Como consecuencia de una Moción de Censura, Pedro Sánchez es el nuevo presidente. De todos. Por decisión nuestra. Sin tener en cuenta sus méritos y deméritos o teniéndolos, que para el caso es lo mismo. Pedro Sánchez ha llegado a la presidencia del Gobierno por la decisión colectiva de todos nosotros. “Han echado sobre las espaldas del PNV la decisión de mantener a Rajoy en la Presidencia del Gobierno de España o cedérsela a Pedro Sánchez”, se dolía en la Tribuna del Congreso de los Diputados Aitor Esteban, portavoz del PNV, un grupo político sin capacidad ni voluntad para gobernar, pero con intereses propios y capacidad para decidir. “Dimita usted, señor Rajoy, y decaerá esta moción de censura”, pedía Sánchez, en interés propio y de su grupo, sin exponer Programa de Gobierno, quizá abrumado por la situación y lo que se le viene encima. “Busquemos una figura neutral, Solana, Jaúregui o Redondo Terreros”, proponía Albert Rivera mostrando un columpio con el que Ciudadanos pudiera aprovechar y balancear conveniencias. “Rajoy no va a dimitir”, advertía María Dolores de Cospedal, Secretaria General del PP, marcando camino a su partido, acaso en interés propio o en taimado perjuicio para alguien. Pablo Iglesias, líder de Podemos y coaligados, aprovecha y propone (casi exige) un gobierno de coalición PSOE-PODEMOS, que cree merece. Independentistas catalanes (ERC y PDeCAT), Compromís, Bildu, Nueva Canarias. UPN, Foro Asturias, Coalición Canaria... Todos hablan.
Pamplinas, flatus vocis, palabras, cada uno con su tema. Lo cierto es que Pedro Sánchez es el nuevo Presidente de Gobierno porque así lo hemos decidido entre todos; no cuando votaban los diputados en la mañana del primero de junio, ni cuando el PSOE montaba sus trifulcas internas, ni cuando cada grupo político elegía a quien someter a consulta en las urnas; o cuando Mariano Rajoy se callaba y decidía dejar que la historia siguiera su curso, como suma de cursos y sin imponer nada. Sánchez es nuestro presidente, porque cuando fuimos a las urnas y votamos, lo hicimos como lo hicimos. La posición suya y nuestra hoy es la consecuencia de aquel voto colectivo de todos, con las representaciones que decidimos entonces y con los equilibrios que surgen de aquello.
Hoy la Bolsa hará lo que sea, la prima de riesgo tasará el azar de la solvencia nacional, y los capitales y finanzas irán a lo que les es propio. Habrá movimientos populares, como los que se anunciaban por la mañana, para lanzar improperios, buscar desahogos o canalizar frustraciones e ilusiones. Botarate, traidor, egoísta, aprovechategui...¡Presidente!, ¡Presidente!. Codazos, luchas por colocaciones y puestos. Ceses y nombramientos. Vítores, insultos o aplausos. Nombramiento por el Rey. Nombres y juras de ministros. Felicitaciones nacionales e internacionales. Todo eso, que es noticia, copa portadas y abre telediarios, tiene menos trascendencia que el fruto de la actividad política silenciosa de todos.
Importa que Sánchez sea hoy el Presidente de España, pero importa mucho más que lo sea como consecuencia de la actividad política de todos nosotros. Para bien, no para mal. Es importante lo que haga, porque nos afecta a todos. Pero más importante que sus capacidades y limitaciones, más que sus aciertos y errores, más que sus fieles y detractores, más que nada, lo capital es la esencia de nuestro sistema. La democracia representativa y libre y el pacto social nacional entre todos. Ese sistema es el que canaliza y da forma a cualquier situación, por difícil o dura que sea; el que propicia la Moción de Censura que produce la sucesión del Presidente del Gobierno.
Desde esa realidad, lo que venga de la mano de Pedro Sánchez será una consecuencia de la capacidad o incapacidad de Sánchez. Al margen de él, están, como valores supremos de la realidad nacional, la convivencia entre todos y la organización social y territorial que la hace posible. Para entender sobre esos valores, conviene asumir que la actividad política de todos nosotros es principal frente a las contingencias de los partidos políticos. Estos son las organizaciones que canalizan la voluntad de todos, pero con una característica que hoy, cuando ha caído un presidente de Gobierno y aparece otro, conviene tener en cuenta: En democracia, la responsabilidad política es competencia de todos. En consecuencia, no cabe disimular responsabilidades ni atribuir a los partidos políticos y a sus líderes las decisiones que tomamos nosotros.
Una de esas decisiones es la Presidencia de Pedro Sánchez. A él no le han nombrado las frases de portavoces políticos, los maquiavelismos de grupos, el reparto de intereses entre los que viven agazapados en los partidos políticos, las flaquezas de unos y fortalezas de otros; o los intereses del PNV que confesaba Aitor Esteban, sino nosotros. Hoy nuestro presidente es Pedro Sánchez. Sí. Como consecuencia de una Moción de Censura y con el voto a viva voz de nuestros elegidos, es el nuevo presidente. De todos, por la decisión colectiva de todos.