Si breve debe ser un billete semanal, más querríamos que lo fuera éste para dar más contundencia a dos sencillas pero gigantescas evidencias que afectan a los pensionistas españoles del presente y del futuro previsible. Ahítos que estamos de presentaciones matemáticas complejas o de epístolas contables que siempre encubren una lucha partidista por los “votos que peinan canas”, queremos recalcar dos hechos indiscutibles trascendentales que deben impregnar cualquier medida política que se quiera tomar a favor de los pensionistas españoles. En primer lugar, no es cierto que los españoles no ahorren lo que puedan (o más) en previsión de sus años de jubilados. Son generalmente muy conscientes de la escasez de sus pensiones (otro rasgo español) según sus condiciones sociales y geográficas. Y ahorran en previsión, sólo que sus ahorros no se dedican a fondos de pensiones dudosos, inseguros y traicioneros. Ahorran en “ladrillo”, compran hábitats para poder alquilar o vender con beneficio al final de su vida laboral. Los fondos de pensiones españoles son las viviendas.
Está muy bien intentar crear unos fondos de pensiones creíbles poco a poco y la cultura de ello, pero llevará tiempo y, a corto y medio plazo, hay que proteger la propiedad y alquiler de hábitats si no se quiere condenar a indigencia a centenares de miles de pensionistas. Es decir, los controles analfabetos y demagógicos de alquileres, la divinización de los okupas, los castigos catastrales, etc.. son políticas directamente atentatorias contra los pensionistas españoles y su ahorro.
En segundo lugar es menester recordar una verdad restallante cuyo fulgor parece querer ignorarse. En España lo indispensable, lo necesario y lo más potente para apuntalar el sistema de pensiones, con abismal diferencia sobre otras medidas, es reducir la tasa de paro a niveles medios europeos. Demostrado por todos los estudios europeos y españoles, notablemente los del Banco de España. Si se quieren hacer sostenible nuestras (modestas) pensiones hay que crear puestos de trabajo en el sector privado (el funcionariado redundante es de dudosa eficiencia económica en este tema) y aflorar la economía sumergida. Sin vuelta de hoja. Está muy bien analizar factores de sostenibilidad a largo plazo y adaptar vidas laborales y circunstancias vitales, o jugar con las inflaciones, pero NO hay que olvidar lo esencial: lo más eficaz y condición “sine qua non” es reducir grandemente la tasa de paro. En ese sentido la reciente decisión de subir las cotizaciones sociales que tiene como consecuencia encarecer el trabajo, por lo tanto desanimar contrataciones y expulsar trabajadores a la economía clandestina, nos parece un despropósito peligroso.
Finalizamos recalcando que las dos verdades esenciales expuestas son genuinamente españolas, por lo que hay que tener mucho cuidado a la hora de negociar sobre modelos europeos adaptados a otras sociedades de rasgos socio-económicos muy distintos. Por eso el tema de las pensiones debería ser objeto de un Pacto de Estado duradero entre los grandes Partidos con posición común en las conversaciones con “Bruselas”. Otra cosa imposible mientras estén gobernándonos Podemitas y separatistas.