Acabó el G-20 del post confinamiento y nada fue que no fue nada. Creemos que poco hemos salido de la confusión y que poco se ha hecho para una mayor felicidad y prosperidad de las generaciones futuras. Así, a vuela tecla, les proponemos tres puntos de reflexión sobre el por qué de lo que el Secretario General de la ONU ha considerado un fiasco. En primer lugar, los documentos y acuerdos escritos de semejantes cumbres son papeles que llevan trabajándose meses y con mucha intensidad, siendo la reunión final casi un mero ejercicio protocolario de firma y presentación pública de textos ya preparados bastante antes. Pero hete aquí que muy recientemente ha explotado el no previsto ni gestionado problema del encarecimiento brusco y elevadísimo del coste de la energía. Esta sacudida de muy malas consecuencias sociales, todavía tiene a nuestro G-20 con el pie cambiado y algo boquiabierto.
Los líderes mundiales son silenciosamente conscientes de que va a haber que afinar mucho más en cuanto a los modos, a los tiempos y…. ¡a la financiación¡ de la transición energética que ayudaría a ralentizar el cambio climático. Pero mucho más, y muy distintamente según países y realidades socio-económicas. El G-20 ha mostrado total despiste a ese respecto, por lo que no podía más que quedar en buenismo propagandístico genérico sin medidas y alarmismo habitual para no desmovilizar a la sociedad que va a tener que pagar mucho más caro de lo previsto la lucha contra el cambio climático.
En segundo lugar, diremos que, una vez más, unos documentos solemnes que intentan pontificar sobre ecología y cambio de modelo energético a largo plazo y no dedican, intensamente, estudio de medidas y potenciación de la energía nuclear, por ejemplo la de fusión, son un absoluto fraude intelectual a la altura del timo del tocomocho. Poca credibilidad adquieren, por lo menos, de cara a los que tenemos formación científica y aborrecemos del visceralismo simple y simplista promovido por intereses económicos.
Finalmente, seguimos viendo con desesperación como este tipo de cumbres y acuerdos olvidan dedicar tiempo y acciones al aspecto esencial de la adaptación, que es lo que más ha caracterizado al ser humano y a las civilizaciones exitosas. Es decir, si la ciencia ha evaluado, con toda la incertidumbre de medir magnitudes geológicas, que alcanzar sólo un 1,5 grados de subida promedio de la temperatura con relación a la media global pre era industrial y si admitimos que en ello influye la especie humana, aunque no sólo, estamos admitiendo, según catastrofismos al uso en los medios de comunicación, que sucederán hechos negativos en algunas o todas las regiones del globo terráqueo. Serían mucho peores si subiese más, no sabemos cuánto, pero algunas consecuencias negativas para algunos ciudadanos se avizoran imparables. Muy bien, pero si el ser humano no puede ser muy preciso en como domeñar efectos geológicos, ya tiene tecnología y sabiduría suficiente como para prevenir e ir instalando soluciones a esos efectos, ya sean islas inundadas, grandes desplazamientos de personas, escaseces de agua, etc…¡Pues empecemos ya a preparar y organizar las grandes inversiones y acciones a nivel global, en vez de permitir que algunos se forren a base de alarmismo histérico! Nadie ha dicho que un planeta con 1,5 grados más, o incluso 2, sea peor ni más invivible que uno más fresquito. Lo que sabemos es que la transición puede perjudicar a mucha gente y a determinadas zonas. Pues empecemos a preparar el alivio, que es mucho más fácil que impedir que la poderosa naturaleza en su conjunto siga su curso, ya sea un miniciclo o una era glacial. Es una grave irresponsabilidad que la ONU y el G-20 no estén actuando para prevenir y paliar los daños inevitables a tiempo. Que no lo hagan es sospechoso. Con la verdad por delante, sabemos mucho más sobre cómo construir diques que sobre cómo evaluar el impacto final de 0,25 grados de subida en la prosperidad y salud de la humanidad…