Más allá del relato político, los medios también cumplen una función crucial al visibilizar las consecuencias humanas de la guerra. Al poner rostro a las cifras y relatar historias personales, contribuyen a despertar empatía y a presionar a los responsables políticos para que busquen soluciones duraderas.
Los medios también ejercen un papel de agenda setting: seleccionan qué temas merecen cobertura y cómo deben presentarse. Esta capacidad para definir prioridades informativas influye en la percepción de urgencia que la sociedad asigna a determinados asuntos. Si la narrativa dominante destaca el estancamiento en las negociaciones, ello puede traducirse en una mayor presión ciudadana hacia los gobiernos.
No obstante, este poder también entraña riesgos. En ocasiones, los medios se convierten en vehículos de propaganda, difundiendo información parcial o manipulada que favorece a uno de los bandos. En un entorno mediático saturado y polarizado, especialmente en las redes sociales, esta desinformación puede reforzar prejuicios y fracturar aún más a la sociedad.
A pesar de ello, algunos medios logran destacarse por ofrecer análisis rigurosos y equilibrados, fundamentales para un debate público informado. Este tipo de periodismo permite a la ciudadanía comprender mejor las dinámicas en juego y adoptar posturas críticas y bien fundamentadas.
En conclusión, los medios de comunicación no solo narran los conflictos y las treguas: los configuran. De ahí la importancia de promover una alfabetización mediática crítica, que permita al público distinguir entre información veraz y manipulada. Solo así será posible una opinión pública consciente, informada y capaz de exigir soluciones justas y duraderas.