Es un hecho indiscutible que el sectarismo, el animalismo y hasta el ecologismo mal entendido han hecho un trabajo de erosión, martillazo a martillazo, que ha perjudicado al normal desarrollo de la fiesta de los toros, especialmente en la última década. El extremismo y la estrechez de miras, disfrazados o no de ideología política, han hecho casi imposible la discusión sosegada y positiva (por supuesto desde la necesaria pluralidad) sobre el presente de una forma de cultura, de un espectáculo, de una industria y de muchas cosas más. Pero hay iniciativas que ciertamente valen la pena: por su necesidad, por su utilidad, por su pertinencia.
En cuestión de horas se celebrará en el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid el Primer Encuentro de Derecho de la Tauromaquia. Más allá de la regulación sobre lo que ocurre dentro de la plaza, se abordarán cuestiones que afectan al medio ambiente, a la España vaciada, a nuestros empresarios y nuestra carne, a innumerables aspectos que tienen como protagonista al toro de lidia y, desde luego, a las Administraciones Públicas, en su obligación (no lo olvidemos ni nos dejemos despistar por observaciones indoctas o interesadas) de garantizar la protección, conservación y promoción de la Tauromaquia.
Cabe ponderar la iniciativa del abogado Manuel Quintanar, presidente de la Sección de Derecho Taurino, y de la propia Institución madrileña, para ensanchar y acoger las ideas sobre los caminos futuros de la fiesta y de su discurrir por los cauces del Derecho, entendido éste como el conjunto de principios y normas inspirados en valores de justicia y orden que regulan las relaciones humanas en toda sociedad, guardando una íntima conexión con la Historia. ¿A quién, este paso adelante, podría molestar?