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CARTA DEL PRESIDENTE

El Imperio de la Ley, último dique de contención de Occidente

· Por Alfonso Merlos, Presidente del Grupo "El Mundo Financiero"

domingo 21 de diciembre de 2025, 10:13h
El Imperio de la Ley, último dique de contención de Occidente
“El imperio de la ley es la única alternativa al imperio de la fuerza. Sólo bajo el gobierno de las leyes el ser humano puede vivir en libertad y en paz. Si no nos sometemos al Derecho, la ley del más fuerte, las fauces del totalitarismo acechan y amenazan con devorar la libertad y la convivencia”, señala Javier Cremades en la introducción a su último libro ‘Sobre el Imperio de la Ley’ (Galaxia Gutenberg).
El Imperio de la Ley, último dique de contención de Occidente
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A través de las páginas de una muy pertinente obra (por el fondo y especialmente por el tiempo que vivimos), Cremades pone de relieve que para que el Derecho incida, más allá de los juristas, en la conciencia social y en el sentimiento de la opinión pública, es esencial fomentar una cultura cívica a través de la enseñanza y la educación, a través de los medios de comunicación.

En efecto, es muy necesaria la percepción social de que las amenazas de hoy no proceden de los totalitarismos como tales (o tal y como los conocíamos hace décadas y siglos), sino de la corrupción en algunas naciones y partidos políticos e incluso de la injerencia de movimientos populistas carentes de preparación y preñados de oportunismo.

En el mundo de hoy, pareciera vital recordar que el Imperio de la Ley es la única alternativa posible ante la sinrazón y ese ‘rule of law’ es, en este sentido, el último y siempre fundamental dique de contención de la propia civilización occidental, en términos de lo que ésta garantiza: luz y progreso.

Incluyendo incluso a España en el listado, saltan a primera vista los países cuyos gobiernos han propiciado algo rabiosamente peligroso: un escenario en el que la autoridad -en este caso el poder ejecutivo- deja de estar limitada por la ley. Y se cuentan en alto número los tiranuelos -travestidos con ropajes democráticos- que intentan concebir la ley como un instrumento al servicio del poder político, cuando la ley es exactamente lo contrario: un límite al gobernante, a la mayoría… incluso a las pasiones del momento. Es así: donde la ley se convierte en herramienta, la libertad desaparece, aunque se conserven los ornamentos democráticos.

No. No es necesario ser o ejercer de conservador para cerciorarse de que es casi una obligación para Occidente preservar aquello que hace posible la continuidad de una sociedad libre: no el gobierno de los hombres sino el gobierno de las normas, una idea que recorre transversalmente las páginas de la última obra de Cremades.

En el actual mundo que nos ha tocado vivir, tan cambiante, asoma sin embargo la tentación estructural de casi siempre: suspender la ley o ciertas leyes para hacer ‘verdadera justicia’. Se buscan las coartadas -la seguridad, la igualdad, el falso progreso…- y se llega al desastre: se justifica la excepción, luego la excepción se normaliza, y finalmente la norma desaparece. El mecanismo no falla y es letal.

Con un pie ya en 2026, no podemos dejar de recordar lo que debería ser evidente. Allí donde la ley cede ante el caudillo de turno, el partido o la ideología, el resultado es invariable: la arbitrariedad, la inseguridad permanente, la degradación.

La obra de uno de los juristas más relevantes de la historia reciente de España nos deja otra advertencia: el Imperio de la Ley puede desdibujarse por pura inflación legislativa, por la promulgación de leyes ideológicas, por la politización de la justicia… y, por supuesto, por el desprecio a la separación de poderes.

No. Defender el Imperio de la Ley no puede ni debe traducirse o equipararse a actuar desde una posición reaccionaria. Es una postura radicalmente responsable. Significa aceptar que ninguna causa, por justa que se proclame, está por encima de las reglas comunes. Significa preferir la imperfección del Derecho a la perfección imaginaria de un poder sin omnímodo. Significa huir de estafas de redención y utopía para garantizar algo más modesto y valioso: orden, continuidad y libertad bajo normas estables. Sin ingeniería social, sin legislación emocional.

El respeto por la Ley es, en fin, nuestra mejor herencia moral y nuestra mejor barrera contra la barbarie.

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