Más allá de la citada exclusiva, con la firma de El Debate, la pregunta es: ¿por qué ha caído en el olvido la información sobre un intento de asesinato, por fortuna frustrado, tan insólito y grave? ¿Por qué el seguimiento del caso en prensa, radio y televisión fue tan efímero y fugaz y las novedades son hoy, apenas, una nota a pie de página de una actualidad que inunda y agita y aturde a la opinión pública? ¿No tiene el suficiente interés una actuación criminal de esta envergadura contra la vida de un político que en los últimos treinta años ha sido un referente no sólo de la vida política española sino europea?
George Lakoff, lingüista y científico cognitivo norteamericano de la Universidad de Berkeley -también asesor del Partido Demócrata de los Estados Unidos- lleva décadas acreditando por qué lo importante para la agenda de la opinión pública no es quién gana o no la batalla de las ideas sobre tal o cual cuestión sino sobre qué ideas, sobre qué asuntos, sobre qué escenarios se pone el foco; y, sobre todo, cuál es el marco de pensamiento, el marco mental dominante en torno a ese foco.
Nadie duda, a riesgo de mentir como un bellaco o vivir en otro planeta, que si hubiese sido un político socialista o comunista o nacionalista el que hubiese sufrido el intento de asesinato por un presunto sicario de extrema derecha, prensa, radio y televisión hubiesen arrastrado el seguimiento durante semanas o meses. Al unísono. Por inercia. Pero no es así. En España, hoy (quizá como en tantas etapas históricas), el marco mental de socialistas, comunistas y nacionalistas, al alimón, embiste y atropella sobre el escenario de la opinión pública a los demás.
No sólo eso, en clave de pura comunicación política, el ‘caso Vidal-Quadras’ es un ejemplo de libro de lo que la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann denominó la ‘espiral del silencio’: la opinión pública y la publicada establecen una suerte de control social sobre los individuos que lleva a éstos a adaptar su comportamiento y sus actitudes al pensamiento dominante, a riesgo, si actúan en sentido contrario, de quedar aislados.
En el ‘caso Vidal-Quadras’, la derecha española (incluida la mediática) ha vuelto a demostrar -lo hace de forma homogénea- lo de casi siempre: cuando ha de pelear por posiciones contrarias a las asumidas como mayoritarias, da un paso atrás, tira la toalla, se deja someter. Si ni siquiera con un intento de asesinato en pleno centro de Madrid, a plena luz del día, ha sido posible, ¿qué tiene que ocurrir para que, por fin, esa derecha timorata, tomando nota de lo que la correosa izquierda se aplica una y otra vez, no dé nunca un balón por perdido?
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