Estos individuos fueron condenados en firme por agredir brutalmente a militantes, simpatizantes y votantes de Vox en Zaragoza, así como a policías que trataron de frenar aquella orgía de violencia sectaria. Hoy, gracias a la pluma generosa de Sánchez y sus ministros, salen por la puerta grande, como si la justicia en España fuera un chiste, como si la violencia política contra Vox no solo fuese tolerada, sino premiada. ¿Y qué mensaje se lanza a la sociedad con este indulto? Muy claro: todo aquel que apalee a un votante de Vox, todo aquel que intente reventar un mitin, todo aquel que insulte, agreda o amedrente a quienes defendemos España, tiene garantizada la protección del Gobierno. Este indulto es una invitación abierta a que la violencia siga creciendo, un cheque en blanco a los nuevos matones del siglo XXI, los herederos ideológicos del terror rojo de antaño.
Mientras en Estados Unidos, con Donald Trump a la cabeza, se ha tenido la valentía de declarar a los grupos antifascistas como lo que son —organizaciones terroristas que amenazan la convivencia y la libertad—, en España sucede justo lo contrario: aquí el Gobierno se arrodilla ante ellos, los blanquea, los mima y los protege. Y no lo hace por error ni por despiste, lo hace por convicción. Porque la violencia contra Vox no les resulta repugnante, les resulta útil.
No nos engañemos: este no es un hecho aislado. Este Gobierno, que se proclama "el más progresista de la historia", se ha construido sobre pactos indignos. Pacta con Bildu, los herederos políticos de ETA; pacta con quienes nunca han condenado el terrorismo; pacta con golpistas catalanes indultados y amnistiados; pacta con corruptos, narcocomunistas y con toda clase de aventureros políticos. Ahora, además, abre sus brazos a los violentos callejeros. El círculo se cierra: de ETA a Bildu, de los CDR a los antifas, el PSOE y sus socios tienen claro de qué lado están. Y no es del lado de la ley ni de la justicia.
Lo que hoy presenciamos es la constatación de que vivimos bajo un régimen de impunidad selectiva. Si eres de Vox y te agreden, eres culpable de existir. Si eres un policía y recibes una pedrada por proteger un mitin de Vox, eres un estorbo. Si eres un violento antifascista, el Gobierno te protege, te indulta y hasta te considera un aliado. Esta es la España del sanchismo: una España sin ley, sin justicia y sin dignidad.
El PSOE siempre tuvo una relación turbia con la violencia. Desde sus orígenes revolucionarios en el siglo XIX, pasando por su papel en la Guerra Civil, hasta la actual connivencia con Bildu, su historia es la de un partido que jamás ha condenado ni ha renunciado al uso de la violencia como herramienta política. Lo que ocurre ahora no es un error, es la esencia del socialismo español: proteger a los suyos, aunque sean delincuentes, y perseguir a los que consideran enemigos o disidentes.
No es casual que los ataques contra Vox se disparen campaña tras campaña, y que actos públicos se conviertan en batallas campales, que militantes y simpatizantes se jueguen la integridad física cada vez que defienden sus ideas en la calle. La izquierda sabe que la violencia es su última arma para frenar a Vox, porque en las urnas la verdad se abre camino. Y ahora esa violencia cuenta con el respaldo institucional del Gobierno.
Hoy son seis en Zaragoza, mañana serán seis en Valencia, en Sevilla o en cualquier otro punto de España. Lo que Sánchez y su Gobierno están diciendo a los violentos es: "No os preocupéis, si os condenan, nosotros os indultamos. Tenéis licencia para golpear, insultar y agredir, siempre que las víctimas sean de Vox."
Este indulto es la prueba definitiva de que el PSOE y sus socios no creen en la democracia, creen en el sectarismo. No creen en el Estado de derecho, creen en el Estado al servicio de su ideología. No creen en la justicia, creen en la revancha. Y por eso indultan a delincuentes, porque ellos mismos forman parte de un Gobierno de delincuentes.
España vive una situación límite. Si el Estado legitima la violencia contra una opción política legítima, como Vox, ya no estamos ante un gobierno democrático, sino ante una tiranía. Y la tiranía solo se sostiene con miedo y con represión. Vox, con la valentía de Santiago Abascal y de miles de militantes, simpatizantes y votantes, es el único dique frente a esta ola de impunidad, de corrupción y de violencia.