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A las puertas de Galicia

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· Diario de un Peregrino. Capítulo 15. El Acebo de San Miguel - Villafranca del Bierzo. 40 kilómetros

miércoles 13 de agosto de 2025, 10:31h
Otra etapa más finalizada. Desde hace 4 días es una alegría y una sorpresa, a partes iguales, poder contarlo. Ni es una exageración ni es ninguna broma, es más bien un milagro. La sorpresa en este martes con el que inauguro la tercera semana de peregrinaje, ha sido mayúscula, el Camino provee, sin duda. A pesar de irnos a dormir, tras una conmovedora cena comunitaria, con todas las dudas del mundo, tanto por mis dolores en el pie como por la elección de la tempranera ruta que elegiríamos, el amanecer ha resultado sorprendente, en sus bostezos y determinante en sus postrimerías. Podía caminar mucho mejor de lo que auguraban mis pensamientos. Las horas de agua fría, sal y vinagre habían cumplido su objetivo a la perfección.
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El Acebo de San Miguel, un pueblito a mitad de camino entre Foncebadón y Molinaseca, es un completo acierto. El albergue parroquial El Apóstol Santiago, con Maggi y su marido, estadounidenses afincados en España desde hace ocho años y hospitaleros voluntarios, será uno de mis recuerdos estándar.

Cuando tomas la decisión de iniciar esta excursión de casi 800 kilómetros sin saber que vas a encontrar, es gente, lugares y momentos así, los que quieres que sucedan. Replantearnos la vida es más sencillo cuando vemos que existen este tipo de seres humanos.

Salí con José, mi nuevo amigo peregrino fijo ya en la agenda y con casa en Valencia, pasadas las 6.45 h. La decisión de coger la primera bajada de 10 kilómetros por carretera, nos obligaba a esperar algo de claridad en el cielo. Ha sido un gran acierto. Algo más de distancia recorrida, pero con la garantía de haber llegado ambos con los pies en condiciones de seguir la travesía. Pisar Ponferrada tres horas después nos ha confirmado que podíamos felicitarnos.

Cada uno llega hasta el Camino con algún objetivo. Y el que no lo haga así, no tardará en darse cuenta de que se ha equivocado de vacaciones. Cumplir alguna promesa es una de las alternativas más utilizadas. En cualquier caso hay que tener cuidado porque puedes quedar enganchado por esa magia a la que nadie es capaz de poner apellidos, pero que acecha y cae de lleno sobre uno cuando menos lo espera. Atrapa.

¿Qué es lo que tiene el Camino?. No hay respuesta sencilla. Es una sensación permanente que ha de explicar cada uno desde su interior. Hay mucha gente que se inicia sin tener definidos los motivos y termina por convertirlo en su modo de vida. El Camino está lleno de ejemplos. A nadie he escuchado todavía hablar mal sobre esta experiencia. Convierten el mundo en su casa y se acaba el miedo a no tener un techo fijo. Abren los brazos a la confianza en el ser


humano, el mismo en el que muchos habíamos dejado de confiar hace años, pasando de vagabundo a peregrino, como se pasa de pobre a rico en el ámbito espiritual y de ahí a la eternidad que se alcanza con la paz. Todo un peligro para aquellos que viven del consumismo exacerbado. No les conviene que este tipo de artículos alcancen demasiado eco.

He caminado con José durante cinco horas. Una manzana cogida del árbol y la mágica agua helada de un canal para mis pies, nos han separado un rato. Él ha seguido, yo he vuelto a la vida al sumarle a esa combinación, un café solo largo y con miel. Las siguientes horas he caminado con ganas de echarme a correr. Menudo lujo afrodisíaco para quienes llevamos pocos años aprendiendo a valorar la vida en pequeñas porciones. Esto se entiende si lo vives.

Lo que aprendes en el Camino es lo que llevas después al quehacer cotidiano, rumias tu vida en busca de aquello que llevas dentro, porque suele estar ahí lo que tanto nos afanamos en buscar fuera. Hacer el Camino te permite encontrarlo. Te ayuda a darle sentido a esa vida que la mayoría mantiene vacía de contenido real.

Recuerdos, encuentros, personas, visiones, historias, anécdotas, pueblos, iglesias, aldeas, paisajes... El Camino ayuda a quien ha tenido una pérdida o pasa por un momento doloroso. Dicen por aquí que Dios nunca quita nada de las manos, tan sólo nos libera de algunas para darnos algo mejor.

Ocho horas y media después y con 40 kilómetros en las piernas estoy en el albergue Ave Fénix de Villafranca del Bierzo. Tras El Acebo, hemos disfrutado de los paisajes de Riego de Ambrós, Molinaseca, Ponferrada, Columbrianos, Camponaraya y Cacabelos. Iré ahora a visitar el pueblo, pero la vista que tengo desde donde escribo, apunta a paraíso medieval en la tierra. Bajo la puerta del Perdón me encuentro. Y es que Jato, legendario hospitalero, cumple ahora 40 años dando servicio a miles de peregrinos que le han convertido en una referencia mítica de un Camino, para el que algunos ya no necesitan darse a conocer. Mi App particular, de nombre Álvaro Lazaga, me ha recomendado venir aquí y desde hace ya dos horas estoy saboreando el nuevo acierto. Y eso que aún no ha llegado la cena comunitaria. Fabián, el argentino de mano experta que te recibe con experiencia, tiene mucha culpa en este éxito.

Quien viaja mucho y lee mucho, ve mucho y aprende mucho. Recuerda que nuestra segunda vida empieza cuando nos damos cuenta de que sólo tenemos una. Vivir la vida día a día, sin programar el mañana y dejando que fluyan las cosas, es el mejor premio, ese para el que no es necesario que apostemos a nada.

El Camino nos tiene que enseñar a perdonar, a mantener la calma y a ver con buenos ojos a los demás. ¿A que son tres cosas que te cuesta aceptar y poner en práctica?. Sé sincero, a mi sí. Quizás por eso estoy aquí. Mañana O Cebreiro y Galicia me esperan. Buen Camino.

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