Siendo mi intención en estos billetes animarles a que cuestionen todo dogma, y mucho más si viene de una visión de derecha reaccionaria y caciquil, en este caso multiplico mi ruego por cien. Seguro que han oído ustedes la verdad indiscutible de que tener una multiplicidad de lenguas, jergas, dialectos, es una riqueza bendita. En ese caso, ¿por qué son más ricos la mayoría de las grandes democracias del mundo que nosotros, cuando solo poseen una lengua oficial? De hecho, el potente instrumento de poder comunicarse en una misma lengua, todo el mundo, y no solo la élite, ha sido indispensable para mejorar los valores republicanos de libertad, igualdad y solidaridad en países como Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Australia.
Y también en las grandes potencias como Rusia o China.
El idioma común es una poderosísima arma económica, el mayor factor de convivencia y hermanamiento. Así lo supieron los fundadores del esperanto, una preciosa utopía de la izquierda de verdad.
Les contaré otra cosa que nadie cita. Estudios han demostrado que el ser humano occidental puede gestionar y comunicarse con una media de 80.000 palabras. El cerebro medio no da para más.
El idioma es, ante todo, un método de comunicación y en segundo lugar de ordenación del pensamiento. Pues bien. Cuando vd. obliga a cualquier niño a ocupar sus neuronas con idiomas superfluos de limitada capacidad comunicativa, es tanta capacidad intelectual que vd. le está disminuyendo.
¿Entonces a quien le interesa, loar el bondadoso efecto de instalar una torre de Babel?
Pues evidentemente, a los caciques, los xenófobos, a los fragmentadores que quieren establecer el idioma como una barrera entre seres humanos. Por eso son reaccionarios.
A las reflexiones que les haya podido producir mis palabras quiero añadir que la situación española es mucho peor, porque no se trata de sobreponerse a una difícil realidad como en Suiza o en Bélgica, sino que, caso único en la Historia se está desmontando una convivencia y una gestión basada de largo en un idioma común. Eso es muchísimo más empobrecedor y destructivo e, inequívocamente, anticonvencional.
La torre de Babel es una plaga reaccionaria.