Las imprevistas elecciones del 4 de mayo han sido el resultado de la moción de censura conjunta, que el PSOE y Ciudadanos presentaron, en Murcia, contra el presidente autonómico del PP. La moción ha fracasado el 18 de marzo, pero las elecciones convocadas tendrán lugar en Madrid el 4 de mayo. ¿A quién votar es la gran cuestión? La primera reflexión que hay que hacer es de qué elecciones se trata. ¿Son unas elecciones meramente locales o tienen impacto en toda España? La realidad es que las elecciones en la capital de España no tienen un valor meramente local, sino que sus resultados son un claro indicativo para la política nacional. Lo mismo pasó hace muy poco en las elecciones en Cataluña. El panorama territorial independentista no cambió pero el hecho de que VOX, que partía de cero, superara a la suma de escaños obtenidos por el PP y Ciudadanos, fue un auténtico aldabonazo que resonó en toda España. A partir de ese día quedó claro que el españolismo, es decir los catalanes que se consideran también españoles, iba a ser representado en el futuro por VOX. En pocas palabras, Ciudadanos, el antiguo partido para el cual pidió el voto Rivera en pelotas, fue ya repudiado políticamente, al igual que ocurría con el PP de Casado, ya que este parece cada vez más identificado con el Rajoy del fracasado e incapaz 155.
Igual ocurrirá ahora en Madrid, los resultados electorales tendrán repercusión en toda España, transcenderán ampliamente el perímetro de la Comunidad. Si el PSOE de Sánchez y el Podemos de Iglesias obtienen un mal resultado, serán la forma de decirle al gobierno de la nación que Madrid no comparte sus habituales y reiteradas mentiras, ni sus oscuros datos sobre la evolución de la pandemia, ni los vergonzosos apoyos que ha buscado en independentistas ni en filoetarras, dejando de lado la E de sus siglas y traicionando a las víctimas del terror en la democracia.
Ahora bien, al votante de centroderecha, convencido de que debe ir a votar, le queda un interrogante clave. ¿Va a votar solo para elegir a un buen gestor, a un mero administrador de la Comunidad? A nivel nacional Rajoy lo hizo razonablemente bien en la economía, pero ni él, ni su sucesor Casado, tuvieron suficiente apoyo en las elecciones. ¿Por qué? Porque no basta con ser un buen gestor de lo económico. Por el lado político, el independentismo y la ruptura lingüística van ganando la batalla; la Memoria Histórica navega con el viento a favor de muchas subvenciones; nos está pretendiendo hacer creer que la verdad de las Chekas es una mentira y la verdad de la reconstrucción económica que promovió Franco otra. Igualmente quiere contarnos que el espíritu de reconciliación que hubo en la Transición no fue tal y que tampoco existió la ley de Amnistía. Todo ello a la vez que no quiere saber nada de la Memoria Histórica reciente, del terror de ETA, que sigue triunfante, gracias a Zapatero, en el País Vasco. ¿Qué tiene que decir el PP ante todo ello? ¿Tiene propuestas claras? Casado parecía que venía a hacer y no hizo nada. Ayuso, con todos sus méritos como gestora, se presenta también como una casadista. No parece tener mucha similitud con Cayetana Álvarez de Toledo. No consta que sea beligerante con el independentismo. Y ante la Memoria Histórica guarda un silencio que grita.
Conviene recordar que apenas empezó la España de las Autonomías, los políticos de ámbito nacional, Calvo Sotelo (UCD) y Felipe González (PSOE), se dieron cuenta de que aquello podría derivar, como hoy se puede constatar, en un sudoku imposible y descoordinado. Por ello ambos líderes, conjuntamente promovieron la aprobación, el 30 de julio de 1982, de la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico. Lamentablemente, por cuestiones jurídico formales, en particular por su enfoque genérico y no específico, el Tribunal Constitucional, un año más tarde, el 13 de agosto de 1983, negó el carácter orgánico y armonizador de la ley, declarando inconstitucionales 14 de los 38 artículos de la misma. Además, esos 14 artículos restantes de la LOAPA, así como los interesantísimos y explícitos comentarios de la sentencia fueron minusvalorados. Veamos uno a título de ejemplo, “no implica que sólo puedan ser funcionarios en la Comunidad quienes conozcan aquel idioma. El conocimiento del mismo es imputable a la Administración autonómica en su conjunto, no individualmente a cada uno de sus servidores”.
En 1983, la amplia mayoría absoluta que tenía el PSOE de Felipe González, le llevó a dejar de lado la aprobación de posibles leyes armonizadoras y tampoco lo pretendió en sus tres siguientes legislaturas. Tampoco lo hizo Aznar cuando, en el 2000, en su segunda legislatura alcanzó la mayoría absoluta y tampoco Rajoy, cuando logró su mayoría absoluta en 2011. La realidad es que, tras la sentencia del TC sobre la LOAPA, políticamente, se consideró casi derogado el artículo 150.3 de la Constitución. Sin embargo, es previsible que será uno de los instrumentos jurídicos, que habrá que tener en cuenta en el futuro, para embridar el Estado de las Autonomías y establecer “los principios necesarios para armonizar las disposiciones normativas de las Comunidades Autónomas, aun en el caso de materias atribuidas a la competencia de éstas, cuando así lo exija el interés general.”
Pues bien, ¿qué dice Ayuso sobre este tema? Nada. Como si la descoordinación autonómica fuera un tema baladí en la política española. Y por supuesto, tampoco nada sobre la regulación de la inmigración, porque lo bonito es recibir en Valencia a los inmigrantes ilegales y luego dejar que sobrevivan como puedan. Que sean los gobiernos autonómicos y locales los que lidien con esos temas sociales y a la vez con la ocupación, con chabolas de cartón, de calles, parques y solares.
¿Qué es lo que ha dicho y hecho Ayuso? Contribuir a colocar un cordón sanitario que aísle a VOX. ¿Por qué? No lo dice, pero cada vez parece más claro que es por el mero miedo a que VOX quite los votos al PP, como ha sucedido en Cataluña. ¿Qué parece que quiere la Sra. Ayuso? Obtener la mayoría absoluta en Madrid, lo cual como argumento político es muy pobre, pues todos los partidos desean lo mismo. ¿Qué cabe ante ello al votante de centro derecha? O bien darle el voto sin más o bien dárselo a VOX, ante la falta de claridad política por parte del PP. ¿Qué hará Ayuso si le faltan los votos de VOX para gobernar? Parece que excluye la posibilidad de un gobierno de coalición y quiere, como el ocurrió en Andalucía y Madrid, el gratis total de VOX. Si Ayuso echa esta vez, en Madrid, otro órdago de esos, VOX tendrá que pensarse seriamente su respuesta. Corre el riesgo de que, si se rindiera y aceptara el papel de comparsa, sus votantes le volvieran la espalda en futuras elecciones.
Los tiempos han cambiado y es el PP quien debe cambiar. Para forzarlo en esa dirección, votar a VOX es la opción más adecuada. ¿Por qué? Por la misma razón que, si hubiese máquina del tiempo, habría que haber cambiado al capitán del Titanic antes de zarpar. No bastó con que la comida estuviese bien servida y la orquesta tocando y amenizando el baile. Al capitán se le olvidó lo principal, los icebergs, y el barco se fue a pique. Algo parecido parece pasarle al PP. España, en especial a partir de Zapatero, se encuentra en aguas turbulentas, pues además de tener la tasa de paro exageradísima, el independentismo, la memoria histórica, la descoordinación autonómica y descontrol migratorio son icebergs que nos pueden abocar a la ruina. Si el PP no quiere actuar en estos frentes, y dado que el PSOE de Sánchez no lo va a hacer, lo más sensato es votar para cambiar de dirección a España en las próximas elecciones del 4 de mayo. O bien arriesgarnos a que el Titanic se hunda.