Hubo un tiempo en que la Quinta de Vista Alegre fue el escenario privilegiado en el que se tomaban las decisiones más trascendentes de la política española. La reina regente María Cristina de Borbón firmaba decretos en el verdor de sus jardines paisajísticos, por el que correteaban y jugaban despreocupadamente sus hijas, la futura reina Isabel II y la infanta Luisa Fernanda. Carabanchel servía en la primera mitad del siglo XIX de refugio para la Familia Real porque, como supo escribir Diego de Torres Villarroel, su aire era inconfundiblemente más limpio y más puro que el de la corte madrileña, que estaba viciado por las intrigas de poder. En cierta forma, el centro histórico de la capital añoraba literariamente la tranquilidad de sus parajes. No es casualidad que la obra “Un gastrónomo sin dinero o un día en Vista Alegre”, del escritor Ventura de la Vega, estuviera en cartel durante seis años en el Teatro Español en aquella época dorada.
Cuando los primeros vientos republicanos llevaron a los Borbones al exilio, la Quinta de Vista Alegre pudo brillar con luz propia gracias a la labor de José de Salamanca y Mayol, marqués de Salamanca, que atesoró en su interior una colección artística similar a la actual pinacoteca del Museo del Prado. Decoraron sus paredes cuadros de Velázquez, Goya, El Greco, Mengs Francisco Zurbarán, Tiziano, Caravaggio, Tintoretto y Rafael Sanzio, entre muchos otros.
En el siglo XX, la Quinta de Vista Alegre se resistió con todas sus fuerzas a caer en el olvido, después de dejar atrás un pasado tan lleno de gloria. Instituciones benéficas lo coparon y trasladaron al mundo unos aires de caridad y solidaridad, cualidades inequívocas del pueblo de Carabanchel que no pasaron inadvertidas para la fina y mordaz pluma de la dramaturga María de la Ó Lejárraga.
En los albores del siglo XXI, el abandono institucional y social no presagiaban buenos aires para la Quinta de Vista Alegre. Hubo hasta planes oficiosos y leyendas urbanas que auguraban su venta o una burda parcelación en trozos con un afán meramente especulativo. Parecía inevitable su irrelevancia y su caída en desgracia hasta que la Junta Municipal de Carabanchel, con muy pocos medios económicos y con casi todo en contra, puso los cimientos para no perder un patrimonio tan valioso. Entre el año 2006 y el año 2008 es cuando se sientan las bases, por lo menos sobre el papel, para su conservación y su futuro.
El presupuesto en serio llegó unos años más tarde por parte de la Comunidad de Madrid. En 2018, fue declarada Bien de Interés Cultural (BIC) y se aprobó una gran dotación económica quinquenal para la rehabilitación de la Quinta de Vista Alegre que hizo que sus monumentales jardines se abriesen nuevamente al público con un rotundo éxito. Según las últimas estadísticas, casi 250.000 de personas al año disfrutan de su sosiego y de su calidez.
En 2023, de nuevo la Junta Municipal de Carabanchel ha revitalizado la Quinta de Vista Alegre incluyéndola como uno de los espacios estratégicos de la marca Distrito 11, el distrito cultural de Madrid, que busca emular a los barrios culturales de las grandes urbes europeas como Soho, en Londres, Montmartre, en París, o Chiado, en Lisboa. Fruto de este nuevo estatus, salió al mercado la publicación “La Quinta de Vista Alegre de Carabanchel”, firmada por el doctor en historia y cronista de Carabanchel, José María Sánchez Molledo, la profesora neoyorquina y colaboradora del pintor Alfredo Ramón, Linda Hament, y por un servidor.
Hace sólo unos días, hemos sabido que la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Madrid han captado una importante inversión proveniente de Europa para la Quinta de Vista Alegre. Nuevos aires de progreso y de modernidad se respiran en el pulmón del sur de la capital de España. Su porvenir está más que asegurado, tanto que el poeta Alberto Morate nos estremece con sus rimas culminando así uno de sus sentidos poemas:
Secretos y tesoros
se van desvelando poco a poco
y ya casi podemos afirmar
que esta Finca es la de todos.