«Contubernio: Acuerdo o alianza para fines censurables», vi qué explicaba Google, mientras el ministro de Educación Cultura y Deportes, Íñigo Méndez de Vigo, llegaba con el Presidente de la Fundación Teatro Real, Gregorio Marañón, para presentarlo ante una concurrencia que ocupaba dos salones. Allí estaban algunos ex ministros (Elena Salgado, Eduardo Zaplana, Ruiz Gallardón, César Antonio Molina, Esperanza Aguirre), cargos actuales, los embajadores de Francia y Colombia, empresarios, González-Echenique (ex en TVE), Pedro Swartz, Fernando Martínez Maillo, rectores de universidad... Y la marquesa de Castelldosríus y baronesa de Santa Pau, Ágatha Ruiz de la Prada («ex de Pedrojota y sin compañía masculina», apuntó una voz de hombre).
«Han venido todos los que apoyan al Teatro Real desde que el Gobierno quitó la pasta» - explicó una compañera de mesa, para justificar la numerosa asistencia antes de que el corresponsal del grupo de información Regional (de Castilla y León) Promecal informara sobre el canutazo de un Martínez Maillo, locuaz y cauto, afirmando que el PP «no tiene miedo a la justicia».
Después intervinieron los dos nobles: El ministro, que es barón de Claret y descendiente de la reina María Cristina de Borbón y los marqueses de Cubas y Esquilache. Y Gregorio Marañón, marqués de Marañón, nieto del pensador Marañón y Grande de España. El ministro para presentar al segundo, sin «picotear lo que van a decir otros», y atestiguar que «después de la crisis, la cultura tiene buena salud». Y Marañón para hablar de un Teatro Real, que alojó «al Congreso de los Diputados, por dos veces», de su pasado (actuaron Donizetti, Verdi, Puccini, Leoncavallo, Stravinski), de su presente (Teatro de Ópera con «un magnífico equipo profesional» y «un modelo de patrocinio que se ha convertido en una referencia»), de su futuro («incorporar nuevas tecnologías... desea firmar la memoria sobre la que está construyendo su futuro»). Y de un farragoso conjunto de cifras, citas y datos.
Pero los discursos sobre el Teatro Real no fue lo único de la mañana. También importaba la realidad de otro teatro, el teatro político castellano-leonés del PP que había traído a la actualidad Casqueiro, sobre el acuerdo (no necesariamente para fines censurables) que llegaba tras el ‘pi-pip’: Mañueco frente a Silván; con Rajoy y Herrera buscando acuerdos en Medina del Campo; y con Martínez Maillo de ‘mandamás’ junto a la tribuna en que se puso en escena, no ha mucho, lo que se tomó como ‘apertura del telón de una supuesta confrontación popular en Castilla León’ con la presentación en Madrid, ‘placeándolo’, del alcalde de León.
Era momento de entrar en la realidad de los populares castellano-leoneses. Y en la secuencia que presenta la divergencia de intereses entre las dos facciones que existen: Los ‘intereses de Génova’, supuestamente representados en Medina del Campo por Rajoy, apadrinados por Martínez Maillo e incardinados en la figura del alcalde de Salamanca Fernández Mañueco, exconsejero de la Junta de Castilla y León (por dos veces: de Presidencia e Interior y Justicia). Y los ‘intereses de Pucela’, también supuestamente apoderados en Medina del Campo por Herrera, patrocinados por la ‘reacción frente a Génova’ tras el episodio-caza de Rosa Valdeón en carretera, y personificados en el alcalde de León Silván Rodríguez, ex consejero de la Junta de Castilla y León (También dos veces: De Fomento y de Fomento y Medio Ambiente).
Entrando en esa divergencia, aparecen dos opiniones encontradas, ambas defendidas con pasión y convicción: La partidaria de que «‘las cosas de Castilla y León’ se defiendan desde Valladolid con la gente que lo ha hecho bien y se ha ido haciendo en la actividad política a la vera de Herrera, sin imposiciones de cuneros y ‘claras de santos’» (Clara San Damián). Y la contraria, que entiende que la anterior «está formada por arribistas, que se han inventado una estructura regional sin ideología; y que ha de dejar paso para que los populares nos organicemos como cuando estaba Juanjo de Lucas».
Olvidados los discursos sobre el Teatro Real, a última hora de la tarde, tras una reunión-comparecencia en Valladolid y algunas conversaciones-filtraciones de distintas procedencias, llegaba una especie de entre-acto del teatro castellano-leonés del momento del PP. Con él, algunas reflexiones y preguntas que merecen transcripción: «Escuchar. Y estar atento», «En Madrid debían aprender de la Zamora de antes de Maillo». «Ahora dicen que Mañueco y Silván van a llegar a un acuerdo»..«Soraya, atusada y a la catalana». «Rosa. Montoro. Y los cafés del termo de Maillo en Benavente».
Pero eso son cosas de teatro. Con telones caídos, escenas sin representar, autores de guión, actores, actrices. Importa más el no teatro de Castilla y León; también, aunque menos, los castellano-leoneses del PP.