Si algo es susceptible de empeorar, seguro que empeora. España vive en el esperpento infinito, en el ridículo interminable. Si algo le faltaba a la pueril política nacional, si algo necesitaba para convertirse en el” hazme reír” internacional y local, nos llego en forma de rocambolesca huida protagonizada por el ya ex presidente de la Generalidad, Carlos Puigdemont. El ex presidente, ahora convertido en “cagonet”, le entro el pánico y considero que era el momento de dejar España. En una oscura maniobra, junto con cinco de sus ex consejeros, fueron en coche hasta Marsella, para luego coger un avión hasta Bruselas. Parece ser que a la comitiva le acompañaban un par de agentes del CNI, imprescindibles en este sarao. El CNI es el perejil de todas las salsas, igual valen para un roto que para un descosido. Lo importante es que siempre están, aunque no se sabe muy bien ni para que ni porque.
No debe extrañarnos que fuera Bruselas el destino elegido. El gobierno de España ordeno el cierre de todas “las embajadas” catalanas en el extranjero, excepto el de la capital comunitaria, sin que a día de hoy, se nos explicara cual es el motivo exacto de esta salvedad. Si a esto le sumamos la comprensión que siempre mostro Bélgica hacia los terroristas y asesinos de ETA y hacia los aldeanos periféricos que pululan por nuestro país, la decisión de la comitiva presidida por el cagonet, está más que justificada.
No tengo dudas de que toda esta aventura dará para una historieta protagonizada por los inimitables Mortadelo y Filemón. Para sumarle más esperpento y más ridículo, el amago de cantante, el del turbante en la cabeza, aquel que amenazaba a funcionarios que no obedecieran, el canta autor y diputado de los asilvestrados de la CUP, Luis Llach, dijo que el honorable huía de España para pedir asilo en Bruselas. No salíamos de nuestro asombro, pues toda esta payasada se la podían haber ahorrado. Nadie les había retirado ni el DNI ni el pasaporte y ni siquiera tenían restringidos sus movimientos. Tanto es así, que aquellos que acompañaban al cagonet en su breve aventura, empezaron a regresar poco a poco a la ciudad condal, no sin antes recibir una sonora pitada y abucheo en el aeropuerto del Prat según eran reconocidos los valientes cobardes por los ciudadanos.
La ausencia de dignidad de todos aquellos que han protagonizado el “Proces” es más que palpable y evidencia la falta de creencia en lo que estaban haciendo, aunque el daño es irreversible, sobre todo después de haber manejado, utilizado y fanatizado a una muchedumbre a la que ahora será muy difícil reconducir. No hay mas ciego que el que no quiere ver. Sería interesante y muy recomendable, que esta chusma fanatizada analizara el comportamiento de sus dirigentes y la de todos aquellos que han conducido a Cataluña al abismo incluyendo al gobierno de España, cuyas timoratas y tardías acciones no han evitado el cumulo de despropósitos vividos en los últimos meses.
Ahora, la maquinaria de los partidos se ha puesto en marcha, los pescadores de votos se han puesto a trabajar. La unidad de España importa poco, solo importa el corto placismo de un resultado electoral que no garantiza nada y que se antoja incierto. Que parezca que todo cambia, para que todo siga igual. Domesticar la protesta y el sentimiento patriótico, narcotizar la queja y el malestar, son los siguientes objetivos de unos actores que solo nos ven como trozos de carne con ojos imprescindibles para depositar un voto que les sea favorable. El resto les importa bien poco.
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