Queda por ver qué forma adoptará la colaboración hombre-máquina en estas situaciones, o más precisamente: ¿qué lugar dejará esta transformación a los humanos?
Como mostramos en una reciente investigación, estas cuestiones cuestionan directamente la noción de identidad profesional, es decir, cómo los empleados perciben y definen su rol. en su trabajo.
Esta identidad profesional se define por una combinación de habilidades y conocimientos específicos que caracterizan una profesión y, por tanto, la distinguen de otras. Esta noción refleja, en primer lugar, la capacidad de los empleados para darle sentido a su actividad. En segundo lugar, ayuda a desarrollar un sentido de pertenencia a una comunidad profesional concreta. La posibilidad de definir la propia identidad profesional constituye así un factor de motivación en el trabajo y contribuye más ampliamente a la percepción de la propia utilidad en la sociedad.
Cuestionamiento de la experiencia humana
Lejos de percibirse únicamente como una amenaza, la aparición de la IA en la actividad profesional también puede permitir a los empleados desarrollar nuevas habilidades, liberándolos de tareas repetitivas y laboriosas. Por ejemplo, Malakoff Humanis propone utilizar la IA para detectar casos de fraude de seguros. Luego, los empleados pueden venir y comprobar las sugerencias hechas por la IA y contravenirlas si es necesario. En este caso, la IA puede promover la identidad profesional de los empleados liberándolos de las tareas de comprobar manualmente cada caso cuando existe sospecha de fraude, y permitiéndoles así centrarse en actividades con mayor valor añadido en la relación con el cliente.
En otras situaciones, en cambio, la IA permite realizar tareas que constituyen el core business de determinados profesionales. Este es el caso de los contables, para quienes la IA realiza una proporción cada vez mayor de tareas manuales. Por ejemplo, el reembolso de los informes de gastos ahora puede realizarse mediante tecnologías basadas en el reconocimiento óptico de caracteres en documentos en papel. En el sector médico, la IA es más eficiente que los equipos médicos para la detección del cáncer o el diagnóstico del melanoma.
En estos casos, la IA cuestiona directamente el valor añadido del profesional, su experiencia y, por tanto, la forma en que establece su identidad profesional. ¿Qué pasa entonces con la identidad profesional cuando el potencial de sustitución por la IA se convierte cada vez más en una realidad en una profesión? Los obstáculos a la digitalización de las empresas sólo podrán eliminarse si abordamos la cuestión de la reconstrucción de la identidad profesional vinculada a la llegada de la IA al trabajo.
El juicio humano sigue siendo esencial
El primer paso para reconstruir la identidad profesional amenazada por la IA es repensar la naturaleza de la colaboración entre humanos y máquinas. Si la IA inicialmente estaba destinada a la gestión de datos masivos, ahora se utiliza cada vez más para tareas complejas, hasta ahora reservadas a los humanos. Más allá de una herramienta, puede convertirse en un asesor o incluso en un colaborador útil en quien confiar para desarrollar nuevas habilidades.
Por tanto, es necesario identificar estas nuevas competencias que hay que valorar para reconstruir la identidad profesional y así cambiar el sentido del trabajo. Para ello, debemos centrarnos en el know-how “tácito”, es decir, difícil de describir y, por tanto, sustituible por la IA. Muchos investigadores insisten en la singularidad de determinadas capacidades humanas, y en particular en el importante papel del juicio humano en contextos donde la empatía y las particularidades de cada persona implican matices, a veces irracionales, que los algoritmos no pueden comprender.
En este sentido, el uso de la IA en los procesos de contratación ha sido ampliamente criticado. En primer lugar por los sesgos algorítmicos que consisten en reproducir las desigualdades y discriminaciones de la sociedad. Además, los algoritmos esconden un conjunto de elementos relacionados con el entorno y las condiciones particulares de cada situación humana: un retraso en el transporte, dificultades técnicas que colocan al candidato en una situación estresante, una originalidad que no encaja en los criterios preconcebidos por el algoritmo… y tantos otros elementos que influyen en el “rendimiento” del candidato sin poder ser integrados por la máquina programada.
Para superar estas deficiencias, parece necesario el juicio humano para cualquier toma de decisiones que tenga consecuencias tangibles, como la concesión de un préstamo a una persona vulnerable, un tratamiento médico personalizado o incluso la formación de un estudiante de perfil atípico.
Desde esta perspectiva, repensar la relación hombre-máquina consiste entonces en concebir el lugar del juicio humano en la toma de decisiones automatizada. Por tanto, es necesario reforzar la capacidad de los empleados para poder intervenir en la toma de decisiones operada por la IA, ya sea garantizando que la IA proponga acciones a realizar entre las que el empleado pueda elegir, o dejando la posibilidad al empleado de contravenir una decisión tomada por la IA en casos particulares.
Por tanto, es sobre estos conocimientos tácitos sobre los que debemos apostar para poder reconstruir una identidad profesional gratificante y complementaria a las capacidades de la IA. Al confiar en la IA como herramienta real de toma de decisiones, la profesión evolucionará hacia un refuerzo de la experiencia tácita y, en consecuencia, un “aumento” del papel del profesional. Las profesiones que se enfrentan al surgimiento de la IA deben anticipar desde muy temprano su impacto en la identidad profesional para reflexionar sobre la construcción de la complementariedad hombre-máquina.
Yann Truong
Profesor Estrategia, Emprendimiento y Negocio Internacional, ESSCA
Clara Letierce
Profesora, responsable de la especialización bachelor « digital management, Burgundy School of Business