Para llegar a perpetrar la destrucción del espíritu constitucional, que fue y debería ser el espíritu de convivencia de “la Transición”, y transformar España en una Nación cainita, desigualitaria, aldeanamente revanchista y avergonzada de su trayectoria histórica a través de la mentira, llegó un momento en que la “manipulación ruin” de la Constitución tuvo que ser intensa hasta convertirla, desde la plataforma de convivencia que quiso ser, en un trampolín para el descuartizamiento de la sociedad española y de la propia Nación. Y aunque la cosa había empezado mucho antes, probablemente con la sentencia sobre Rumasa, se convierte en una máquina trituradora con Zapatero, que ahora va pregonando por “sus” medios que ha sido plurinacionalista de siempre. Olvidando que tal modelo de España es radicalmente inconstitucional.
Pero todo ello se ha hecho a través de decenios de procedimientos aceptablemente democráticos y con cierto respeto a la voluntad popular (salvo en Vascongadas e hispano Cataluña donde llevan lustros dándose elecciones sin las condiciones democráticas). La aportación de Sánchez, en el último quinquenio (y antes en su Partido), ha consistido en ignorar, burlar o violentar los procedimientos y el espíritu fundamental de una democracia liberal al uso. Recordemos. En 2018 ya, su primer mandato comienza con una burla a todos sus electores cambiando en horas 24 su compromiso más esencial con ellos: que jamás pactaría con las huestes de Iglesias ni con los herederos de ETA. Con ello aniquila el fundamento base de una democracia cual es el compromiso que ata a los gobernantes con sus votantes en los temas torales que figuran o no figuran en el programa y los compromisos. Varios episodios menores de su mandato, ya a-democrático desde el inicio, también son muestras de totalitarismo cesarista, pero el más grave, sin duda, es la manera inconstitucional de amordazar al Parlamento durante la pandemia. Y no citemos los indultos, el abuso grotesco de los decretos leyes… No hubo ni enmienda ni rendición de cuentas políticas tras esos ataques a la democracia.
Es absolutamente cierto que un gran número de votantes le perdonaron esas actitudes lesivas para la solidez de un sistema democrático en las generales de 2023, manteniendo a la coalición PSC- PSOE como segundo Partido más votado con una importante masa crítica detrás. Y, a partir de ahí, Sánchez desatado y envalentonado por ese perdón se lanza por la senda a-democrática sin frenos. Vuelve a repetir sin ambages la traición a los principios que prometió defender (pacto con filo etarras, amnistía para quienes se había comprometido a traer ante la justicia española…). Y se lanza a ignorar los procedimientos democráticos, o a retorcerlos con la inapreciable ayuda de Armengol, enfrentándose al Poder Judicialy precipitando una Ley de Amnistía ad hoc, sin los democráticamente indispensables informes de otras instituciones, sin respetar los tiempos requeridos para tamaño cambio de actitud política, sin asegurarse la mayoría de la voluntad popular (vía referéndum por ejemplo) cuando todas las encuestas muestran una oposición mayoritaria, tratándose de una Ley que marca un antes y un después en la convivencia en España y en la propia pervivencia de una posible Españade ciudadanos libres, iguales y solidarios. Después de todo, es lo único importante que expone la Comisión de Venecia. Claro que las amnistías existen y pueden ser perfectamente democráticas, eso lo sabemos todos. Pero para serlo, requieren de unos mínimos procedimientos democráticos, dicen, y no se ha respetado ni uno, digo. Y no hablamos de la necesidad del arrepentimiento previo, tan palmario y restallante en Puigdemont, objeto esencial y único de la Ley de Amnistía ad hoc.
Aquí no hay quien viva …democráticamente.