este desastre de ‘ultraderechistas’, urgentemente han de elevar la voz y, más importante, poner freno, cortar de raíz, una deriva absolutamente suicida que tiene como víctimas, precisamente, a los ciudadanos honrados que simplemente madrugan para ganarse la vida y tener un poco de seguridad, de libertad, de bienestar.
Hoy por hoy, en España sólo hay un partido político que esté dispuesto a acabar con este disparate. Es verdad que en Europa son cada día más y más fuertes y más votadas (en Alemania, en Francia, en Italia, en algunas naciones del norte) las formaciones que están contra un ‘harakiri’ absolutamente descontrolado. ¿Va a permitir el primer grupo de la oposición en nuestro país que ese único partido quede al mando para evitar el naufragio o va a servir y ayudar poniéndose, de una vez, al timón?