Además, el Estado de Derecho se conculca ya que no hay división de poderes, lo cual se inició en 1985 al modificar la LOPJ y dar lugar a que el Consejo General del Poder Judicial fuera nombrado, en su totalidad, por el Congreso y el Senado. Lo malo es que esa situación tampoco fue revertida posteriormente cuando el PP, con Aznar y Rajoy, tuvo mayorías absolutas y, lo que es peor, porque aún no existen aún en los programas del PP ni del PSOE propuestas precisas y rotundas para corregir esta situación, la cual se ve agravada por las puertas giratorias que la propia Constitución dejó abiertas para que jueces y fiscales pudieran obtener puestos en el Ejecutivo y en el Legislativo y después retornar al Poder Judicial.
Los problemas no son sólo de ahora pero también es cierto que en ningún caso parecía posible, como ha hecho Sánchez, modificar el Código Penal, para que sus socios y apoyos, pudieran salir o evadir la cárcel, no ya mediante indultos, sino porque la nueva redacción del Código Penal, ha eliminado los tipos delictivos de malversación o prevaricación en que hubieran incurrido, lo cual es una decisión gravísima porque ha abierto la vía a futuras corrupciones ya que la malversación y la prevaricación son los principales instrumentos para realizarlas.
Ahora bien, Sánchez se ha superado a sí mismo, llegando a la incongruencia, por mucho que retuerza el lenguaje jurídico, no ya de indultar sino de amnistiar a quienes han cometido delitos gravísimos contra el fundamento, la unidad de España, de la vigente Constitución. Lo cual se ve agravado porque los que se van a beneficiar de esa amnistía no se han arrepentido, sino que han afirmado que volverán a hacer lo que hicieron en 2017.
Ante esta situación todos los demócratas deberíamos unirnos. Afortunadamente figuras importantes del PSOE han dado un paso adelante, aunque muchas de ellas deberán manifestarse aún con más contundencia, dejando claro que si ahora hubiera elecciones no votarían a Sanchez sino a algun partido de la oposición. También harían un gran servicio a España y a su ideología si fueran capaces de crear un verdadero Partido Socialista Democrático Español, que estuviera por encima de los socialismos nacionalistas o regionalistas, y que desde luego condenara indiscutiblemente al Marxismo por la vía de hechos, repudiando toda componenda ideológica con los socialismos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, etc.
Por su parte, ante el despertar de España, también el PP ha empezado a movilizarse cada vez con más fuerza, si bien se ve lastrado porque a nivel de partido, no de militantes y menos aún de votantes, sigue viendo en VOX a un enemigo en vez de un aliado natural, mientras que mantiene un ten contén con el PSOE de Sánchez, a pesar de que está claro que no es el PSOE de Leguina, ni de Redondo, Cosculluela, Guerra, o González.
Ante la gravedad de la situación, es equivocado intentar hacer movilizaciones partidistas en lugar de plurales. Así lo ha denunciado Abascal que ya pidió al PP, sin éxito, que se organizaran manifestaciones «institucionales» en los territorios donde han constituido gobiernos en coalición.
La campaña contra las políticas de un Sánchez, que dice hoy una cosa y mañana la contraria, sin el menor pudor, y que cuando hay elecciones no lleva en su programa propuestas claves como esta de la amnistía, debe ser firme. Además de la calle, hay que utilizar todos los instrumentos posibles, tanto nacionales como internacionales, para bloquear la aprobación y puesta en marcha de esa ley y las que la acompañen después en su caso. Desde el poder autonómico hay que enfrentarse a la desigualdad de trato que Sánchez pretende imponer al resto de españoles.
Es hora de proponer un volantazo que, en futuras elecciones, rectifique la política nacional y abra de verdad un camino hacia la España de convivencia democrática que pretendía la Constitución y que se haya hoy muy lejos de lograrse. La España en la que hoy nos encontramos es el resultado de un desarrollo rupturista y separador de la Constitución, jurídicamente legítimo, pero que ha conculcado de forma muy grave el espíritu de reconciliación y entendimiento que nos unió en 1978.
No se trata ahora de buscar quienes han sido los responsables ni cuando tuvieron lugar. En una democracia todos somos responsables de los aciertos y equivocaciones de aquellos a quienes con nuestros votos hayamos dado el poder a lo largo de casi medio siglo. Ahora, con sensatez, pero sin eufemismos, hay que plantearse la necesidad de un cambio constitucional, que sería el gran objetivo y que no iría en la línea rupturista de Sánchez sino, todo lo contrario, en la dirección de crear entendimiento y una convivencia solidaria y democrática entre todos los ciudadanos y entre todas las regiones de esta nación llamada España.
No va a ser fácil, y menos ante un Sánchez investido, pero es la responsabilidad de todas las fuerzas políticas españolas y democráticas, de izquierda y derecha, reunirse para hablar sin miedo a las fotos y hacer un planteamiento claro que permita atraer el voto de la mayoría para implementar las medidas necesarias para reforzar el sentimiento de españolidad que es plenamente compatibles con las peculiaridades regionales.