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Antes de empezar el verano, las familias españolas acumulaban una deuda en préstamos al consumo de 177.900 millones de euros

Cálido verano de prestado

Cálido verano de prestado
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· El techo de gasto de la economía doméstica acaba de saltar por los aires y se prevé un otoño de lenta y doliente recogida de los cristales rotos

By David Felipe Arranz
lunes 04 de septiembre de 2023, 16:39h
Los españolitos volvemos al fin de vacaciones, aunque la ocasión exigía apretarse el cinturón, tanto que la Asociación de Estudios Financieros (Asufin) había publicado un informe con los créditos que la banca ya había concedido a los veraneantes el pasado mes de junio: 4.500 millones de euros… en gasolina, hoteles, apartamentos en la playa y restaurantes, que han encarecido –por cierto– su ya de por sí habitualmente costosa carta. Dicen los enterados de los observatorios –Cetelem de BNP Paribas y ‘Consumer Travel Spend Priorities 2023′ de Amadeus– que para nuestros conciudadanos viajar es un gasto prioritario, y que lo necesitamos con tanto ahínco como sufrimos por estos dispendios a nuestros regreso, al incorporarnos a la precaria existencia laboral y recordar los días felices observando las costumbres de los insaciables “tiburones” y las soñolientas “morsas” a la orilla del mar. El elemento económico que hasta ahora proveía el asueto vacacional del personal brilla por su ausencia y, aún así, el éxodo estival se ha dado con más fuerza que nunca, del Ferrol a Torremolinos, siguiendo los principios turísticos de temporada.

Nos parece que los españoles nos hemos pasado de frenada al apelar a los préstamos financieros y al espejismo de la abundancia para chapotear finalmente entre flotadores y manguitos, correr sobre la arena mientras nos chamuscamos las plantas de los pies y hacer cola para engullir la consabida paella requemada. Anda hoy por el mundo toda una costumbre de gastar aunque uno no lo tenga, impulsada por los amos del dinero, que prestan para multiplicar sus beneficios, y en las sucursales quieren contribuir a la felicidad del vecino, dándole un calendario, una agenda, unas pegatinas para el niño, porque los guardianes del gasto particular de cada cual lo están haciendo muy bien. Así que al sufrido trabajador lo van engañando como pueden, con los anuncios –siempre los anuncios– donde vemos cómo una pareja joven y bella chapotea y retoza en la Costa del Sol o en los mares del Sur.

La publicidad, los paraísos de la felicidad agosteña y toda la maquinaria propagandística del estío feliz le recuerdan al ciudadano su derecho inalienable al descanso, lejos de la ciudad, en lugares remotos, con el lenguaje épico de la promoción vacacional, como si no hubiese pelmazos en los apartahoteles, en los restoranes, en la cola de las arenosas duchas… Según datos del importe de saldos vivos del Banco de España, hemos pedido antes del asueto veraniego 45.868 millones de euros en créditos al consumo a corto plazo, un 7,9% más que en junio de 2022. Y el 10% de estos créditos hasta un año se los dedicamos a viajes. Esto es frivolizar con un bienestar pagado a plazos, con anticipos quinquenales, eternos y la quiebra segura de la economía pequeñoburguesa en el horizonte. Porque el hombre –y la mujer– tiene derecho al consumo, al selfi en la cubierta del barco o a la mariscada, aunque carezca de capital. No tenemos conciencia o, si la tenemos, no escarmentamos. Y que no nos quiten unas vacaciones de verano a remojo. La casa por la ventana… Faltaría más. Hemos recurrido al banco, como el tributo medieval al señor del castillo, porque no había más remedio, Maricarmen, pero Dios proveerá. Que nos quiten lo “bañao”.

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