La idea de conectar Eurasia y Norteamérica a través del estrecho de Bering se remonta a finales del siglo XIX. En 1890, William Gilpin, el primer gobernador territorial de Colorado, propuso un ferrocarril intercontinental con un túnel bajo el estrecho de Bering como parte de una red de transporte global. Canadá también exploró conceptos de expansión ferroviaria hacia el norte a finales del siglo XIX y principios del XX, como rutas hacia Dawson City, que podrían haberse integrado en un sistema transcontinental más amplio.
El zar ruso Nicolás II dio su aprobación provisional en 1905 para la exploración de un túnel ferroviario, pero para 1907, en medio de la inestabilidad política tras la revolución de 1905 y el temor a la intrusión estadounidense, su gobierno retiró el apoyo. En 1906, un consorcio de intereses rusos, estadounidenses y franceses anunció un ambicioso proyecto, del que informó The New York Times, pero la evidencia de archivo sugiere que se mantuvo como una idea preliminar.
En la Conferencia de Potsdam de 1945, el líder soviético Joseph Stalin propuso al presidente estadounidense Harry Truman conectar sus redes ferroviarias mediante un túnel o puente, pero Truman declinó la propuesta en medio de las tensiones de la Guerra Fría. A mediados del siglo XX, el ingeniero Tung-Yen Lin promovió la idea de un "Puente Intercontinental de la Paz". Joseph Strauss, ingeniero jefe del Puente Golden Gate, también debatió públicamente la posibilidad de un enlace de Bering.
En 1981, el Dr. Sun Myung Moon anunció su visión de un Túnel de la Paz —una conexión de 85 kilómetros bajo el Estrecho de Bering, cuyo valor se estimaba en 200 000 millones de dólares estadounidenses en aquel momento— como parte de una autopista global de la paz. Reiteró esta visión durante la inauguración en 2005 de la Federación Universal para la Paz y su gira inaugural por 100 países. Su defensa fue uno de los factores que reavivaron el interés en la idea. El Grupo Regional Internacional del Estrecho de Bering (IBSRG) y su sucesor, el IBSTRG, han proporcionado desde entonces una plataforma multilateral para que ingenieros, economistas, legisladores y defensores de la paz exploren la viabilidad.
El Consejo para el Estudio de las Fuerzas Productivas (SOPS), organismo conjunto de la Academia Rusa de Ciencias y el Ministerio de Desarrollo Económico, ha sido un impulsor clave de la justificación rusa moderna para el proyecto del Estrecho de Bering. Bajo la dirección del académico Alexander Granberg en la década de 1990, el SOPS coordinó estudios multidisciplinarios, incluyendo estudios de rutas aéreas, cartografía geotécnica y conceptos energéticos. El consejo proyectó beneficios adicionales, como mejoras en la eficiencia energética derivadas de la integración en la red eléctrica y un importante desarrollo de recursos en el Lejano Oriente ruso, convirtiendo al SOPS en un centro de conocimiento clave para el avance del proyecto en Rusia.
En 2014, el periódico estatal chino Beijing Times publicó una propuesta de ingenieros chinos para una línea ferroviaria de alta velocidad desde Pekín hasta Alaska a través de un túnel de 200 kilómetros en el estrecho de Bering, conocida informalmente como la ruta "China-Rusia-Canadá-Estados Unidos". Si bien no se trataba de un plan oficial del gobierno, se alineaba con la visión china de la Franja y la Ruta.
La línea principal rusa Amur-Yakutsk llega a Nizhni Bestiaj, frente a Yakutsk, en el Lejano Oriente ruso. El puente ferroviario sobre el río Lena está en construcción (2024-2028), pero no existen líneas ferroviarias hacia el este, hacia Magadán o Chukotka. Extenderse hasta el estrecho de Bering sigue siendo una idea arraigada, aunque enfrenta desafíos como el deshielo del permafrost, la actividad sísmica, la lejanía y la falta de infraestructura de apoyo.
De frontera divisoria a corredor de paz
Históricamente una línea de separación, el estrecho de Bering podría convertirse en un símbolo de colaboración. Las dos Islas Diómedes, una en territorio estadounidense y otra en Rusia, están separadas por tan solo 4 kilómetros, lo que ofrece una poderosa imagen de posible reconexión para las comunidades indígenas divididas por la "Cortina de Hielo" de la Guerra Fría. Un túnel podría contribuir al diálogo y la cooperación, al tiempo que requiere acuerdos claros sobre gestión, seguridad y gobernanza que involucren a todas las partes interesadas, incluidas las comunidades indígenas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la región del estrecho de Bering ya desempeñaba un papel simbólico como puente entre Estados Unidos y la Unión Soviética. A través del programa de Préstamo y Arriendo, aviones estadounidenses volaron de Alaska a Siberia por la ruta Alaska-Siberia (ALSIB), cruzando cerca de las Islas Diómedes. Estos envíos reforzaron el esfuerzo bélico soviético contra la Alemania nazi y convirtieron el estrecho en una vía de cooperación en tiempos de guerra. Para muchos veteranos e historiadores, sigue siendo un recordatorio de que, incluso en los momentos más difíciles, ambas naciones encontraron maneras de colaborar para alcanzar un objetivo común.
El corredor intercontinental propuesto, de 6.000 kilómetros, podría integrar ferrocarril electrificado, transmisión eléctrica, comunicaciones por fibra óptica y, posiblemente, oleoductos. Según estimaciones preliminares citadas por los promotores, el proyecto podría costar entre 50.000 y 100.000 millones de dólares estadounidenses y generar importantes ingresos por tránsito. Podría acortar los tiempos de viaje entre Asia y Norteamérica en comparación con las rutas exclusivamente marítimas a través de los canales de Suez o Panamá. Los beneficios para las regiones remotas dependerían de la inversión paralela en infraestructura local, y todas las previsiones son preliminares. También podría servir como alternativa o complemento a la Ruta Marítima del Norte durante ciertas temporadas.
Escépticos y desafíos
La viabilidad del túnel enfrenta numerosos obstáculos. Una financiación de entre 50 y más de 100 mil millones de dólares estadounidenses requeriría una cooperación internacional sin precedentes. Si bien el estrecho de Bering es relativamente poco profundo y estable, el principal desafío radica en construir miles de kilómetros de vías férreas de acceso a través de la tundra ártica, con temperaturas extremadamente bajas (hasta -50 °C), permafrost y temporadas de construcción cortas. La corrosión por exposición a la salinidad añade mayor complejidad. Las estimaciones del volumen de carga, como la afirmación de Ferrocarriles Rusos de que el túnel podría transportar el 3 % de la carga mundial, son consideradas excesivamente optimistas por los analistas debido a las alternativas marítimas más económicas.
Finalmente, si bien Rusia tiene planes a largo plazo para desarrollar corredores de transporte hacia Chukotka, Alaska y Canadá carecen actualmente de iniciativas federales o financiación equivalentes para la infraestructura de conexión, lo que genera un desequilibrio significativo en la preparación.
Viabilidad e impacto
Una conexión funcional podría fomentar el turismo, el intercambio cultural y la colaboración en investigación. El ferrocarril electrificado podría reducir las emisiones en comparación con el transporte marítimo, pero debe incorporar tecnologías de estabilización del permafrost y protecciones estrictas para las rutas de aves migratorias y los ecosistemas marinos, en particular en la reserva del Puente Terrestre de Bering.
La continuación del proyecto requeriría compromisos de financiación compartida, estudios técnicos rigurosos y una implementación gradual. A partir de 2024, no existen acuerdos oficiales ni financiación específica, y el clima político presenta serios obstáculos.
Un llamamamiento al liderazgo visionario
El Túnel de la Paz del Estrecho de Bering no es una panacea, pero podría convertirse en un símbolo práctico de lo que la Federación Universal para la Paz denomina «la esperanza de reconciliar naciones e ideologías separadas durante mucho tiempo» mediante una infraestructura compartida. Requeriría la participación coordinada de Canadá, socios asiáticos como China, Japón y Corea, posibles actores europeos o nórdicos en el desarrollo del Ártico, así como Estados Unidos y Rusia.
Se alienta a los gobiernos, las instituciones internacionales, los inversores y la sociedad civil a considerar el Túnel de Paz del Estrecho de Bering con lucidez, reconociendo sus desafíos y explorando su potencial. Instamos a establecer una comisión técnica internacional para realizar estudios de viabilidad y fomentar el diálogo más allá de las limitaciones políticas actuales, determinando si esta visión puede transformarse en un proyecto viable que beneficie a toda la humanidad, mediante una cuidadosa verificación de los precedentes históricos, estudios de viabilidad técnica y una evaluación exhaustiva de los impactos económicos y ambientales.