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CAMBIO DE PARADIGMA

Entrada a la Ciudad Prohibida, Pekín. (© Foto: José Luis Barceló, 2017)
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Entrada a la Ciudad Prohibida, Pekín. (© Foto: José Luis Barceló, 2017)

China, en el punto de mira del desarrollo global

· Por José Luis Barceló, periodista, Editor-Director de ElMundoFinanciero.com y profesor honorario de la Universidad Particular de Chiclayo

By José Luis Barceló Mezquita
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jlbarceloelmundofinancierocom/9/9/27
sábado 30 de diciembre de 2017, 10:25h
Un reciente artículo de Justin Yifu Lin, que fue vicepresidente senior y economista jefe del Banco Mundial, publicado en ElEspanol.com el pasado 29 de diciembre con el título “China asciende mientras Occidente retrocede” nos recuerda el papel actual que la República Popular de China tiene como actor en la política y la economía globales. Recientemente he tenido la oportunidad de viajar a Pekín y Shanghái, lo que me ha permitido departir abiertamente con algunos dirigentes chinos acerca de su visión del mundo y de sus objetivos, y he llegado a la conclusión de que sus objetivos son determinados y mucho más concretos que los que tenemos en Occidente, especialmente las empresas de capital privado. La economía china responde a unos patrones de crecimiento cuyos objetivos no vienen definidos exclusivamente por los de participar en el mercado en condiciones de competitividad. Pero si ha sido determinada a la hora de lograr excluir de la pobreza en pocos años a 700 millones de ciudadanos. Y este modelo es fácil de exportar al resto del mundo, especialmente a los entornos de África y América Latina donde las propuestas de China pueden tener buen calado y precisamente espacios geográficos donde Occidente, y especialmente Estados Unidos, han desalojado espacio. No debemos pasar por alto que también en Occidente nos cautivan las propuestas chinas, especialmente cuando comprobamos el entusiasmo con que muchos empresarios acogen las inversiones procedentes de China ante la falta de inversores propios.
El autor durante su visita a la Muralla China (© Foto: ElMundoFinanciero.com, 2017)
El autor durante su visita a la Muralla China (© Foto: ElMundoFinanciero.com, 2017)

Justin Yifu Lin nos recuerda en su artículo que China cabalga en 2018 hacia el 40 aniversario del inicio de sus reformas para integrarse en un sistema de mercado y erigirse como “guardián del sistema de comercio global”. Yifu Lin nos recuerda también que en 1978 el PIB de China era solo de “154 dólares, menos de un tercio del de cualquier país del África subsahariana”, y que su índice de globalización no llegaba al 10%, mientras que hoy es de casi el 33% y en constante crecimiento.

China no parece querer imponer su sistema de valores e ideología, sino más bien parece ofrecer oportunidades en un mundo donde Estados Unidos está en retirada. China y Rusia son los mayores valedores hoy de la recuperación del protagonismo de los países emergentes, desde su privilegiada posición entre los BRICS. China afronta sus retos y su protagonismo con seguridad, y ha demostrado capacidad con iniciativas como la creación del China Development Bank (CDB), que se ha convertido en uno de los bancos más grandes de China en términos de activos y el principal proveedor de financiamiento entre los bancos chinos. Otra iniciativa china de creciente protagonismo es el Asían Infraestructura Investment Bank (AIIB), institución internacional creada en 2014 a propuesta de China y que está considerada por muchos analistas como un rival del Banco Mundial, del Banco de Desarrollo Asiático y del propio Fondo Monetario Internacional, con quien rivaliza. Finalmente, no puede dejarse de mencionar el Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS (NBD BRICS), un banco fundado por las naciones integrantes del grupo BRICS al que China pertenece junto a Brasil, Rusia, India y Sudáfrica y cuya sede está en Shanghái.

Asia, foco de los mitos occidentales

El paradigma del desarrollo asiático siempre ha estado en el subconsciente de empresarios y economistas occidentales: del “milagro japonés” producido por el Imperio del Sol Naciente en un vertiginoso desarrollo a partir de los años 50 hasta bien entrados los 70, se pasó durante los años 80 al “mito” de los llamados Tigres Asiáticos, grupo que englobaba a una nueva generación de países altamente industrializados radicados en el Lejano Oriente que incluía Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán. En todos ellos ha reinado el magnetismo que produce una alta competitividad tecnológica como la que propició la caída de los fabricantes de automóviles estadounidenses en favor de as importaciones de autos japoneses o surcoreanos, de semejante calidad y menor precio.

Se da la circunstancia de que todos estos países revisten unos sistemas de funcionamiento político y económico similares a los Occidentales, donde impera el libremercado y donde existe una regulación política que defiende las libertades públicas y la concurrencia de partidos políticos. Estas condiciones no se manifiestan en el caso de China, donde aún imperan la planificación centralizada y el partido único.

Para muchos analistas estas condiciones de libertas públicas y libertad de mercado son las que han permitido a algunos Estados asiáticos mantenerse en estas posiciones más desarrolladas y, de hecho, aún continúan situándoles entre las naciones mas prósperas del mundo. Las actuales políticas aperturistas de Vietnam o Tailandia corroboran éste razonamiento. El índice de Desarrollo humano (IDH), un indicador elaborado por el PNUD, continúa colocando a Singapur en el quinto lugar del mundo por su nivel de desarrollo, Hong Kong en el puesto doce, Japón en el diecisiete y Corea del Sur en el dieciocho. Es decir, entre los dieciocho más avanzados del planeta. Para que nos hagamos una idea de la beneficios situación, valoremos que España se encuentra ubicada en el puesto veintisiete de 188 países, junto a Italia y República Checa.

El dibujo de este mapa del desarrollo asiático se ha visto perturbado de un tiempo a ésta parte por la firme presencia de un nuevo actor, China, que está condicionado con su nueva realidad al resto de las potencias intervinientes. Si China parecía un “dragón dormido” a la vista de muchos estudiosos de los años 80 y 90, hoy queda claro que es un dragón en perfecto movimiento y presencia decidida en todos los continentes. Conozco muchos economistas y analistas que vaticinan constantemente que el crecimiento de China es irreal y otros muchos que llevan lustros pronosticando que en algún momento el avance y crecimientos de China tendrían que relajarse, detenerse o incluso retroceder. Pero esto no ha ocurrido, sino todo lo contrario, la presencia de China a lo largo y ancho del planeta es hoy inigualable a la de cualquier otro país del mundo. Hace seis o siete años el Wall Street Journal lanzaba pronósticos sobre el inminente colapso financiero de China y Nouriel Roubini, profesor de la Universidad de Nueva York que profetizó acerca de la crisis financiera, advertía en 2011 sobre un "aterrizaje forzoso” de la creciente economía china.

De los antiguos “tigres asiáticos” mencionados anteriormente, al menos dos de ellos están ya decisivamente condicionados por la política exterior de China: por una parte Hong Kong ha desaparecido como actor independiente tras el acto de transferencia de su soberanía a la República Popular de China en 1997. Hoy se conforma, junto con Macao, en uno de las dos Regiones Administrativas Especiales de la República Popular de China. Hong Kong, hoy bajo control chino, es considerad como uno de los centros financieros más importantes del mundo, con la puntuación más alta del Índice de Desarrollo Financiero, tal y como consagra el “Anuario Mundial de Competitividad”. Cuenta con una moneda especial de curso legal, el dólar de Hong Kong, que es la novena moneda más intercambiada del mundo, y disfruta de los mayores ingresos per capita del mundo, siendo el cuarto territorio soberano más densamente poblado del mundo, con un PIB per capita que supera los 55.000 dólares anuales, valor similar al de Estados Unidos.

Sin embargo, China está potenciando hoy en día el desarrollo de otro centro financiero mucho mayor, Shanghái, en detrimento de Hong Kong. Los datos poblaciones certifican que para China tiene hoy mucha más importancia Shanghái que Hong Kong: 7 millones de habitantes de a antigua colonia británica frente a 24 de la ciudad financiera china. Buena parte de las actuales inversiones chinas se derivan hacia ciudades como Shanghái, pese a que Hong Kong se mantiene aún hoy como la cuarta mayor área metropolitana de la República Popular de China.

El otro territorio sobre el que China quiere actuar cada vez con mayor firmeza es Taiwán, autodenominado asimismo República de China (Taiwán). Fue el líder chino Deng Xiaoping, líder de la República Popular de China desde 1978 hasta 1989, quien esbozó la doctrina de “un país, dos sistemas”, que se pretendía aplicar a una eventual reunificación con Taiwán, y cuya filosofía ha sido también aplicada a la soluciones de Hong Kong y Macao, última colonia europea en Asia que fue entregada a China por Portugal en 1999.

Taiwán se presenta como un territorio autónomo que cuenta con una economía capitalista muy dinámica con una baja participación estatal en las inversiones y el comercio exterior, con un PIB per cápita que supera los 46.000 dólares al año, cifra pareja a la de Alemania o Suecia. Taiwán, Corea del Sur y Japón continúan siendo hoy en día los territorios asiáticos más desarrollados y cuyo conjunto de valores más se asemejan al desarrollo democrático y económico occidental con prevalencia de una economía de corte capitalista, separación de poderes, seguridad y garantías jurídicas y respeto al derecho internacional.

La República Popular de China ha despegado rápidamente eclipsando al resto y fijando la atención del resto de las economías del mundo. De ser un comparsa aparentemente alineado con la Unión Soviética, tras la caída del bloque comunista a partir de 1991, redefinió su presencia a escala planetaria siendo actualmente el país más poblado del mundo con más de 1.300 millones de habitantes y llegando a convertirse en la primera potencia mundial por PIB en términos de paridad de poder adquisitivo según el Fondo Monetario Internacional (FMI). Es la potencia mercantil más grande del mundo, con unas transacciones que superan los 4 billones de dólares anuales.

La capacidad de China para estar presente en todos los mercados mundiales es incuestionable y debe mover a los analistas y diseñadores de políticas globales a adoptar nuevas posiciones. Nadie puede ya eludir la importancia de una China que no es emergente, sino que domina los escenarios y condiciona políticas, las inversiones y los resultados. Cuando China compra hierro o cemento, se desabastecen los mercados y sobre el precio. Cuando China decide acudir a África a lograr licencias para obtener madera, cambian los precios a nivel mundial. Todo el mundo actúa esperando qué es lo que va a hacer China antes de tomar una decisión. El economista Willem Buiter aclaraba en 2011 que, de acuerdo con el Índice de Generadores de Crecimiento Global realizado por Citigroup, China “mantiene una tasa de crecimiento muy alta en su grupo”, lo que, al cabo de un cierto tiempo, hemos podido confirmar.

En china todo es grande, la presa de las Tres Gargantas es la central hidroeléctrica más grande del mundo, el puente de Donghay es el más largo del mundo. Durante mi estancia en Shanghái, tuve ocasión de viajar en el Maglev, el único tren magnético del mundo que funciona realmente y que une la ciudad con el aeropuerto a 40 kilómetros. En China todo es sorprendente, cuenta por ejemplo con los puentes de cristal más grandes del mundo, construidos simplemente como atractivo turístico. Esta vocación “a lo grande” ya viene de antiguo: la Gran Muralla, construida entre el siglo V a.C. y el siglo XVI, cuenta con unos 7.000 kilómetros de largo y es la muralla más grande jamás construida, y la Ciudad Prohibida de Pekín, construida a partir de 1406, es el recinto palaciego más grande del mundo, con casi 1.000 edificios que constituyen según la UNESCO el mayor conjunto de estructuras antiguas de madera.

Amlat y África, nuevos sueños chinos

China cuenta hoy un una gran presencia en la mayor parte de los continentes. Donde Occidente ha desalojado presencia, como puedan ser la mayor parte de los países de África subsahariana, allí están los chinos. Puedo aprovechar para destacar una anécdota que viví durante una larga estancia en Angola siguiendo una caravana electoral que me llevó más de 3.500 kilómetros de recorrido en coche por el interior del país. En la recta de una lejana carretera construida más de medio siglo atrás por la antigua colonia portuguesa, donde no había nada 200 kilómetros para adelanta ni 200 kilómetros para detrás, vimos a lo lejos una moto cuyo conductor iba protegido para el polvo que se levantaba. Todos, incluidos los naturales del país, quedaron boquiabiertos al ver un hombre en un punto tan alejado y deshabitado del país. La vieja moto fue fácilmente alcanzable, y cuando la superamos, pudimos comprobar que se trataba de un chino, azaroso por legar a algún punto desconocido. He podido comprobar la presencia de muchos chinos en mis viajes por África, desde Nigeria, Camerún o Guinea Ecuatorial hasta Angola. En muchos casos se trataba de familias enteras, regentando comercios a pie de calle o peluquerías, en otras muchas, varias comunidades enteras fábricas de ladrillos o material de construcción.

Igualmente ocurre en América Latina, donde la inversión extranjera directa de China se ha multiplicado por diez en solo diez años, pasando desde menos de 10.000 millones de dólares en 2004 a los 113.662 del año 2016. Es cierto que el porcentaje del crecimiento interno del PIB chino demuestra cierta ralentización desde finales de 2010, pasando de un crecimiento del 10% al entorno del 7% a principios de 2016. Continúa siendo, no obstante, un crecimiento de más del doble del porcentaje de crecimiento del país que más crece en la Unión Europea y parece que China podría mantener crecientes cómodos del entorno del 5% interanual durante al menos un lustro más. China calcula que solamente con el crecimiento residual que le permiten los incrementos del consumo interno ya mantiene un suelo de crecimiento del 2% interanual. Motivo más que suficiente para que China continúe exportando compatriotas por todo el mundo que repatríen divisas hacia China.

Un universo de reformas

Hoy se sabe que las formas introducidas por China partir de 1991 fueron decisivas para su crecimiento, mostrando los datos picos de crecimiento a partir de 1992 en las tasas de variación anual. La llamada crisis asiática -periodo de temor al colapso financiero que se apoderó de Asia en julio de 1997 contagiando al resto del mundo- provocó un bache de incertidumbre de un par de años, que se resolvió pronto con un nuevo ciclo de crecimiento que dio su cúspide en 2007 con el llamado “boom de crecimiento chino”, del que aún no nos hemos bajado.

Desde que China comenzó la liberalización económica en 1978, ha sido una de las economías mundiales de más rápido crecimiento y la de crecimiento mas persistente y continuado. Para que nos hagamos una idea de las magnitudes que maneja su economía, mencionemos que entre 2007 y 2011 su tasa de crecimiento fue equivalente a la suma de todos los países del G7.

Hoy China se abre al mundo como un gigante decisivo para el crecimiento del mundo. Es probable que los chinos sean conscientes de su magnitud, aunque también es probable que China pueda actuar como el cachorro de perro grande que no es aún consciente de su verdadero tamaño. Las posibilidades que ofrece el proyecto revitalizador de la Ruta y la Franja de la seda constituyen una oportunidad única para el desarrollo de Eurasia. Países como Kazajistán o Uzbekistán dependen demasiado en sus proyectos de crecimiento del proyecto de la Ruta de la Seda, en la que ponen todas sus expectativas. Pero no podemos olvidar que la iniciativa de la Franja y la Ruta de la seda engloba hoy a 77 países y que todos quieren ser socios de China en este proyecto cautivador de gigantescas dimensiones.

China es también hoy un modelo para los mercados emergentes y la economía colaborativa, a la vez que ese mayor mercado del mundo: si, por ejemplo, todos los chinos quisieran hoy comprar una muñeca Barbie o una simple caja de fósforos, no habría fabricantes suficientes en todo el mundo para atender una demanda de cientos de millones de unidades. China es también el mayor inversor en renovables y es ya obligatorio el uso de motocicletas eléctricas de baja potencia en sustitución de las de gasolina, siendo el país de mayor parque de automoción eléctrica. Para ilustrar esta situación hay que mencionar que China es hoy el país con mayor número de empresas ”unicorn”, aquellas que consiguen un valor superior a los 1.000 millones de dólares en su etapa inicial, con un total de 55.

El sector de la economía colaborativa llega a concentrar el 10% del PIB chino, superando los 500.000 millones de dólares. Los consumidores pueden ya alquilar o comprar prácticamente cualquier cosa desde sus dispositivos móviles, desde una simple comida, hasta bicicletas o paraguas. Ejemplos como el de Alibaba o Didi Chuxing -una especie de Uber chino-, son buenas muestras de la explosión de estas nuevas startups chinas. Las cadenas de alquiler de bicicletas Ofo o Mobile han demostrado que es posible mover un negocio simplemente con códigos QI. Entre las diez marcas más valiosas del mundo se encuentran nueve estadounidenses y una china, Tencent, un gigante cuya plataforma de mensajería WeChat -semejante a Whatsapp- ha desarrollado un sistema de pago por móvil que hace furor y que permite comprar o pagar casi cualquier cosa. Una simple afirmación de BrandZ sobre Tencent impulso a esta forma china hasta el top 10 de las diez empresas mas valiosas del mundo, y el valor de esta marca subió un 27% de golpe hasta los 108.000 millones de dólares. Hoy Tencent acaba de arrebatar a Facebook el quinto puesto en este ranking. Otras empresas chinas que comenzarán a estar en la boca de todos arrebatando puestos de liderazgo mundial y imputado los ranking serán China Mobile, el buscador Baidu -en Estados Unidos es el segundo más utilizado-, Xiami o Huawei, todas ellas tecnológicas, como las diez más valoradas del mundo entre las que figuran Amazon, Google o Microsoft.

Las perspectivas de futuro sobre China son alentadoras para muchos, que buscan una locomotora que tire del crecimiento humano global, e inquietantes para otros que creen que China no reúne patrones de comportamiento asimilables a los del resto del mundo. Desde luego, no podemos comparar China con los usos de las viejas potencias coloniales. Tampoco con la antigua situación que emergió al finalizar la II Guerra Mundial, con bloques antagonistas que dieron lugar a la llamada Guerra Fría. China tampoco responde movimientos acordados a escala de grupo de países con los mismos intereses o valores, como pueda ser la NATO, la Unión Europea o la antigua URSS. China es un país solo ante el mundo.

Así que cabe que hagamos dos cosas: unirnos a la corriente positiva de ese nuevo “feng shui” global, o esperar sentados a ver qué es lo que ocurre en el siguiente paso. Es probable que tengamos que esperar demasiado tiempo, así que lo recomendable debería ser querer tomar parte de alguna manera en estos cambios sin freno.

China aúna hoy tradición y rabiosa modernidad. En la foto, una vista de Shanghai (© Foto: José Luis Barceló, 2017).
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China aúna hoy tradición y rabiosa modernidad. En la foto, una vista de Shanghai (© Foto: José Luis Barceló, 2017).
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